Unas consideraciones iniciales sobre el segundo mandato de Trump

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En primer lugar, creemos que es de interés señalar el relativo aislamiento internacional que se puso de manifiesto en el acto de posesión del lunes día 20 de enero, que contrasta con el cada vez mayor apoyo interno. Algunos de los invitados declinaron su asistencia por diversas razones, como es el caso del Presidente de la República Popular de China, Xi Jinping, que estuvo representada por el vicepresidente Han Zheng. El Primer Ministro indio también declinó la invitación, a pesar de las aparentes buenas relaciones previas. Lo mismo sucedió con el Primer Ministro de Hungría, que justificó su inasistencia por problemas de agenda. Los que sí estuvieron, pero en un papel muy secundario, fueron la Primera Ministra italiana, Giorgia Meloni, y el líder de Vox, Santiago Abascal, del que no se vio imagen alguna. Seguramente esta escasa presencia europea tiene una estrecha relación con el poco interés del nuevo presidente hacia este continente, al menos mientras se mantenga su actual configuración política. También asistieron los líderes de la reacción venezolana, Juan Guaidó y Edmundo González, que no tuvieron brillo alguno en la ceremonia, así como los actuales Presidentes de Argentina (también con escasa notoriedad), El Salvador y Ecuador. Esa fue toda la representación de Latinoamérica. Hay que recordar que Bolsonaro, que estaba invitado y tenía intención de asistir, no pudo hacerlo por sus problemas legales en relación con el apoyo al intento de Golpe de Estado contra Lula. Fue, en síntesis, una “ceremonia doméstica”, eso sí, con una presencia más que significativa de los nuevos multimillonarios de los EEUU de Norteamérica, que esperan que su apoyo pleno al proyecto de Trump les produzca sustanciales dividendos y beneficios particulares.

Nos parece de interés apuntar, por otra parte, algunas de las diferencias con respecto a su primera etapa como presidente de los EEUU, al menos en cuanto a lo visto hasta ahora. Parece que Trump tiene una mayor definición de su proyecto político y, sobre todo, que ha sido capaz de conformar un equipo aparentemente más cohesionado y preparado que el que tuvo durante su primera presidencia. Ha conseguido articular un bloque de poder dentro del Sistema capitalista norteamericano, una fracción en la que se han integrado los representantes de los sectores tecnológicos, así como del negocio de las criptomonedas y el “ubernegocio”, en un principio de forma tímida y finalmente con pleno entusiasmo.

Un momento durante la toma de posesión de Trump

Trump se ha ratificado en su discurso en un pensamiento claramente nazi-fascista. Cuando empleamos esa definición no lo hacemos en un sentido insultante, sino en uno estrictamente político: su proyecto político se corresponde formalmente con aquellos proyectos que representaron o representan al nazifascismo, entendiendo éste como la forma de dominación política de los sectores de la oligarquía económica y financiera del capitalismo mediante el empleo de métodos autoritarios y prescindiendo todo lo posible de cualquier contenido democrático. Y ello, por supuesto, utilizando al máximo la propaganda como herramienta para mantener alienados a los mayores sectores posibles de la población. Salvando todas las distancias, en la construcción de ese “nuevo poder político” en EEUU se pueden encontrar algunos paralelismos con lo que fue la constitución del Partido Nacional-Socialista en Alemania.

Algo que llama la atención de los medios de comunicación tradicionales del sistema imperialista es el uso de las redes sociales para extender su “ideario político-ideológico”, es decir, su relato. Por supuesto que las redes sociales son una herramienta que el “nuevo fascismo” utiliza profusa y exitosamente, pero ello es porque las ideas que se trasladan desde el capitalismo-imperialismo a través de medios tradicionales han perdido credibilidad y capacidad de enganche ante amplios sectores sociales, especialmente entre la juventud y las clases trabajadoras. El mérito de tal cuestión no le corresponde tanto al neofascismo como a los partidos y organizaciones sociales que representan al capitalismo tradicional, que están pagando sus engaños, manipulaciones y la falta de cumplimiento de sus promesas. Los medios de comunicación-manipulación protagónicos en los años 30 del siglo pasado -radio y cine- también fueron empleados a fondo para promocionar al nazifascismo.

«Mi principal esfuerzo ha sido despojar a nuestras relaciones con Francia de toda huella de mala voluntad y hacerlas tolerables para ambas naciones […] Alemania no tiene ya reivindicaciones contra Francia […] Ni siquiera he querido mencionar la cuestión de Alsacia-Lorena. Siempre he expresado a Francia mi deseo de enterrar por siempre nuestra vieja enemistad y aproximar a estas dos naciones que tienen ambas un pasado tan glorioso […]». Fragmento del discurso de Hitler el 8 de octubre de 1939 en el Reichstag, recogido en Auge y caída del III Reich, de William L. Shirer (p. 31, vol. 2).

A los pocos días los ejércitos nazis invadieron Francia.

Montaje de Hitler sostenido por la economía capitalista, del artista comunista John Heartfield

A lo largo de estos años, Trump, en una estrategia parece que bastante bien elaborada y exitosa, ha conseguido deslegitimar en buena medida el sistema político-mediático en los EEUU. Este proceso comenzó con la deslegitimación de la proclamación de Biden como presidente en el año 2021 por un teórico fraude en las elecciones presidenciales del año anterior; aunque no consiguieron impedir el acceso al poder del Partido Demócrata, sí que generaron un interrogante entre un amplio sector de la sociedad sobre tal cuestión, que según algunos sondeos llegó a ser mayoritario.

El Partido Republicano en su nueva versión, dirigido por Trump y su equipo, ha conseguido significativos avances en el control institucional de los EEUU, tal como los logró el Partido Nacional-Socialista durante la República de Weimar en la Alemania de los años 30 del siglo XX, lo que, en combinación con otras cuestiones, permitió su pleno acceso al poder. Aparte de la propia Presidencia, la Cámara de Representantes y el Senado, en los que el Partido Republicano tiene mayoría, también cuentan con el control del Tribunal Supremo, institución clave en los EEUU. Tenemos el interrogante, que se irá despejando, sobre cuál es su influencia real en el Ejército, y en general en las instituciones armadas; en principio parece que el Partido Demócrata sigue manteniendo cierta hegemonía aún sobre estos campos, pero no es improbable que las cosas evolucionen.

Viñeta de 2015 sobre la posible llegada de Trump a la Casa Blanca

Otro dato significativo es el relativo a la actitud de las grandes cabeceras de los EEUU: el New York Times ha pasado del apoyo a Kamala Harris y de una gran beligerancia hacia Trump durante el proceso electoral, a una actitud acomodada al hecho de que éste ya sea Presidente de los EEUU; el Wall Street Journal, que era el medio que habitualmente defendía las posiciones del Partido Republicano durante la campaña, tiene ahora una posición más crítica hacia Trump; en cuanto al Washington Post, es conocido el hecho de que, rompiendo su tradición, en las últimas elecciones no se pronunció a favor de ninguno de los candidatos, adoptando una teórica posición de neutralidad. No hay que extrañarse en absoluto, al fin y al cabo el poder tiene profundas influencias sobre todos los agentes, muy especialmente sobre los medios de comunicación.

Los EEUU están atravesando una tremenda crisis económica, extensible al conjunto del Sistema capitalista internacional. Es esencialmente una crisis de la deuda. Hasta ahora, lo que han hecho sin límite alguno, porque son los que tienen mayor poder para esta actividad, ha sido tirar de la máquina de hacer dólares. El endeudamiento público -y el endeudamiento general- de los EEUU es brutal, aunque de momento no les está pasando una grave factura; por supuesto, todo llegará.

Durante los primeros días tras la victoria de Trump asistimos a una subida vertiginosa, y por tanto irreal, del valor del Bitcoin, proceso que no sólo se ha estancado desde hace unas semanas, sino que ha empezado a retroceder. En los últimos días Trump, en lo que sin paliativos es una operación especulativa, ha impulsado una criptomoneda -$TRUMP, una “memecoin”- que no tiene utilidad transaccional o valor real en el mercado, sino que es un simple valor simbólico. Esa creación virtual ha obtenido un incremento vertiginoso en unos pocos días, sin que haya nada real que sustente esa subida. Como decía el poeta del Siglo de Oro castellano Francisco de Quevedo, “sólo un necio confunde valor y precio”.

La economía especulativa, y dentro de ese marco las criptomonedas, van a ser una de las herramientas que más va a impulsar el nuevo Gobierno de Trump. Para quienes tienen una mínima cultura general sobre cuestiones económicas no es difícil comprender que las criptomonedas no representan nada real, sino que son exclusivamente una expresión sofisticada de la economía especulativa, y que únicamente se mantienen mientras ésta funcione. Se podría hacer un paralelismo bastante interesante con lo que fue la burbuja-economía de los tulipanes en los Países Bajos en el siglo XVII.

En política internacional, Trump ha exteriorizado hasta ahora sus intenciones sobre Groenlandia, el Canal de Panamá, Canadá y, por una vía indirecta, México.

En el caso de Groenlandia, no será complicado que finalmente consiga algún tipo de acuerdo de interés para los EEUU, en concreto para la fracción económica que está detrás del Partido Republicano; el vínculo de la isla con Dinamarca es débil y conflictivo, y la población groenlandesa (57.000 habitantes) es muy reducida y no difícilmente manipulable. Parece que las cosas van por ahí, aunque no es previsible que Rusia acepte que los EEUU se hagan de una forma completa -o casi- con el control de Groenlandia. Esa cuestión a medio plazo seguramente supondría la reactivación de las tensiones entre Rusia y EEUU, esta vez por causas muy precisas y de carácter estratégico, con capacidad de ser un casus belli, es decir, de desencadenar un conflicto militar. La zona del Ártico es una zona de primer orden y lo será aún más en el inmediato futuro.

En el caso de Canadá, habrá que esperar para ver cómo evolucionan las cosas. Un sector mayoritario de la población es de cultura anglosajona, pero existe una minoría francófona que ha venido reiterando a lo largo de la historia su voluntad de separarse del conjunto del país. Seguramente una presión que sea compartida por sectores de la fracción anglosajona de Canadá intensifique esa cuestión de fondo a favor de la separación de Quebec. Francia, y posiblemente algunos otros países europeos, no estarían descontentos con ese proceso, y le darían su apoyo siempre y cuando se mantuviese dentro de los parámetros de lo que se entiende por “democracias liberales”.

En el caso del Canal, parece que habrá una sólida resistencia del pueblo panameño y de amplios sectores de la opinión pública latinoamericana frente a la recuperación de éste por parte de los EEUU, aun por encima utilizando argumentos falaces.

Otra cuestión, que se mueve entre los ámbitos de la política interior y la exterior, y que afecta de forma muy importante y singular a México, tiene como argumento la inmigración. Trump ha firmado ya un decreto para la expulsión de millones de seres humanos que viven y trabajan de forma «ilegal», pero con gran provecho para la economía de EEUU y para el capitalismo norteamericano. Serán entregados a México aunque provengan de cualquier otro país de Latinoamérica. El proceso, que parece que se va a iniciar inmediatamente, llevará consigo tremendos abusos y el incremento de la sobreexplotación de los inmigrantes; sabemos bien cómo funcionan esas cosas. Esto ha encontrado su contrapunto en la nueva presidenta de México, que es la voz en el mundo occidental con mayor autoridad y capacidad intelectual para desmontar los argumentos perversos del nuevo nazifascismo encarnado en Trump. Claudia Sheinbaum ha anunciado que todos los consulados mexicanos en EEUU se pondrán al servicio de la defensa de los derechos de los inmigrantes. No deja de ser curioso que Trump, a pesar de lo molesta que le resultará esta cuestión, trata a Sheinbaum con más respeto que a cualquier otro dignatario del mundo occidental con los que ha confrontado.

Viñeta de El Roto

En cuanto a las guerras, Trump tendrá su propia agenda militar, que no tardaremos en conocer. Por supuesto, ni es un pacifista ni va a traer la paz al mundo; esa creencia sólo puede provenir de ingenuos con más o menos convicción u oportunismo sobre ello. Cuestión diferente es que no le interesen algunas de las guerras arrastradas desde hace años, muy especialmente la que se desarrolla en Ucrania, impulsada por el Partido Demócrata y sus aliados en la UE, entre los que se encuentra el “Gobierno de Progreso” español. Trump promoverá una recomposición de su estrategia militar para centrarse en aquellas guerras que más le interesan, tal como es el escenario chino y otros que progresivamente se irán viendo. Lo que es evidente es la existencia de esa agenda, pese a que aún no haya sido desvelada, seguramente porque sus apoyos en el Ejército todavía no están claros y consolidados. No se puede tener una política militar bien definida y explícita hasta que no se cuente con el apoyo suficiente de los aparatos militares del Estado.

Tal como queda claro en este editorial, la nueva presidencia de Trump nos introduce de lleno y rápidamente en un nuevo escenario internacional -que por otra parte, tiene en buena medida continuidad con el anterior- caracterizado por su naturaleza nazifascista. Esa circunstancia condicionará en bastante medida nuestra estrategia y tácticas políticas. Entramos sin género de dudas en una fase de lucha en que el antiimperialismo y el antifascismo están intrínsecamente asociados. 

Izquierda Castellana, 21 de enero de 2025  

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