
Aunque quedan muchas cosas por ver, y la realidad en Siria y en Oriente Próximo seguirá dando muchas vueltas, el episodio al que hemos asistido en las últimas semanas -y aún en marcha- no ha supuesto la victoria de ningún proyecto libertador o más progresista que el existente hasta estos momentos en la República de Siria, ni tan siquiera una situación de paz, sino la imposición de proyectos vinculados al imperialismo (eso sí, en más de una versión).
Desde diferentes espacios se hacen consideraciones sobre la rapidez de la caída, sin apenas resistencia militar, del Régimen sirio. Éste llevaba resistiendo al menos trece años contra la intervención directa o indirecta del imperialismo occidental en su territorio, a través de los EEUU y el Estado de Israel, o bien, de forma más solapada, a través del Estado turco. Ciertamente estos trece años de resistencia política, mediática y militar han tenido que suponer un deterioro de la capacidad de resistencia del Régimen sirio, así como de la población en general. Estas últimas semanas se dio el “último empujón” para conseguir su derrota, con un gran protagonismo de los Estados turco e israelí, por supuesto, con la cobertura estadounidense y británica.
¿Podrían haber ofrecido más resistencia las fuerzas políticas y militares que defendían al Estado sirio vigente hasta hace unas semanas? Ni lo sabemos ni nos atrevemos a dar una respuesta sobre ello, y nos parece una auténtica osadía hacer ese ejercicio desde aquí. Lo que sí podemos y debemos hacer es reflexionar sobre qué fuerzas han confluido para la caída del Régimen sirio y las perspectivas que se ofrecen a partir de ahora.
Ataques aéreos israelíes destruyen bases y almacenes del Ejército Árabe Sirio por todo el país, sin ninguna oposición de las nuevas autoridades sirias.
Siria fue el último Estado en caer ante la presión del imperialismo occidental, muchos años después de Irak y algo más de una década después de Libia. La presencia turca a través de las milicias de Hayat Tahrir al-Sham (HTS) y del Ejército Nacional Sirio (ENS) ha sido definitoria del escenario, así como la intervención de los ejércitos sionistas (muy especialmente después de la caída del Régimen). ¿Por qué Israel se está empeñando en liquidar -desgraciadamente, con aparente éxito- prácticamente todo lo que quedaba del Ejército Árabe Sirio mediante bombardeos aéreos? La interpretación no parece demasiado difícil: probablemente en Siria, tal como ocurrió en Irak, surgirá con el paso del tiempo una resistencia del propio pueblo contra lo que se puede denominar, sin temor a equivocarse, la invasión extranjera (turcos, israelíes y yanquis). Si esa resistencia no tiene acceso a recursos militares, tendrá más dificultades para ponerse en marcha. La resistencia, en cualquier caso, acabará desarrollándose y encontrando recursos por vías muy diversas. La intervención de Israel tiene además una base claramente expansionista, que Netanyahu nunca ha disimulado, y que de momento se concreta en la invasión sionista sobre territorios cercanos a los Altos del Golán, ocupados en 1967 y anexionados ilegalmente en 1981, pero ya veremos si se queda ahí o sigue avanzando en la anexión de territorios.
En 1916 se firmó el Acuerdo de Sykes-Picot, conocido oficialmente como “Acuerdo de Asia Menor”. La I Guerra Mundial estaba en curso, y el Imperio otomano había conformado una alianza con Alemania y Austria-Hungría, conocida como la coalición de los Imperios Centrales. Las potencias imperiales más importantes en aquel momento que luchaban contra ellos, Francia, Gran Bretaña y Rusia, llevaron a cabo el reparto de áreas de control y de influencia, aún sobre el papel, de una buena parte de los territorios que pertenecían al Imperio otomano, entre ellos lo que hoy es Siria, Líbano, Irak, Jordania, Kuwait y Palestina. La irrupción de la Revolución Bolchevique en 1917 hizo que Rusia se desligara de ese acuerdo como una forma de expresar su rechazo a las políticas imperialistas del reparto de países. Además de ello, el entonces Comisario de Asuntos Exteriores del Poder Soviético, León Trotsky, filtró el Tratado a los periódicos rusos Pravda e Izvestia, siendo publicado posteriormente en el diario británico The Manchester Guardian a finales de noviembre de 1917. El conocimiento público de ese atropello contra los derechos de los pueblos supuso un escándalo, pero ello no fue óbice para que el Reino Unido, el país imperialista con mayor fuerza en aquel momento, y Francia, el segundo en esa jerarquía, siguieran adelante con sus proyectos y los materializasen nada más finalizada la Guerra Mundial.

Resulta toda una expresión de ignorancia o de incapacidad, o seguramente una mezcla de ambas cosas, que en los análisis que la prensa española hace sobre la actual situación en Siria y en la zona, muy especialmente en relación con la intervención turca, no se haga ninguna reflexión sobre esta cuestión. Es obvio que Turquía pretende recuperar de una forma u otra su influencia y poder sobre algunos de los territorios que pertenecieron al Imperio otomano. Pero la prensa española, El País a la cabeza, prefieren dedicarse a criminalizar al Régimen caído. Desde nuestro punto de vista, el Régimen no era “la maravilla de las maravillas”, y tenía muchos aspectos criticables, pero poseía algo de una gran importancia: el objetivo de mantener la soberanía y la integridad territorial de la República Árabe, así como una actitud claramente antiimperialista en la zona, apoyando a la resistencia palestina. De hecho, como hemos comentado en editoriales anteriores, Siria era un agente clave para el transporte de todo tipo de ayuda, incluyendo la militar, entre Irán y Líbano.
Lo del Grupo PRISA es patético. Su alineamiento con las posiciones más reaccionarias del imperialismo es difícilmente superable. Si comparamos las informaciones que se vierten en los medios dependientes de ese grupo con los análisis que aparecen en el New York Times o en el Wall Street Journal, encontraremos que éstos últimos son mucho más ponderados. Desde luego, el futuro del Régimen del 78 está estrechamente vinculado a la reproducción de la mentira y al refuerzo de una ficción, tal cuál son las bondades de la Segunda Restauración Borbónica. Se están jugando sus garbanzos, y eso se nota.
Iremos observando el grado de conflictividad que van a generar los proyectos expansionistas e imperialistas -el sionismo y el panturquismo- en su actuación sobre Siria. Seguramente se generarán grandes tensiones entre ellos, y aunque intentarán evitarlo, no es descartable que se puedan materializar en un conflicto abierto. Finalmente nos encontraremos con un reparto del actual territorio sirio entre Turquía y el Estado de Israel, amparado por el imperialismo occidental, bajo uno u otro formato. Esta situación conllevará unas circunstancias favorables para el impulso de la resistencia del pueblo sirio contra este nuevo formato de dominación colonial. A medio plazo, el conflicto por la liberación anticolonial del pueblo sirio está asegurado.
Izquierda Castellana, 16 de diciembre de 2024