La Unión Europea se ha quedado sin su «Primo de Zumosol»

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En nuestros últimos editoriales venimos comentando que Trump tiene su propia agenda bélica (no es, por supuesto, un “pacifista”), y que ésta no incluye -en la actualidad- la guerra que se está desarrollando contra Rusia, formalmente desde Ucrania, pero con la plena implicación de la OTAN.

Las recientes intervenciones de la nueva representación norteamericana, del Partido Republicano, a través del Vicepresidente, J. D. Vance y del Secretario de Estado, Marco Rubio, han dejado no solo desconcertada, sino profundamente soliviantada a la gobernanza del conjunto de países de la Unión Europea, y en alguna medida al propio Reino Unido. El Secretario General de la OTAN, el holandés Mark Rutte, ha tenido una actitud más equilibrada, seguramente condicionada por su cargo. El jarro de agua fría arrojado a la cara a toda la gobernanza europea, más que merecido, generó un ambiente de profundo enrarecimiento, e inicialmente de rechazo hacia la nueva política imperial de Donald Trump. Algunas cosas de las que J. D. Vance dijo en la cumbre de Seguridad en Munich son rigurosamente ciertas, pero a la élite dirigente de la UE, instalada en la mentira sistemática, le parece inaceptable que las pronuncie el portavoz de un “aliado” tan importante como son los EEUU. Especial molestia les ha causado su reflexión sobre la pérdida de calidad democrática en la Unión Europea (algo evidente) por los recortes a la libertad de expresión, con la excusa de combatir las mentiras (eso sí, solo aquellas que no manejan ellos mismos y que les son desfavorables); igualmente, les han desquiciado las críticas de la Administración estadounidense a la anulación de la primera fase de las elecciones presidenciales en Rumanía, después de haberlas ganado el candidato que desde la UE denominan “prorruso”; todo un ejemplo de “respeto” a la voluntad popular. La pérdida de las elecciones por parte del Partido Demócrata en EEUU -en esta ocasión no han podido evitarlo- ha tenido una seria repercusión en todo el mundo occidental y ha sido de muy difícil digestión para una buena parte de la dirigencia europea.

Christoph Heusgen, alto diplomático alemán, rompe a llorar durante el discurso de clausura de la Conferencia de Seguridad en Munich al recordar la postura de la nueva Administración estadounidense

Hace no mucho tiempo, de manera totalmente insensata, la clase dirigente de este continente y sus medios afines decían que a Rusia no le quedaban más que “tres telediarios”, o bien porque económicamente no podrían sobrevivir, o bien porque militarmente no iban a soportar las andanadas impulsadas desde Ucrania con la colaboración de los aliados occidentales, o bien porque habría un levantamiento popular en Rusia contra el Gobierno de Putin que llevaría a su destitución. Nada de esto ha sucedido, sino todo lo contrario: Rusia está ganando el conflicto en el terreno militar, como así reconocen todos los actores, a excepción de los auténticamente fanatizados; su economía se desempeña razonablemente bien y la guerra ha aumentado la cohesión social en ese país. La previsión sobre lo que iba a sucederle a Rusia le está sucediendo más bien a bastantes países de la Unión Europea, y a esta en su conjunto. En el caso de Ucrania, su liquidación es casi total.

La infravaloración de las capacidades de resistencia rusa en todos los planos ha sido un error cometido históricamente por aquellos que han intentado invadirla, derrotarla y conquistarla; es conocido el caso de Napoleón y aún más la bien documentada invasión de los ejércitos nazifascistas en 1941. Es del mayor interés recuperar algunos de los documentos que los altos organismos militares del III Reich hicieron en aquel momento, pues las interpretaciones erróneas se han repetido casi de forma mecánica durante estos últimos años en relación con el conflicto en marcha.

Algunos extractos del libro de William L. Shirer, Auge y Caída del III Reich:

“El carácter que presenta nuestra guerra contra Rusia es tal que debe excluir las maneras caballerescas. Se trata de una lucha entre dos ideologías, entre dos concepciones raciales. Importa, pues, llevarla con un rigor sin precedentes e implacable. Todos ustedes deben librarse de sus escrúpulos anticuados. Sé que no comprenden la obligatoriedad que tenemos de adoptar esta forma de hacer la guerra […] pero insisto formalmente para que mis órdenes sean cumplidas sin discusión. Los comisarios son portadores de ideologías totalmente opuestas al nacionalsocialismo. Por consiguiente, los comisarios deben ser liquidados. Los soldados alemanes culpables de contravenir las leyes internacionales de la guerra serán declarados inocentes […] La Unión Soviética no está adherida a la Convención de la Haya y no podrá reclamar.”

Sobre la conocida como Orden de los Comisarios, emitida por Hitler y trasladada a la tropa por el Alto Mando alemán, pp. 273-274.

“Al acabar las operaciones militares, concluía el Führer, la Unión Soviética sería «dividida en estados autónomos provistos cada uno de su propio gobierno»”.

p. 276

Como concluye Shirer:

El exterminio de la Unión Soviética era lo primero. El resto debía esperar. Hoy sabemos adónde le llevó esta obsesión y este inconcebible desatino estratégico en la época de la que hablamos -finales de mayo de 1941-.”

p. 272.

William L. Shirer, Auge y Caída del III Reich, vol. II, Editorial Planeta, 2010.

Shirer fue un periodista, corresponsal de guerra e historiador estadounidense del pasado siglo, anticomunista, pero racional y apegado a la objetividad.

El humano es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra. Y si ese animal está imbuido por la ideología idealista-imperialista, no sólo dos veces, sino todas en las que tenga oportunidad de hacerlo.

Las condiciones para el cambio de ciclo político y económico, que lleva varios años ya en marcha (actualmente a lo que estamos asistiendo es a su fase militar y resolutiva, aunque esta dure varios años), comenzó con el ninguneo de los acuerdos con Rusia a principios de los años 90, pensando que ésta ya no tenía capacidad de reacción. Como hemos relatado en otras ocasiones, algunos de los puntos clave de las negociaciones entre los líderes occidentales -EEUU, Reino Unido, Alemania, etc.- y los de la desarticulada Unión Soviética se centraron en el repliegue ruso y en la promesa de no-expansión (“ni una pulgada”) de la OTAN hacia el Este, compromiso incumplido por hasta cinco oleadas de extensión de la Alianza, generando graves tensiones con Rusia. Confundían de forma burda lo que era la posición de un personaje totalmente rendido a los intereses occidentales y alcoholizado, B. Yeltsin, con la auténtica realidad del pueblo ruso y su capacidad de recuperación y reconstrucción de un Estado a su nivel de potencia global.

Yeltsin compara su papel en Rusia con el del Rey durante la transición democrática en España – El País, 12 de abril de 1994

Yeltsin advierte del peligro de una guerra en Europa si la OTAN se extiende al Este – El País, 9 de septiembre de 1995

Yeltsin intenta tranquilizar a Clinton sobre la irreversibilidad de las reformas en Rusia – El País, 28 de enero de 1996

Trump y su Gobierno representan, sin duda alguna, un nuevo proyecto fascista, el nazi-sionismo. Cuando hemos hecho anteriormente esta caracterización ha sido siempre con una finalidad puramente política, no como un insulto o una consideración estética. Se trata de una definición ideológico-política precisa, de la que se extraen conclusiones que nos permiten luchar más eficazmente contra ese proyecto. Actualmente hay un uso abusivo del adjetivo “fascista”, muy especialmente por parte de aquellos que nunca lucharon contra ese tipo de Regímenes, incluyendo el fascismo español. Obviamente la Administración Trump miente, pero lo hace de forma estratégica, al servicio de la finalidad del proyecto que se traen entre manos, a diferencia de la forma de mentir sistemática y pueril, a “salto de mata”, que tienen las otras gobernanzas del mundo occidental, sin más objetivo que salvar el día a día de sus tretas cotidianas.

Con todos los indicios que tenemos, si observamos la realidad con cierto rigor y tenemos un conocimiento medianamente ajustado de la historia, parece obvio que el frente bélico que quieren impulsar en los próximos meses desde la alianza nazi-sionista (yanqui-israelí) es la guerra en Oriente Medio, con el objetivo de rediseñar de forma total el mapa en esa zona del mundo. También comentamos que las declaraciones de Trump sobre Gaza eran en cierta medida un señuelo para desviar la atención sobre lo que a medio plazo se juega realmente en ese escenario: que la hegemonía político-militar no pase de Israel a Irán y sus aliados, entre quienes está el pueblo palestino en lucha, especialmente Hamas y la Yihad Islámica. Es importante hacer análisis precisos, porque son los únicos que sirven para elaborar un diagnóstico veraz de la situación que estamos viviendo; y, a partir de ellos, articular líneas de lucha con las que apoyar eficazmente a la resistencia antiimperialista y antifascista frente al nazi-sionismo.

Hay otro escenario al que los EEUU le van a dedicar progresivamente el mayor esfuerzo: el de Extremo Oriente, esto es, a todo lo relacionado con China, con la que parece obvio que llegarán a confrontar de forma directa, tal como era igualmente evidente que la URSS sería invadida por los ejércitos nazis y sus socios. Por cierto, queremos dejar constancia aquí que el conjunto de Europa a finales de los años 30 y primeros de los 40, menos el Reino Unido, era aliado en mayor o menor medida de la Alemania hitleriana: la Italia fascista de Mussolini, la España de Franco, el Portugal de Oliveira Salazar, la Francia de Vichy (la otra estaba directamente tomada por los nazis), los países centroeuropeos, nórdicos y bálticos, etc. En una somera comparación, puede verse cómo todos estos países vuelven a estar unidos contra Rusia en la nueva alianza con vocación imperial europea.

El Departamento de Estado de los Estados Unidos ha eliminado la frase “no apoyamos la independencia de Taiwán” de su sitio web sobre las relaciones entre Estados Unidos, la República de China y Taiwán. Tal medida se considera ahora un paso importante hacia el abandono de la entonces vigente «política de una sola China».

¿Qué es lo que ha fallado en Europa? Europa no ha sabido interpretar la evolución de los tiempos. Todas sus esperanzas se depositaron en que ganase las elecciones estadounidenses la representante no sólo del Partido Demócrata, sino del conjunto de intereses corruptos del capitalismo global. Su incapacidad interpretativa les ha impedido adoptar líneas medianamente correctas para intervenir sobre la realidad. Podemos comprobarlo en los análisis de los comentaristas de cualquier medio, especialmente en el Estado español; y no nos referimos a los mediocres de siempre, sino a aquellos que han gozado de cierto prestigio por su capacidad intelectual y que manejan un cierto nivel de conocimientos sobre la realidad y la historia. Nos parece de especial interés citar el artículo de Enric Juliana, «Estados Unidos contra Europa«, publicado en La Vanguardia, en el que demuestra seguir sin entender lo que está sucediendo.

El momento que vivimos es muy crítico, especialmente para todas aquellas estructuras políticas e ideológicas que se han situado a la cabeza de la defensa de los pseudovalores impulsados en los últimos años por el Partido Demócrata Americano y sus aliados en Europa. Aunque inicialmente éstos parecían sonar muy bien, se demostró con rapidez que eran una trampa para seguir haciendo lo de siempre: desde las medidas inservibles contra el cambio climático, ciertamente existente, hasta todo lo relacionado con la filosofía queer, pasando por el intento de reforzar sociedades idiotizadas y preocupadas exclusivamente por problemas de ámbito individual, que no solo renuncien, sino que también rechacen cualquier planteamiento de tipo colectivo.

Ciertamente los próximos años van a ser difíciles para las clases populares; si los países de la UE se empeñan en seguir alimentando la guerra contra Rusia llevada a cabo a través de Ucrania, incrementando los presupuestos militares, algo evidente después de la reunión en París, ésto conllevará recortes aún mayores de los vividos hasta ahora en los servicios públicos y en todos aquellos presupuestos dirigidos a sostener la calidad de vida de la población; pero también supondrá entrar en una fase en que se abren, se han abierto ya de hecho, espacios más que significativos para la lucha, el avance y la transformación social y política. Como venimos reiterando, la clave está en la utilización del pensamiento racional y el rigor analítico a la hora de construir líneas de acción.

Gestos serios durante la Cumbre de París del 17 de febrero, exceptuando a un sonriente Mark Rutte, Secretario General de la OTAN

La reunión urgente de París, convocada el lunes 17 de febrero, tuvo la finalidad de ver qué hacían los Estados que han sido (legítimamente) marginados por EEUU y Rusia de un proceso de negociación sobre el alto el fuego en Ucrania. Como decía en unas declaraciones el Ministro de Asuntos Exteriores ruso, S. Lavrov, “¿Qué pueden aportar en una reunión para negociar una tregua aquellos que están rotunda y explícitamente por la continuidad de la guerra?” Ucrania también ha sido excluida en esta primera fase. Los voceros de la dirigencia europea han puesto el grito en el cielo, y no han alegado más que méritos para estar en primera línea en esas conversaciones. No se quieren acordar ya de cuando excluían a Rusia de forma sistemática de las conversaciones impulsadas por Ucrania, así como de todas las reuniones de carácter internacional para tratar cualquier cuestión; el último ejemplo está en los actos de conmemoración de la liberación del campo de Auschwitz por las tropas soviéticas, durante los que no tuvieron el menor complejo de apartar a Rusia. Quizás los emisarios de Trump y Putin actúan con brusquedad y poca finura, pero en Europa se olvidan de su propia brutalidad en situaciones comparables. Aquello de ver la paja en el ojo ajeno, y no la viga en el propio, sigue siendo una constante.

Este encuentro en París ha servido para demostrar la incapacidad de Europa (la UE más el Reino Unido) para funcionar con autonomía estratégica. Era totalmente previsible, pero se ha evidenciado de manera descarnada. Aún por encima esa reunión ha generado tensiones con los países que no estaban invitados. Como se ha podido comprobar, en cuanto tienen ocasión, practican la misma filosofía política hacia sus socios que la que critican sobre EEUU y Rusia a nivel global. Quizás lo de mayor interés, de todo lo conocido, es el comentario de Schölz, canciller alemán, rechazando una “paz impuesta”, una “paz diktat”, concepto relacionado con la Paz de Versalles firmada después de acabada la Primera Guerra Mundial y todos los problemas que trajo consigo. La situación de la Ucrania actual y la de Alemania al final de la I Guerra Mundial no son comparables, pero hay algo que resulta totalmente rechazable, y que se corresponde con una política estrictamente imperialista: el intento de Trump de hacerse con el control de todas las riquezas de Ucrania, especialmente de sus “tierras raras”, como pago de guerra, es decir, como pago por las armas y ayudas que recibieron de los EEUU durante este periodo de conflicto militar. Pasará algún tiempo hasta que se plantee en serio la reconstrucción de Ucrania, pero en su financiación deberían de participar todas las fuerzas y países occidentales que la empujaron a la guerra. Lo demás es pura hipocresía. El Golpe del Maidán de 2014, el incumplimiento de los Acuerdos de Minsk y las reiteradas matanzas en los territorios de población rusófila del Donbás desencadenaron la intervención rusa.

Como decíamos, la única conclusión clara y unánime de la reunión de París, que además se verá inmediatamente implementada, es el aumento de los presupuestos militares a expensas de recortes de los servicios públicos y sociales. Por lo pronto, las empresas armamentísticas en Europa “curiosamente” tuvieron una subida espectacular en bolsa coincidiendo con la Cumbre.

Izquierda Castellana, 18 de febrero de 2025

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