
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha convocado este martes a 800 generales, almirantes y comandantes de los tres ejércitos del país en una base a las afueras de la capital. En realidad, la idea era de su secretario de Guerra, Pete Hegseth, pero molesto por el hecho de que no hubieran contado con él, el presidente de autoinvitó en el último minuto y ha comparecido para dar una charla de más de una hora de duración y acaparar toda la atención. Y lo ha conseguido en una escalada inédita para convertir a las fuerzas armadas en uno de los instrumentos contra la oposición y las manifestaciones en las calles.
La primera parte del discurso del presidente estuvo dedicada a sus obsesiones habituales, que nada tenían que ver con los presentes, que han dejado sus puestos en todos los océanos y continentes sin saber exactamente para qué eran convocados. Trump les habló de la economía, después de que haya costado millones de dólares este evento de dos horas. De sus relaciones con Vladimir Putin, de por qué su antecesor, Joe Biden, era un mal presidente. De cómo cambió el nombre del Golfo de México y cómo cree que quizás haya terminado con la violencia en Oriente Próximo después de 3.000 años. El presidente siguió recordando sus pleitos ante el Tribunal Supremo, las siete guerras que dice haber frenado o por qué aranceles es su palabra favorita, entre lamentos por la corrección política y la falta de meritocracia o por no haber ganado todavía el Premio Nobel de la Paz.
La segunda parte de la intervención, sin embargo, fue mucho más oscura, inquietante, sin precedentes en la historia moderna. Trump habló, ante la cúpula militar del país, de la «plaga interna» que cree que amenaza a la nación. Atacó a la «izquierda lunática» y a los «gobernadores demócratas estúpidos» y animó al Ejército a servir su juramente y defender al país «del enemigo interno», comparándose con George Washington o Abraham Lincoln.
Nunca antes en el último siglo un presidente había dado un discurso tan partidista, político y bronco ante los militares. Sin ningún tipo de esfuerzo por maquillar o camuflar las intenciones. Trump llegó dejando las cosas claras: «Me voy a reunir con generales, almirantes y líderes, y si no me gusta alguien, lo despediré en el acto», dijo antes de entrar en la sala. «Pueden aplaudir si quieren. Si se quieren levantar e ir, pueden también, pero olvídense de sus rangos y carreras», bromeó a medias nada más entrar en un auditorio en completo silencio, algo a lo que no está acostumbrado.
«Como presidente, nunca dudaré en defender a nuestro pueblo de las amenazas de violencia, de la horrible plaga que se está produciendo desde dentro». «El mes pasado, firmé una orden ejecutiva para capacitar a una fuerza de reacción rápida que pueda sofocar disturbios civiles. Y esto será muy importante para los aquí presentes», les dijo a los máximos responsables de los tres ejércitos, «porque es el enemigo interno, y tenemos que controlarlo antes de que se descontrole». «Estados Unidos está siendo invadido desde dentro. No es diferente a un enemigo extranjero, pero es más difícil en muchos sentidos porque no llevan uniforme. Al menos cuando llevan uniforme, puedes eliminarlos», afirmó. Trump concluye un discurso ante líderes militares que representó una importante escalada en su esfuerzo por convertir a las fuerzas armadas en una herramienta para reprimir violentamente la disidencia interna. Es difícil imaginar cómo alguien con un mínimo de dignidad puede seguir sirviendo después de esto, que, por supuesto, es el objetivo.
Hay mucho más. «Nuestra historia está llena de héroes militares que se enfrentaron a todos los enemigos, tanto extranjeros como nacionales. Eso dice el juramento –extranjeros y domésticos. Bueno, ahora también tenemos domésticos (..) Washington, Lincoln, Bush y otros utilizaron las fuerzas armadas para mantener el orden y la paz en el país (…) Ahora dicen que no se permite usar el ejército», lamentó. «Le he dicho al secretario de Guerra que deberíamos usar algunas de estas ciudades peligrosas como campos de entrenamiento para nuestro ejército. Es la Guardia Nacional, pero nuestro ejército. Porque vamos a ir a Chicago muy pronto. Es una ciudad enorme con un gobernador incompetente. ¡Un gobernador estúpido!», amenazó.
La gravedad de las palabras, como siempre administradas entre cientos de ideas, críticas y mensajes abrumadores, no puede ser minimizada. Pues el mensaje es que las fuerzas armadas tienen que tener un papel fundamental en lo que la Casa Blanca considera una «guerra interna». El lenguaje, las connotaciones, el marco.
«Hemos recuperado el principio fundamental de que defender la patria es la primera y más importante prioridad de las fuerzas armadas», dijo Trump. «Solo en las últimas décadas los políticos han llegado a creer que nuestro trabajo es vigilar los confines de Kenia y Somalia, mientras Estados Unidos sufre una invasión interna. Sufrimos una invasión interna. Esta gente no lleva uniforme, pero sufrimos una invasión interna y la estamos deteniendo rápidamente», dijo mezclando conceptos de sus políticas migratorias y las que ha lanzado contra lo que denomina «antifa» y ha calificado de «organización terrorista», a pesar de que no existe tal cosa.
«Esto va a ser un gran problema para los presentes en esta sala, porque es el enemigo interno, y tenemos que controlarlo antes de que se descontrole. Y no se descontrolará una vez que se involucren», les dijo a los generales y almirantes.
La parte de Trump llegó después de que el secretario de Guerra de Estados Unidos, Pete Hegseth, hubiera agotado sus minutos de gloria tras lograr la atención no sólo del país, sino de los gobiernos de medio planeta, llenos de curiosidad para saber por qué había convocado este martes a tantos altos cargos militares.
La respuesta fue doble. Por un lado, para dejar claras las posiciones de la Administración, que nadie pueda decir que había ambigüedad. La segunda, para contarles su último libro. Literalmente. Hegseth, hasta hace unos meses presentador de la cadena Fox y autor de varias publicaciones, ha explicado a la plana mayor de los tres ejércitos, con décadas de experiencia a sus espaldas, que hoy empieza una nueva era, y en ella no hay sitio para soldados y líderes gordos. Que si él es capaz de hacer decenas de flexiones y dominadas, espera que ellos también. Y que si él se afeita todas las mañanas y lleva el pelo corto, lo mínimo es que los soldados sigan el mismo ejemplo.
Nada de gordos, barbudos o melenudos entre sus tropas y en sus reuniones. Nada de discriminaciones positivas, o estándares diferentes para hombres y mujeres. Sus fuerzas armadas, ha indicado, volverán a las reglas del pasado, o más bien a la falta de ellas. Hegseth ha dicho que es hora de «traer de vuelta la masculinidad», porque son «el Departamento de Guerra, no el Departamento de Wokes«. Y por eso eliminará las prácticas antibullying, para que los cuarteles vuelvan a ser lo que fueron, devolviendo las directrices de entrenamiento básico «a lo que deberían ser: intimidantes, rigurosas y disciplinadas», y autorizando que los sargentos instructores «puedan entrar en contacto con los reclutas».
El secretario también ha dicho que eliminará las limitaciones autoimpuestas por el Pentágono en las últimas décadas para evitar crímenes de guerra. «El ejército se dedica a matar y a romper cosas», ha dicho Hegseth. «Desatamos una violencia aplastante y castigadora contra el enemigo y no luchamos con reglas de combate absurdas. Vamos a liberar a nuestros combatientes para que intimiden, desmoralicen, cacen y maten a los enemigos de nuestro país. Basta de reglas de combate políticamente correctas y autoritarias», ha celebrado.
En su intervención, Hegseth admitió que la decisión de despedir a muchos mandos nada más llegar al Pentágono, especialmente mujeres y afroamericanos, como el exj efe del Estado Mayor Conjunto, el general Brown, fue porque apoyaban o, según él, se habían beneficiado de las políticas de diversidad e igualdad. «Como habrán visto, he despedido a varios oficiales superiores desde que asumí el cargo. La lógica es sencilla: es casi imposible cambiar una cultura si las mismas personas que ayudaron a crearla se benefician de ella», ha señalado.