
No basta con cuidarse uno mismo para ahuyentar el riesgo de sufrir enfermedades relevantes. Adoptar unos hábitos de vida saludables (buena alimentación, ejercicio regular, descanso, nada de tabaco y poco alcohol) es indispensable para alejar al máximo la posibilidad de padecer buena parte de las patologías más graves. Sin embargo, hay un elemento cotidiano casi imposible de controlar de forma individual, pero con un efecto muy pernicioso para la salud de los ciudadanos, como lo demuestra una reciente investigación de la Universidad de Navarra y Sanitas: los factores medioambientales ligados a la vida urbana.
Los investigadores del Instituto de Biodiversidad y Medioambiente han determinado que los principales factores ambientales de riesgo para la salud presentes en las ciudades españolas son responsables directos de que cada año enfermen o mueran 28.200 personas. Sus estimaciones, que también tienen alcance europeo, elevan los daños anuales derivados de la vida en las metrópolis del continente a 269.600 enfermos o fallecidos. Esta amenaza externa para la salud, señalan los analistas, solo es posible conjurarla con políticas públicas que conviertan nuestras urbes en lugares sostenibles y habitables.
El trabajo parte de una constatación de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que calcula que hasta el 23% de la mortalidad en el mundo es hoy en día consecuencia directa de los factores medioambientales, sobre todo de la insalubridad de la cada vez más extendida forma de vida metropolitana. Estos elementos externos lesionan la salud de los urbanitas sobre todo con tres tipos de patologías de graves, las enfermedades cardiovasculares, las pulmonares y los trastornos mentales.
Para determinar la afectación concreta en España, los investigadores analizaron el nivel de presencia y riesgo en nuestras ciudades de los ocho parámetros ambientales con mayor incidencia sobre la salud ciudadana: la calidad del aire, las temperaturas extremas, la existencia o no de zonas verdes, los hábitos de movilidad urbana, la calidad del agua, el grado de contaminación acústica y lumínica y la seguridad urbana.
En concreto, los científicos de la universidad navarra han desarrollado un índice que permite monitorizar y ponderar los efectos sobre la población que causan los cuatro factores ambientales más peligrosos para la salud: la polución, las olas de calor, los espacios verdes y el peso en los desplazamientos de alternativas saludables al coche.
Graduación de peligros
El trabajo señala que el factor urbano más dañino para la salud de los españoles, especialmente por la alta letalidad que provoca, es la contaminación atmosférica, derivada de las altas tasas de dióxido de nitrógeno y partículas en suspensión lanzadas por los tubos de escape, la industria y las calefacciones, tóxicos a los que responsabilizan del 89% de las 28.200 patologías y muertes. La convivencia regular con una alta polución del aire es causa o agravante de patologías como el cáncer de pulmón, los infartos o los accidentes cerebrovasculares (ictus, derrames, apoplejías).
El segundo gran enemigo medioambiental en las urbes españolas son las olas de calor, cada verano más frecuentes, intensas y prolongadas debido al calentamiento global desatado por el cambio climático. Serían responsables del 9% de las enfermedades y fallecimientos del estudio. No obstante, los autores aclaran que cuando solo se tiene en cuenta el desarrollo o agravamiento de enfermedades, sin decesos, la contaminación y las olas de calor se reparten los daños casi a la mitad, con el 44% para el primer factor de riesgo y el 47% para el segundo. Se calcula que el calor extremo mató en 2022 a 11.000 personas en nuestro país, fundamentalmente ancianos, menores y pacientes crónicos, que son los más vulnerables.
El resto de las enfermedades y muertes causadas por la actual forma de vida urbana se las atribuyen a la falta o escasez de zonas verdes, lo que contribuye al estrés, la ansiedad y la obesidad, y al insuficiente uso de la bicicleta o de caminar como medios de desplazamiento urbano. Aumentar las zonas arboladas un 30% podría prevenir más de 2.600 muertes al año en Europa y olvidar el coche o el autobús reduciría un 11% los decesos por enfermedades cardiovasculares.