
La Reina Grimhilde encarna a la madrastra de Blancanieves en el conocido cuento recopilado por los hermanos Grimm en su libro Cuentos de la infancia y del hogar, publicado en 1812, y que la factoría Disney llevó a la pantalla algo más de un siglo más tarde ampliando su popularidad. La descripción de la personalidad de la Reina Grimhilde que aparece en Wikipedia la considera como “una mujer cruel, fría, despiadada, arrogante, sarcástica y extremadamente vanidosa”. La Reina interrogaba a su “espejo mágico” cada mañana sobre quien era la mujer más bella del reino, y éste le respondía insistentemente que ella, hasta que un día, después de reafirmar su suprema belleza, añadió: “pero hay otra más bella que tú”, refiriéndose a su hijastra Blancanieves. Entonces simplemente decidió matarla. La evolución del resto del cuento es bien conocida.
En el caso de Pedro Sánchez, cuyos rasgos de personalidad reúnen importantes similitudes con los de la Reina Grimhilde, la decisión fue cambiar el espejo. Construir un espejo trucado a su medida, que no es ni más ni menos que el actual CIS. Éste lleva varios años organizando sondeos de opinión a la medida de Sánchez, que fallan reiterada y estrepitosamente. Eso sí que es sin género de dudas un auténtico “fake”, estructurado y sistemático, y lo que es peor, financiado por el erario público, con el dinero de nuestros impuestos. Si Sánchez fuera mínimamente sincero cuando habla de que hay que desenmascarar las “fábricas de mentiras”, lo primero que tendría que hacer es cambiar al director del CIS, Tezanos, nombrado por él mismo.

Desde hace algún tiempo, pero especialmente en los últimos meses, Pedro Sánchez viene refiriéndose a lo que denomina herramientas de manipulación de la opinión pública (el fango). No seremos nosotros/as quienes cuestionemos que desde hace muchas décadas la manipulación de la opinión pública es sistemática y habitual en el Estado español, así como que cada vez ésta tiene unas derivas más peligrosas.
La Transición española fue un auténtico “fake”, un engaño al conjunto de la sociedad, sustentado por la mayoría de los medios de comunicación y organizaciones políticas y sindicales del momento. No hay más que recordar la apología de Juan Carlos I y el pleno blindaje que se hizo de su figura durante décadas ante cualquier crítica. Nuestra organización fue procesada por publicar y distribuir un cartel con el lema “Este rey fue nombrado por Franco y es cómplice de los últimos crímenes del franquismo”. La causa fue archivada cuando, después de conocer este procesamiento, respondimos que demostraríamos la total veracidad de tales afirmaciones durante el transcurso del juicio. El responsable del juzgado de la Audiencia Nacional que nos procesó no era otro que Baltasar Garzón. Las mentiras sistemáticas y reiteradas sobre Juan Carlos I eran necesarias para el bloque dominante en aquellos momentos. Cuando su imagen se hizo imposible de sostener, se indujo la abdicación de éste en su hijo, Felipe VI, sobre cuyas fechorías -y las de Letizia y la descendencia de ambos-, mantienen en la actualidad una similar posición que la que tuvieron entonces con Juan Carlos. Se trata de sostener a cualquier precio a la monarquía impuesta por el franquismo.

Otra mentira sistemática y sostenida en el tiempo, complementaria de la que acabamos de señalar, es la de que en el Estado español hubo un auténtico proceso constituyente que condujo a la puesta en vigor de la Constitución de 1978, y que en ese proceso se realizó una consulta en la que ya iba implícita la forma de Estado (Monarquía o República). Saben que es perfectamente falso, pero intentan encubrirlo aludiendo a que se hizo un referéndum sobre la Constitución antes de que ésta entrara en vigor.
Por citar otra de las mentiras de mayor trascendencia, podemos recordar la justificación para la invasión de Irak en 2003, ni más ni menos que “la existencia de armas de destrucción masiva”, algo que incluso se debatió en la ONU por iniciativa de los EEUU. Aquel episodio se recoge razonablemente bien en la película “Secretos de Estado”. Por esa mentira global aún nadie ha pedido disculpas, ni cabe esperar que lo hagan en el futuro.
Una de las últimas grandes mentiras y manipulaciones, en las que Pedro Sánchez ha estado en primera línea, ha sido la legitimación del apoyo a la guerra de la OTAN contra Rusia en Ucrania, obviando todos los compromisos a los que los países occidentales habían llegado con la URSS cuando ésta estaba en proceso de disolución; era evidente que el incumplimiento reiterado de esos acuerdos acabaría por tener graves consecuencias.
Además de las mentiras, están las medias verdades, a menudo peores que las primeras; y junto a ellas, la perfectamente inducida actividad para limitar la capacidad cognitiva de la gente en la interpretación de la realidad, algo que no para de provocar nuevas sorpresas en la dirigencia del mundo occidental, que también se ve afectada de forma severa por esa actividad incapacitante. El último ejemplo lo tenemos en su asombro ante el resultado en la primera vuelta de las elecciones en Rumanía. Acostumbran a resolverlo todo por la vía de la criminalización del diferente. Los candidatos que no apoyan la guerra son, en sí mismos, “expresiones del avance del fascismo” en Europa o en el mundo. El uso abusivo del concepto ‘fascismo’ lleva a una auténtica devaluación de éste, y ello debe ser objeto de reflexión para los movimientos progresistas.
El fascismo es una forma de dominación extrema dentro del sistema capitalista, cuando las circunstancias así lo exigen. El fascismo no tiene una base más allá que la del propio capitalismo en momentos de crisis, tal como ocurrió en Italia, Alemania o el Estado español. Estas crisis pueden ser de naturaleza fundamentalmente económica, como fue en gran medida en Alemania, o mixtas, con un componente especialmente político, como fue el caso español. El materialismo, es decir, la ciencia que nos permite interpretar correctamente la realidad, exige el análisis concreto de la realidad concreta en cada momento histórico. Lo que hoy describen como fascismo los medios defensores del globalismo guerrerista tiene, en diversos casos, rasgos de autoritarismo protofascista entre sus componentes ideológico-políticos; pero debe hacerse una reflexión específica sobre lo que, en lo esencial, supone en nuestros días el fascismo. En nuestra opinión, el fascismo hoy se encarna principalmente en el apoyo al proceso de avance hacia la III Guerra Mundial que impulsa el imperialismo a nivel global.
En esta III Guerra Mundial hacia la que avanzamos, o en la que de alguna manera ya estamos, se mezclan rasgos de las dos anteriores. Durante la II Guerra Mundial, la lucha contra el fascismo era el elemento que diferenciaba en términos generales a los sectores que eran progresistas de aquellos que eran reaccionarios. Ello permitió una serie de alianzas coyunturales, que desaparecieron tan pronto como se le puso fin a la contienda desde el punto de vista militar. En cambio, en la I Guerra Mundial, la línea divisoria fue muy diferente, separando a quienes se oponían a la guerra de forma frontal (como el caso del Partido bolchevique en Rusia) de aquellos que, aunque tuvieran matices, la apoyaban (este fue el caso de la mayor parte de los partidos de la Segunda Internacional, que llevó al Partido bolchevique ruso y otras fuerzas revolucionarias en Europa a separarse de ésta, así como a la aparición de los partidos comunistas en la mayoría de los países del mundo). Hoy la principal línea divisoria entre los diversos sectores sociales se sitúa entre aquellos que apoyan la continuidad y extensión de la guerra y los que no la apoyamos. Esto no quiere decir que el conjunto de colectivos y personas que no la respaldan sean revolucionarios, como ocurrió en otros momentos históricos, pero es una primera “trinchera” de gran importancia. Lo ocurrido en Rumanía responde, bajo nuestro punto de vista, a esa cuestión. Ha votado por el candidato criminalizado desde el mundo occidental aquel sector de la sociedad que, en términos generales, se opone a la guerra. Hay que entender que Rumanía está muy cerca del escenario bélico y, a poco que éste se amplíe, podría implicar directamente al país. No es de extrañar que la población rumana opte por aquellas candidaturas opuestas a alimentar el proceso que conduce a su implicación en una guerra global.
Resultados electorales en Rumanía, muy diferentes de las expectativas manejadas por la prensa y las encuestas.
En síntesis, el Régimen del 78, al igual que el Sistema imperialista, se mantiene en base a la mentira estructurada y sistemática, además de al uso de la fuerza bruta cuando lo consideran necesario. En las crecientes dificultades para sostener el relato es donde verdaderamente se sitúa la preocupación de Pedro Sánchez y de sus alianzas. La mentira la tienen asumida en su práctica política y personal, baste recordar algunos de sus virajes, justificados como simples “cambios de opinión”, cuando lo cierto es que implican una renuncia a los compromisos hechos anteriormente: sus mentiras durante la pandemia; las promesas de derogación de la Reforma Laboral y de la Ley Mordaza; la traición al Sáhara; su postura respecto al movimiento soberanista catalán; el inicio del procesamiento de su esposa Begoña Gómez; o el caso de Alberto González Amador, pareja de Ayuso, que parece que le va a estallar en las manos. Pedro Sánchez es un mentiroso compulsivo que instrumentaliza la mentira con el objetivo principal de mantenerse en el poder. Pero incluso con esos recursos parece que cada día le va a resultar más difícil.
Lo que más preocupa a Pedro Sánchez y a los medios de comunicación que lo apoyan, como el Grupo PRISA, es haber perdido el monopolio de la mentira. En las redes sociales, en las que ocasionalmente se puede acceder a relatos que tienen más que ver con la realidad que los que provienen del poder, también se vierten numerosas mentiras, y éstas han terminado por obtener más crédito ante la opinión pública que las mentiras oficiales, sumamente desgastadas. La esencia de la cuestión no está en “la mentira”, sino en que la mentira oficial ha perdido casi toda su credibilidad. En ese sentido, tiene interés político el sondeo aparecido en La Vanguardia el domingo 24 de noviembre.
El lunes 25 de noviembre aparecía en algunos medios de comunicación que el Partido Republicano exigía que se informase sobre los costes que está suponiendo el tratamiento psicológico de diversos miembros de la administración Biden que no han podido soportar emocionalmente la victoria de Trump. Esos funcionarios estaban plenamente convencidos de que las elecciones las ganaría Kamala Harris, y ahora han quedado totalmente desarbolados cuando la realidad se ha impuesto. En el mundo occidental se vive desde hace tiempo un incesante incremento de las patologías relacionadas con la salud mental, pero quizás la novedad es que esos trastornos mentales afectan también a la clase dirigente. El Gobierno español y su presidente son un caso paradigmático de ello, como ya referimos al inicio de este editorial. La comparecencia de Pedro Sánchez para dar cuenta del cambio de titular en el Ministerio de Transición Ecológica es una expresión del deterioro cognitivo del personaje. ¿Cuándo hemos visto que un cambio de ministro/a requiriera una intervención específica en Televisión española? ¿Por qué se le ha dado tal importancia a ese cambio, aparentemente anodino, salvo por el destino como comisaria europea de la ex-ministra Teresa Ribera? ¿Ha querido jugar esa baza? ¿Se creerá que la opinión pública en general le importa de forma significativa tal cuestión?
En absoluto consideramos que el potencial gobierno alternativo que se puede constituir en el marco de este Régimen fuera a tener mayores valores morales o intelectuales que el actual, pero ese no es nuestro problema, sino el de quienes confían en este Régimen para gestionar los intereses de los pueblos del Estado español. Nuestra posición, y en ello no hemos cambiado ni cambiaremos, es que es necesario un proceso constituyente para que de forma democrática y participativa los pueblos del Estado decidan el Régimen político en el que quieren vivir. La convocatoria de elecciones es imprescindible, pero éstas tienen que tener un carácter constituyente, sin el que no cambiará nada en absoluto.
La ofensiva represiva del Estado a través del Gobierno de Pedro Sánchez contra el movimiento popular en Madrid, por supuesto con la plena complacencia del Partido Popular y Vox, es más que significativa. El martes 26, inmediatamente después de iniciarse el juicio contra los 21 procesados con petición de 112 años de cárcel por la primera movilización del Rodea el Congreso, se procedió al desalojo del Centro Social La Atalaya de Vallekas, con un desproporcionado despliegue de fuerzas represivas. Es obvio que el Régimen es consciente de que Madrid tiene una grandísima potencialidad de contestación ante la política económica que se aproxima en los próximos tiempos, y por eso ponen en práctica la represión preventiva. No nos van a amedrentar ni a callar. La respuesta de Vallekas es emblemática de lo que decimos.
Izquierda Castellana, a 27 de noviembre de 2024