
Nos venden una ilusión de libertad y nos responsabilizan de elegir nuestra desgracia (I)
– Abuela –sollozó–, me estoy muriendo. La abuela le tocó la frente, y al comprobar que no tenía fiebre, trató de consolarla. – Ya no [SIGUE]
– Abuela –sollozó–, me estoy muriendo. La abuela le tocó la frente, y al comprobar que no tenía fiebre, trató de consolarla. – Ya no [SIGUE]
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