
Da vergüenza ajena escuchar o leer algunas declaraciones de personajes que afirman sentirse cada vez más europeos/as. Hasta ahora, ¿qué se consideraban? ¿africanos, asiáticos, americanos? Es una obviedad que el Estado español -la Península Ibérica en general- es parte, geográficamente hablando, de Europa. A través de esa trampa semántica lo que verdaderamente pretenden es colarnos la idea, por llamarle de alguna manera, de las bondades del proyecto político-económico de la UE; una engañifa cada vez más evidente. La UE es un proyecto sin posibilidad alguna de supervivencia estratégica, que se encuentra prácticamente finiquitado. Cuanto antes concluya este proceso, mucho mejor para los Pueblos de Europa.
Cuando el Estado español se incorporó formalmente como miembro a la Unión Europea (entonces Comunidad Económica Europea), se hizo a costa de un brutal peaje que aún estamos pagando. El sector industrial fue prácticamente liquidado para beneficio de Alemania, y el agrícola-ganadero sufrió similar proceso, en este caso a beneficio de Francia. Una de las cosas que se impusieron con la entrada en la UE fue que, por ejemplo, en el sector de la ganadería ovina se prohibiese de un día para otro elaborar productos artesanales, entre ellos el queso, una actividad complementaria de gran importancia para las explotaciones familiares. Lo mismo se intentó con otras producciones de esa naturaleza, como el aguardiente en Galicia, aunque en este caso no lo consiguieron plenamente, o incluso con la producción de huevos para el autoconsumo. Los argumentos que utilizaron para tales liquidaciones eran falsos y manipuladores, pero por aquel entonces contaban con ingentes cantidades de dinero para neutralizar la movilización popular y comprar a los medios y periodistas que hiciera falta para que se sumasen a un “relato único” de lo que estaba ocurriendo en los respectivos sectores a los que se estaba liquidando, particularmente en la agricultura y en la industria vinculada a ésta, como fue el caso de NICAS (Nitratos de Castilla, que fabricaba fertilizantes para el campo) en Valladolid. A la gente se le pagaba por no sembrar sus tierras, incluso por desmantelar determinados cultivos, como el vitivinícola. Simultáneamente se desincentivó la producción, manteniendo los precios durante décadas, por ejemplo el del cereal, a pesar de que los insumos subían constantemente, todo ello para favorecer la importación de la producción agrícola de países que no estaban sometidos a los estándares que se les exigía a los agricultores/as de la propia UE (con cuyas oligarquías había tratos de favor perfectamente engrasados); entre otros países, los beneficiados fueron Marruecos o la propia Ucrania.

La “mistificación de Europa” durante las últimas décadas del siglo XX y lo que llevamos del XXI dificultó la denuncia y la lucha objetiva contra las imposiciones de ese proyecto neoimperialista de segunda categoría; en esa denuncia estuvimos siempre l@s comuner@s, empezando por la UPC desde su constitución en 1985. A pesar de tal mistificación, el apoyo social a ese proyecto no ha hecho sino disminuir con el paso de los años de forma generalizada en el conjunto del continente, y muy particularmente en algunos países, entre ellos el Estado español, como puede deducirse del sondeo publicado en El País el martes 25 de marzo: “Los españoles son los europeos menos preocupados por la seguridad y defensa, según el Eurobarómetro”.
Ahora intentan convencernos de que hay que ampliar los presupuestos militares, nada menos que en 800.000 millones de euros, porque los valores de las “democracias sociales” que conforman la UE están en peligro debido al expansionismo ruso. Se puede mentir e intentar manipular más, pero no es fácil. Según dicen, los objetivos de estas inversiones no son otros que crear un ejército europeo. Es imposible la construcción de un ejército europeo a corto o incluso a medio plazo, y lo que es imposible no puede ser. La creación de un ejército europeo como tal es inverosímil en este momento histórico: los ejércitos son o bien elementos para la agresión, para la expansión imperialista, o bien elementos de defensa, de disuasión. En cada caso su construcción requiere de una subjetividad que ampare tales proyectos. En el caso europeo, estamos hablando de lo que teóricamente sería un ejército de disuasión, especialmente contra las hipotéticas maniobras expansionistas rusas. Pero esa fantasía es poco creíble, menos aún en el sur de Europa. De ahí los resultados del sondeo al que hacíamos referencia antes. Los intentos del corrupto Sánchez para disimular el tema, sustituyendo el término de “rearme” por otro más edulcorado, son expresión de la incapacidad cognitiva y analítica de la dirigencia de Europa, especialmente la del Estado español. Ahora bien, los 800.000 millones de euros que los/as dirigentes europeos se están afanando tendrán un altísimo impacto negativo en la economía de la UE y de sus gentes, especialmente por la vía inflacionaria. Dicen que servirá de estímulo a la industria militar europea, aunque saben que eso es una falsedad, excepto en una pequeña medida para Alemania, Reino Unido y ya veremos si Francia. No hay condiciones objetivas para que ese cuento de la lechera se materialice, y cuando se rompa el cántaro lo pagaremos todos/as muy caro. Los únicos que realmente saldrán beneficiados serán los accionistas de la industria militar yanqui y sus colaboradores más estrechos en Europa, en una forma indirecta de dar satisfación a las demandas de Trump.

A lo que sí estamos asistiendo, y eso es muy real, es a la imposición del “capitalismo verde”, más depredador aun que el tradicional, a través de varias vías: macroparques eólicos y fotovoltaicos, macrogranjas y plantas de biogás, etc. La despoblación de nuestra tierra es una bendición para la oligarquía sin escrúpulos que piensa que si no hay gente en el medio rural, no se generará resistencia contra sus planes de intensificar su degradación. Falso análisis que ya se evidenció cuando intentaron instalar en Santervás de Campos (Tierra de Campos) un cementerio nuclear, cuyo proyecto tuvieron que retirar por la amplísima resistencia social. La manifestación del sábado 22 en Valladolid de carácter autonómico fue ejemplo del importante avance del movimiento de resistencia ante tales cuestiones. El espíritu comunero, el “espíritu numantino”, está presente en nuestra genética y es primordial en los movimientos de resistencia en Castilla.

Estamos ante una gran oportunidad para plantear una auténtica estrategia para Castilla en el marco de este complejo escenario geoestratégico, y vamos a por ello.
Acabamos con el título de este editorial: “Más Física y menos Metafísica”, es decir, más pensamiento racional, más trabajo con rigor científico y analítico y menos fantasías de la burguesía decadente y desnortada.
Izquierda Castellana, 25 de marzo de 2025