
Yoon Suk Yeol se ha convertido este miércoles en el primer mandatario surcoreano detenido mientras ocupaba la residencia presidencial. El presidente destituido “por rebeldía” por el Parlamento se había atrincherado en dicho complejo y se negaba a atender las órdenes de arresto, protegido por doscientos de miembros de la guardia presidencial, además de soldados.
Antes de las once, hora coreana, Yoon era conducido a la sede de la Oficina de Investigación de Corrupción de Altos Cargos, que ya ha empezado a interrogarlo por su proclamación de la ley marcial, hace 43 días.
Antes de entregarse, Yoon Suk Yeol grabó un mensaje en vídeo, luego difundido por sus colaboradores. En él considera “ilegal” su detención, a la que dice someterse con el único objetivo de “evitar una sangría”, en el encaramiento entre la guardia presidencial y los investigadores de la oficina anticorrupción.
En este segundo intento, estos últimos superaban ampliamente a los primeros, arropados por cerca de tres mil policías, que se plantaron frente al complejo presidencial poco después de las cuatro de la madrugada.
Los agentes tardaron dos horas y media en despejar la resistencia pasiva de la guardia presidencial, parapetada en tres barricadas consecutivas, formadas por autobuses y otros vehículos, blindados incluidos. Esta vez los investigadores acudieron con escaleras. Asimismo, desde altavoces, se advertía de que quien intentara boicotear la orden de detención sería detenido.
No se dio el caso, ya que ayer se intensificaron los contactos para evitar el choque de legitimidades y el derramamiento de sangre. También el actual presidente de la República de Corea, el viceprimer ministro Choi Sang Mok, había llamado a evitar un enfrentamiento que abochornase al país. “El mundo nos mira”.
Fuera del perímetro, una veintena de diputados de su Partido del Poder Popular y unos seis mil seguidores a ultranza asistían impotentes al desenlace, aguantando temperaturas bajo cero. Se trata en su mayoría de jubilados acarreados por iglesias evangélicas y de anticomunistas furibundos. Todos ellos dan crédito a las teorías de la conspiración difundidas por youtubers ultraderechistas y luego reproducidas por Yoon Suk Yeol para justificar su autogolpe.

Incondicionales de Yoon han empezado a congregarse frente a la Oficina Anticorrupción, donde esta siendo interrogado, agitando banderas de EE.UU. y carteles con el lema trumpiano “Alto al robo”
Este no acudió ayer martes a la primera vista del proceso que, en el Tribunal Constitucional, examina si su destitución votada por más de dos tercios del Parlamento se ajustó a derecho. La sesión duró apenas cuatro minutos debido a su incomparecencia.
El derechista Yoon Suk Yeol rompió con la tradición de que la residencia presidencial fuera la histórica Casa Azul, trasladándose desde el principio de su mandato al perímetro de instalaciones del ministerio de Defensa. El edificio que ha terminado siendo su última trinchera está justo enfrente de la mansión oficial del general Kang Shin Chul, número 2 del Comando de Fuerzas Combinadas Corea-EE.UU, solo por detrás de su superior estadounidense.

Jubilados evangélicos y veteranos anticomunistas conforman la infantería civil que todavía defiende al presidente golpista y sus teorías conspiratorias
Este general “cristiano” -así lo define la web de dicho comando- tuvo un viaje de trabajo a Estados Unidos la semana anterior a la declaración de la ley marcial. Asimismo, esa misma semana, el ministro de Defensa de Ucrania estuvo en Seúl para renovar su solicitud de armamento ante su homólogo surcoreano, Kim Yong Hyun -hoy detenido como inspirador de la ley marcial- y el propio presidente Yoon (que ahora debe responder por proclamarla y por mandar a fuerzas de élite a violentar la Asamblea Nacional, según él, poco menos que un nido de norcoreanos.
Todo ello, el mismo mes en que la embajada de Estados Unidos, en el kilómetro cero de Seúl, quedaba vacante. De hecho, las autoridades diplomáticas estadounidenses manifestaron su sorpresa -que no condena- por la anacrónica ley marcial, que devolvía a Corea del Sur a 1979 (esta vez, de forma inédita, con un civil al timón).
La democracia surcoreana, en cualquier caso, demostró que sus cimientos, consolidados a lo largo de más de tres décadas, le dan capacidad de respuesta. Esta empezó la mismo medianoche del golpe, en la Asamblea Nacional, con la valentía de los diputados de la oposición, que Yoon había ordenado que fueran “arrastrados fuera, de uno en uno”. Esa noche también se cortó la electricidad -y el agua- de todos los medios críticos con Yoon Suk Yeol, que iban a ser requisados.

Un canal de noticias reemite el vídeo-mensaje de Yoon Suk Yeol, grabado poco antes de su detención y difundido por sus colaboradores. Mira la pantalla un pasajero de trenes en la Estación de Seúl.
Estos fueron arropados por una multitud de civiles, en el exterior del parlamento. En días sucesivos, concentraciones de hasta un millón de coreanos de todas las generaciones -con una inesperada presencia masiva de jóvenes y de mujeres- presionaron a favor de la destitución del presidente golpista.
Todos ellos, como el resto del mundo, han contemplado con estupefacción los nuevos episodios de insubordinación del presidente depuesto, con amenazas veladas de guerra civil y llamamientos a “luchar hasta el final”. No en vano, en los últimos días ha habido en Corea del Sur fuerzas de seguridad en trincheras opuestas, contra el principio elemental de que un Estado se define por el monopolio de la violencia.
En cualquier caso, las sombras de Corea del Norte, Rusia y Ucrania vuelven a sobrevolar, como globos de basura, la política surcoreana. De hecho, la sorprendente y ajustada victoria de Yoon Suk Yeol en las presidenciales de marzo de 2022 se produjo bajo el impacto de la invasión rusa de Ucrania, quince días antes. El pasado fin de semana, el presidente ucraniano en funciones, Volodímir Zelenski, exhibió a dos presuntos prisioneros de guerra norcoreanos, capturados en el oblast ruso de Kursk (con documentación de la república de Tuva, en la Rusia asiática donde también viven, desde hace generaciones, más de 150.000 rusos de etnia coreana).