
En algunos editoriales anteriores hemos reflexionado sobre cómo estamos en la última etapa de un ciclo histórico que se inicia entre finales del siglo XIX y principios del XX con la puesta en marcha del sistema imperialista de base capitalista financiero. Antes hubo otros modelos imperialistas, bien precapitalistas o bien durante las fases del capitalismo mercantil. Esta etapa que en su plano militar se inicia de forma clara con la I Guerra Mundial, que continúa con la Segunda y que desgraciada pero inevitablemente finalizará con una tercera, porque el capitalismo es militarista, debería de conducir -esa es nuestra expectativa y obligación- a la derrota estratégica del imperialismo como modelo completamente destructivo para la humanidad y la naturaleza en su conjunto.
La historia no se repite nunca, pero es conveniente conocerla con una cierta profundidad para poder interpretarla y, a la luz de esa interpretación, que ha de ser rigurosa, comprender los acontecimientos de la actualidad. El tiempo que estamos viviendo es especialmente complejo y no se puede pretender que se produzcan réplicas del pasado de forma mecánica; eso sería un tremendo error teórico, del que se derivarían errores políticos en cadena. Pero el conocimiento medianamente profundo nos ha de servir para ayudar a iluminar algunos procesos y hechos de la actualidad, y si utilizamos esa metodología para interpretar el “pacto” entre Rusia y EEUU sobre la guerra en Ucrania, que ya veremos hasta dónde llega, el símil con más analogías que se nos ocurre es el pacto germanosoviético de 1939, o pacto “Ribbentrop-Molotov”. Cuando ese acuerdo se produjo, supuso un tremendo impacto mediático y en la opinión pública, especialmente en el mundo occidental, con opiniones que iban desde que la URSS había traicionado sus propios intereses y concepciones hasta similares valoraciones pero con respecto al proyecto nazi-alemán.

Nada de eso tenía que ver con la realidad. La URSS buscó ese pacto porque quería ganar tiempo para construir y/o reforzar su capacidad de resistencia en el plano militar, económico y social frente a lo que consideraban algo inevitable: la invasión nazi de la Unión Soviética. Incluso en la actualidad hay comunicadores que no entienden, o no quieren entender, esta cuestión. Si la URSS fue un Estado clave para la derrota del nazi-fascismo fue porque tuvieron casi dos años para impulsar su preparación ante algo que consideraban totalmente insoslayable. Es destacable la sorpresa de los nazis, especialmente de Hitler, ante la potencialidad de la respuesta militar de la URSS, y que está recogida, como tantas otras cuestiones de este conflicto, en el libro de William Shirer al que hemos hecho referencia reiteradamente en nuestros últimos editoriales:
«Los soldados rusos se multiplicaban en una medida que parecía impensable. Divisiones soviéticas de las que los servicios de información alemanes no sospechaban ni siquiera su existencia, frescas, bien equipadas, eran lanzadas una tras otra a la batalla».
William L. Shirer, Auge y Caída del III Reich, vol. II.
Trump no se ha hecho prorruso, ni Putin se ha hecho proyanqui. Esa interpretación se corresponde con la simpleza intelectual que impregna a la mayoría de los “pensadores” occidentales, que sustituyen su falta de conocimientos y rigor analítico por la pura propaganda. Esta “santa simplicidad” puede parecer que en lo inmediato da interesantes resultados, pero en el medio plazo, no digamos en el largo, no sirve de nada. En esa situación nos encontramos en Europa, y particularmente en el Estado español, con relación a Ucrania. Todo el conjunto de falsedades y mentiras que se vienen diciendo en los últimos años sobre el proceso de guerra en Ucrania se han visto desenmascaradas de una forma brusca por las consideraciones hechas por la nueva Administración norteamericana. Que Zelensky es un corrupto y un fascista lo saben perfectamente, pero es su corrupto y su fascista, alguien que les viene como anillo al dedo para intentar seguir impulsando el proyecto agotado de la UE. A pesar de que esto es evidente para cualquiera que quiera verlo, aunque ya se sabe que no hay peor ciego que el que no quiere ver, una buena parte de la representación política de la UE está intentando alargar el proceso. Debería apoyarse de forma plena la oportunidad bastante clara de frenar la guerra, las matanzas de cientos de miles de personas y la destrucción en Ucrania, pero es obvio que en general a los gobiernos europeos, empezando por el español, el sufrimiento humano les resulta algo secundario frente al mantenimiento de sus privilegios, que saben que no son posibles si el marco de la UE se viene abajo.
Ucrania debe ganar una paz justa y duradera. De ello dependen la libertad, la seguridad y el futuro de todos los europeos y europeas.
Por eso acabo de anunciar en Kyiv que España enviará un nuevo paquete de ayuda militar por valor de 1.000 millones de euros al pueblo ucraniano.… pic.twitter.com/f7a7BKiIbi
— Pedro Sánchez (@sanchezcastejon) February 24, 2025
El proyecto de la UE está debilitado y, al margen de su evolución formal, está finiquitado política y militarmente. Cualquier iniciativa para mantenerlo será parecida a la degradada República de Saló que en 1943 se puso en marcha al norte de Italia con la intención de mantener el fascismo.
Ahora aparecen artículos en los medios de opinión-manipulación que cuentan cómo los incrementos en los presupuestos militares pueden ir asociados, “si se hacen las cosas bien”, a un crecimiento del PIB. En otras palabras, que los aumentos del presupuesto militar no supondrían un recorte de los recursos públicos y sociales, sino al contrario, un estímulo para la producción de riqueza en Europa que los acabaría beneficiando. Sin embargo, la única alternativa concreta que plantean para el incremento de los presupuestos militares hasta ahora, y así será en el futuro, son los recortes de los gastos sociales y el aumento brutal de la deuda pública, cuyo pago finalmente siempre recae sobre las clases trabajadoras.
Parece ser que el Partido Demócrata, representante del imperialismo globalista, y sus aliados internacionales han decidido impulsar una ofensiva contra Trump en Europa, seguramente convencidos de que en EEUU no hay condiciones para ello de momento. Parece ser que existe un plan en varias fases en esa dirección, todo ello con la financiación generosa de las fundaciones vinculadas al conocido depredador financiero y social, Georges Soros, y cía. Las primeras declaraciones del que a todas luces será el próximo canciller alemán, Friedrich Merz, van en esa dirección, así como la presencia de los altos cargos de la UE en Kiev para apoyar a Zelensky frente a la ofensiva de la nueva Administración yanqui en su contra. Consideramos que esta línea de trabajo está condenada al fracaso, pero por desgracia va a suponer un incremento del sufrimiento para las clases populares de los diversos pueblos de los Estados de la UE y un retraso al alto el fuego en la propia Ucrania. Es de destacar cómo, siendo la URSS el único Estado de la época que dio apoyo activo al Régimen republicano, y siendo presa del anticomunismo que se generó a partir de los años 40 en todo el mundo occidental, es Pedro Sánchez quien se apresta a encabezar todas las maniobras contra la Rusia actual. Acabará pagando cara su infamia.
El resultado de las elecciones en Alemania es clarificador en cuanto a que una parte significativa de la sociedad no quiere seguir financiando una guerra que no les trae ningún beneficio y con la que no se sienten subjetivamente identificada. Los partidos que formaban parte del Gobierno (socialdemócratas, liberales y verdes) que impulsó hasta el hastío la complicidad alemana en la guerra contra Rusia han sufrido un tremendo varapalo, a pesar de que la participación ha sido la más alta desde la reunificación, dato a tener en cuenta. El partido AfD (Alternativa por Alemania), calificado -y sin duda así lo es en algunos aspectos- de extrema derecha, se opone radicalmente, al menos hasta ahora, a darle apoyo a esa guerra; este ha sido un motivo importante para su evolución electoral. Asimismo, Die Linke, que tampoco apoya la línea militarista sostenida con respecto a Ucrania, ha cosechado una subida importante, y el Partido BSW ha tenido unos resultados muy significativos para ser su primera participación en las Elecciones Federales. Los resultados provisionales le otorgan un 4,97%, quedándose fuera del reparto de escaños parlamentarios por tres centésimas, algo que ya veremos si se confirma en el recuento final. Sumando los votos de Die Linke y BSW se situaría casi en el 14% de los sufragios, muy cerca de los que ha obtenido el Partido Socialdemócrata (16,41%).

La situación política y social en Europa y el Estado español, cuestión que abordaremos con más detalle próximamente, es muy compleja y no se puede resolver con pintura de brocha gorda. Además de los aspectos más genéricos hay que entrar en detalles específicos para tener un panorama riguroso de la situación y, por tanto, poder intervenir en ella con ciertas garantías de éxito.
Izquierda Castellana, 24 de febrero de 2025
El pacto RUSIA – EEUU, ¿PARALELISMOS con 1939? (youtube.com)