
Con Txiki. En la mañana del 26 de septiembre
Tal día como pasado mañana, un 26 de septiembre, en el año 1975, nos vimos Txiki por primera y última vez. Fue en el locutorio, para preso con su abogado, de la cárcel Modelo de Barcelona, al amparo del título de defensor que me atribuía la causa militar que la Capitanía General de Burgos te seguía en el Juzgado Militar de San Sebastián.
Era manifiesto que el Régimen había aprendido de sus errores del Consejo de Guerra de Burgos de 1970; pero para el 26 de septiembre tenía un stock elevado, once penas de muerte de cuatro consejos de guerra definitivamente terminados y con sentencia firme. Y, por otra parte, las fuerzas represivas y sectores más reaccionarios urgían la celebración de otros cuatro consejos de guerra de más importancia, política y militar, para el franquismo, como el de la muerte de Carrero Blanco. La tramitación de estos cuatro Consejos de Guerra pendientes, se había iniciado en fecha anterior, pero la movilización en Euskal Herria y la solidaridad internacional obligaban a mantenerlos en reserva (lo relato en el libro que escribí con seudónimo a lo largo del año 1975, mientras participaba en la oposición y defensa en los procesos militares. Ruedo Ibérico lo editó a principios de 1976 y la Sociedad de Ciencias Aranzadi lo reeditó recientemente).
Para el 26 de septiembre, la decisión de Franco sobre qué hacer con las once penas capitales se hacía inminente y la decisión, en el supuesto, se tomaba preceptivamente al firmar el Consejo de Ministros el «enterado» de las sentencias de muerte, y dictarse, en el acto y en su caso, los indultos de la pena capital. Los no indultados eran puestos de inmediato en capilla y ejecutados al amanecer.
Y aquel 26 de septiembre, era viernes y podía pasar lo que luego pasó. Y aquí, en Euskal Herria, se decidió que en la mañana de aquel día, yo visitara a Txiki en Barcelona.
Te dije Txiki que podía ocurrir que aquel viernes, día 26, no pasase nada. Por ejemplo, desde que el 28 de agosto, se dictó la sentencia del Consejo de Guerra con sendas penas de muerte contra Garmendia y Otaegi, habían transcurrido como cuatro viernes sucesivos sin que el Consejo de Ministros firmase el preceptivo «enterado». Pero tú ni caso; solo querías que habláramos de Euskal Herria, de la lucha del pueblo, de los trabajadores. Te dije, «si seguimos así, esto puede cambiar, y tú y yo la próxima vez tomamos unos txikitos en Zarautz» y tú me contestaste: «claro que va a cambiar, pero tenéis que trabajar duro» y con una pizca de malicia en la sonrisa añadiste: «vosotros, sí lo celebraréis, pero yo no podré tomar txikitos».
21 años de edad. Justo de cuerpo, puro nervio y acción, lleno de vida, que desbordaba, alegre y sonriente en tan dura situación.
Detrás de Txiki, al otro lado de la puerta de entrada al locutorio, por su parte, vigilaba intermitentemente, por un ventanuco de cristal, el funcionario. La separación, entre Txiki y yo, tenía una ventanilla abierta, al parecer para firma de papeles. Arranqué una hoja en blanco del libro que llevaba y se la pasé, y a la vez el boli. Y Txiki, parando cuando con un signo yo le indicaba que el funcionario miraba, escribió el mensaje que luego distribuí y que se fotocopia en el libro reeditado que he dicho. Y a Txiki rebelde, se le veía contento de burlar la norma escribiendo aquel mensaje.
Ha pasado medio siglo y el contexto no es el mismo, pero el mensaje de Txiki no ha perdido actualidad. Txiki escribe con trazos enérgicos y decididos: «(…) hasta alcanzar nuestro objetivo: o sea, una Euskadi libre y socialista como único medio de terminar con la explotación del hombre por el hombre, la lucha será larga, pero es el pueblo quien tiene la última palabra. (…) Es el pueblo y la solidaridad de todos los pueblos del mundo quienes digan la última palabra: (…) Gora Euskadi askatuta: Viva la solidaridad de los pueblos oprimidos: aberria ala hil».
En aquel momento los abogados no sabíamos cómo Franco distribuiría su criminal decisión, entre muertes e indultos. Ni, con seguridad, cuando lo haría. Pero Txiki se despidió así en su mensaje manuscrito: «Septiembre 1975 en la cárcel de Barcelona, a la espera de ser ejecutado! JP Txiki»
Txiki era un gudari. Y era y es mucho más…