¿La victoria de Trump o la derrota del proyecto del Partido Demócrata Americano?

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¿Victoria de Trump o derrota del proyecto del Partido Demócrata Americano? Obviamente ambas cosas -la victoria de unos y la derrota de otros- van intrínsecamente unidas en unas elecciones. Pero más allá del análisis meramente descriptivo, que también hay que incorporar, en nuestra opinión es fundamental hacer un análisis de mayor profundidad y contextualizar los resultados en el momento político y geoestratégico que la humanidad vive en estos momentos. Hay que constatar que en las elecciones presidenciales, al Senado y a la Cámara de Representantes del martes 5 de noviembre, y en todo el proceso previo, se ha puesto de manifiesto la profundísima crisis que atraviesa la gobernanza y el conjunto de las instituciones estadounidenses.

Las elecciones en EEUU son una cuestión de primer orden, con una gran repercusión internacional. EEUU sigue siendo el país más poderoso del mundo, aunque esté en evidente decadencia; ciertamente esta valoración varía si la aplicamos en relación con los nuevos bloques que se van configurando, especialmente con el de los BRICS.

El Partido Demócrata Americano actual, que poco tiene que ver con el de Roosevelt, ha sido derrotado clamorosamente. La diferencia en el voto popular es de cerca de cinco millones a favor de Trump (72.641.564 frente a 67.957.895, a falta de que se terminen de contabilizar todos los votos en algunos Estados); y de 312 votos electorales para Trump y 226 para Harris. El republicano ha obtenido un mayor respaldo en 30 Estados, incluyendo los siete que se consideran “bisagra”, mientras que la demócrata solamente ha vencido en 20 de los 50. Trump, además de convertirse en el nuevo presidente, obtiene victorias tanto en el Senado como en la Cámara de Representantes.

Resultados, según gráficos de RTVE

El Partido Demócrata se ha convertido, especialmente desde la presidencia de Obama, en el Partido global del Imperialismo, de la guerra y de las “nuevas culturas”, de las que hablaremos en este editorial. Tuvo su apogeo mediático y de prestigio social durante el primer mandato de ese presidente, pero durante la segunda legislatura, con el incumplimiento de la mayoría de las promesas favorables a las clases populares, como la de extender un seguro médico con mayores prestaciones entre amplios sectores de la población, se pusieron las bases para la primera victoria de Trump en 2016. La vuelta al poder en 2020 del Partido de la globalización y la guerra, de la mano de Biden -antiguo vicepresidente con Obama-, sirvió para profundizar en la expresión de las esencias objetivamente reaccionarias de ese conglomerado de intereses imperialistas: impulso a la OTAN y a la guerra en Europa Oriental, Oriente Próximo y el Mar Meridional de China. Joe Biden reiteradamente se declaró sionista y Kamala Harris no hizo nada que objetara esas consideraciones, por lo que el voto palestino-árabe, descontento profundamente con la política de plena complicidad con el genocidio sobre el pueblo palestino, ha dado la espalda de forma muy importante al Partido Demócrata. Otra cuestión de gran importancia en la pérdida de apoyos electorales ha sido el uso y la exportación al mundo occidental -como si se tratara de algo progresista, y no uno de los planteamientos más reaccionarios e irracionales a los que hemos asistido en las últimas décadas- de la “ideología queer” y el transgenerismo, que tanto beneficia a las multinacionales farmacéuticas y a algunos consorcios médico-quirúrgicos. Tenían grandes esperanzas en que Kamala Harris, por el hecho de ser mujer, lograse un movimiento de arrastre entre las votantes. No fue así, y no es difícil comprender el porqué. Trump es un machista brutal que emplea los mecanismos tradicionales para ejercer tal ideología, pero Harris-Biden y el Partido Demócrata en su conjunto utilizaron para agredir a las mujeres, especialmente al movimiento feminista, una nueva herramienta: el transgenerismo, que pretende el «borrado de las mujeres» como realidad biológica y social; ello conlleva la participación de hombres en competiciones deportivas de mujeres; el uso de baños públicos femeninos por varones que se autoidentifican como mujeres; el “cambio de sexo” automático si la persona afectada así lo decide (o la inducen a decidirlo), etc. Por supuesto hay que poner en ese haber el “borrado” de aquellas personas, especialmente mujeres intelectuales, que han sido críticas con esa ideología, siendo despedidas de sus puestos de trabajo en universidades, editoriales, periódicos, etc., o que han sido víctimas de campañas de descrédito público para intentar liquidar su prestigio. Por mucho que pretendan vestirlo de progresista, en cualquier país -incluido el nuestro- esto genera un gran malestar social, salvo entre una minoría descerebrada. Entre quienes tienen una cierta capacidad de razonamiento esto no cuela, y sectores importantes de mujeres han comprendido esa trampa y han desarrollado mecanismos de defensa frente a ella.

¿Qué se puede esperar de esta nueva etapa de Trump? Desde luego, nada bueno. No tenemos la menor confianza en que su política sirva en la menor medida a los intereses de la humanidad. Vamos a hacer una primera reflexión sobre ello, aunque seguiremos tratando este asunto en próximos editoriales.

Las personas que rodean a Trump tienen un claro perfil “trepa”: se adhirieron al trumpismo cuando parecía que éste tenía sólidas posiciones para ganar las elecciones. Los advenedizos son algo habitual en todos los sistemas occidentales. La figura más destacada es la de Elon Musk, al que se considera el hombre más rico del mundo (desde luego está en los primeros puestos de ese ranking). Musk es un auténtico “aventurero”, en el peor sentido del término. Sus empresas y sus expectativas de negocio van un paso más allá que el movimiento transgénero para impulsar el llamado “transhumanismo”. En los últimos tiempos se ha dedicado a “informar”, sin el menor rigor científico, de sus experimentos para realizar ‘interfaces’ entre seres humanos y computadoras. Cualquier tipo de artificio o prótesis que sirva para compensar déficits motores, sensoriales o del tipo que sea en las personas, ya sean innatos o adquiridos por enfermedad o accidente, es en principio positivo, pero tienen que estar supervisados y reglados por instituciones capacitadas para ello, como cualquier otro tratamiento protésico, y bajo protocolos previos, sin que el objetivo sea el beneficio mercantil puro y duro. Por otra parte, su declarada voluntad de alumbrar una especie de semidioses o seres con vida eterna es una irracional quimera que no debería ser autorizada, pero está claro que Musk pretenderá beneficiarse de su aportación millonaria a la campaña electoral y a la victoria de Trump. Los experimentos a los que muy probablemente vamos a asistir se dan la mano con aquellos protagonizados por el Régimen nazi, de los que no se sacó el menor rendimiento positivo para la humanidad.

Elon Musk durante uno de los actos de campaña de Trump

La mezcla absoluta entre las esferas privada y pública será total, y en cuanto al impulso a la guerra, nos tememos que en lo único que habrá cambios es en una reestructuración del proceso, pero no a un freno real a éste. Es de prever que Trump profundizará su política antiibérica y antieuropea, que será peor aun que la desarrollada por Biden. Marruecos será, como ya lo fue, su aliado privilegiado en el Mediterráneo, con todo lo que ello supone para el Estado español y sus sectores productivos (sobre todo agricultura y industria), así como para el pueblo saharaui.

Como siempre, nos queda confiar en lo único en lo que realmente se puede y se debe confiar. En que la gente más consciente del pueblo de los EEUU organice la resistencia antiimperialista. Que los árboles no nos impidan ver el bosque. La derrota del imperialismo cada día está más cerca, aunque no siempre lo sintamos así. La victoria electoral de Trump es una expresión adicional de la plena decadencia del imperialismo angloamericano y facilitará la lucha contra ese monstruo antihumano e irracional.

Izquierda Castellana, 7 de noviembre de 2024

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