El imperialismo en crisis

Comparte este artículo:

El imperialismo en crisis

El capitalismo, como Sistema económico-político-militar, viene sufriendo desde hace décadas una severa crisis, cuyos efectos tienen un carácter acumulativo. En los años 70 del pasado siglo, se puso en marcha a sangre y fuego una nueva versión del liberalismo -el neoliberalismo o ultraliberalismo- que les permitió sostenerse un tiempo en base a redoblar la explotación y el autoritarismo, empezando por el Chile de Pinochet. Posteriormente, con la caída de la URSS, en la década de los 90 del siglo XX, impulsaron la llamada globalización capitalista, convencidos de que esa sería la herramienta que les permitiría construir su hegemonía global durante muchas generaciones. Pero además de las propias contradicciones intrínsecas del capitalismo, que conlleva inevitables crisis consustanciales a un Sistema sin planificación, irrumpió un agente que supo situarse de forma inteligente, planificada y eficiente en ese proceso de globalización: China.

China, tras la expulsión de las fuerzas del Kuomintang a lo que hoy se conoce como Taiwán por parte del Ejército Popular de Liberación y la victoria sobre los japoneses, fundó la República Popular en 1949. Desde siempre se consideraron a sí mismos como un Estado cuyo objetivo era construir el socialismo según un modelo propio; no es casualidad que quien dirigiera tal proceso fuera el Partido Comunista Chino. Sin embargo y durante mucho tiempo, en Occidente se pretendió ignorar y se caracterizó a China como un estado capitalista con unas ciertas particularidades.

El imperialismo pretende seguir negando, a pesar de las evidencias históricas, que no existe otro modelo social posible alternativo al suyo, al capitalismo. Y cuando diversos pueblos (Cuba, Nicaragua, Venezuela, China, Vietnam, etc.) dan pasos en la construcción de modelos diferentes, inspirados en el socialismo, el imperialismo lo intenta impedir por todos los medios, incluyendo las intervenciones militares, las provocaciones y la criminalización para desacreditar a esos países ante la opinión pública internacional.

Hemos asistido a una campaña de manual durante estas semanas, encabezada en el Estado español por el diario El País: la campaña realizada sobre el presunto trato represivo dado por el Gobierno chino a la minoría uigur, que habita fundamentalmente en la región autónoma china de Xinjiang, con 1.600.000km2, tres veces la superficie del Estado español. Esta minoría de origen túrquico y religión musulmana ha padecido según los medios de comunicación occidentales nada menos que un genocidio a manos de las autoridades chinas en las últimas décadas. Esos mismos medios son los que ignoran lo que ocurre en Palestina o en el Sáhara.

Los pasados días, la comisionada para los DDHH de la ONU, la expresidenta de Chile, Michelle Bachelet, hizo un viaje a la región de Xinjiang para observar directamente la certeza de las acusaciones de los medios occidentales. En la rueda de prensa que hizo tras finalizar su gira no incluyó referencia alguna a esas “tremendas agresiones”; insistió en que había podido visitar libremente todos los lugares que consideraba de interés y hablar con quién creyó oportuno para obtener información. Sin embargo, en esa rueda de prensa, sí hizo una larga consideración sobre el atentado a los DDHH que suponen las matanzas reiteradas en los EEUU. En 2020, último año del que hay datos completos, murieron unas 21.000 personas por heridas causadas por armas de fuego, excluyendo los suicidios, de las cuales 4.368 eran niñ@s y adolescentes. Como era de esperar, las citadas declaraciones apenas tuvieron repercusión en los medios occidentales.

En un artículo publicado en La Vanguardia se expresa una gran preocupación porque la UE/OTAN teme estar perdiendo la batalla por el relato de la guerra de Ucrania. En el mismo diario, aparece otro artículo sobre la escasez de trigo para los próximos meses y las cada vez mayores posibilidades de hambrunas generalizadas. En ninguno de ellos asoma ningún espíritu autocrítico sobre lo que está ocurriendo o lo que vendrá a continuación; todas las responsabilidades recaen sobre Putin.

Putin puso en marcha una actuación militar, política y mediática claramente errónea en la primera fase de intervención en Ucrania, lo cual facilitó toda la criminalización mediática. Pero por las razones que sea, entre las que posiblemente estén los malos resultados militares de esa primera etapa, han reconducido su estrategia, centrándose en la región del Donbás, y mejorando la línea informativa. Parece que los resultados de esa reorientación, según reconoce el propio Zelensky, les están teniendo su utilidad. Seguimos considerando la intervención rusa un error, pero es muy distinto limitar esta a la región rusófila del Donbás, en la que sus dos repúblicas (Lugansk y Donetsk) solicitaron ayuda a Rusia ante el acoso militar del ejército ucraniano con el resultado de miles de muertos desde 2014. Rusia, para desesperación del mundo occidental, va ganando la guerra en este nuevo formato, y no parece que las represalias económicas vayan a impedir que eso siga siendo así.

El imperialismo está desconcertado. Seguramente no habían evaluado bien las consecuencias del proceso en marcha. Es muy cierto que está sirviendo para reforzar a la OTAN en Europa y Occidente, pero también lo es que esto no sucede a nivel global. En África, Latinoamérica y buena parte de Asia las tensiones con el imperialismo van en aumento y parece que no tienen vuelta atrás. El imperialismo parece decidido a cortar abruptamente el proceso de globalización porque este no ha resultado como esperaba, retomando una política de bloques, seguramente mucho más estricta, autoritaria y arriesgada que la anterior, no solo en el terreno internacional, sino en el plano interno. Para todo ello hemos de prepararnos.

Izquierda Castellana, 3 de junio de 2022.

Comparte este artículo: