¡Esperando la respuesta de Israel contra Irán!

Yacimiento de Persépolis, la antigua capital del Estado Persa.
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La respuesta de Israel al último ataque con misiles de diverso tipo del 1 de octubre por parte de Irán, y que tuvo objetivos exclusivamente militares -tal como debería ser en cualquier conflicto bélico- se está haciendo esperar. Ese ataque fue exitoso, como demuestran los datos que se han ido conociendo con el paso del tiempo, y no precisamente porque los haya facilitado el Estado sionista, sino por las imágenes satelitales que se han ido publicando. La bravuconería de los jefes sionistas se ha quedado en pura palabrería. Desde luego habrá respuesta, pero se la están pensando mucho, al menos en tres aspectos: el cómo, el cuándo y el dónde.

A nuestro entender hay dos tipos de motivos que explican la tardanza: los que son de índole político y las razones estrictamente militares.

Vayamos con las causas de raíz política. Irán, Persia, es un Estado con varios miles de años de historia y con una larga trayectoria de conflictos con Occidente. Ejemplo de ello son las famosas Guerras Médicas contra las ciudades griegas –médicas porque a los persas se les conocía como medos hace 2.500 años-, de las que surgió toda una mitología (entre otras, la relacionada con la Batalla de Maratón, que dio lugar nada menos que a la carrera que lleva tal nombre en las Olimpiadas). La actual República Islámica de Irán tiene una superficie total de 1.648.195km2, es decir, aproximadamente tres veces la del Estado español, y una población aproximada de cerca de cien millones de habitantes, lo que la sitúa en el decimoséptimo puesto en el ranking mundial tanto por extensión como por número de habitantes. Situado en un lugar de gran interés geoestratégico, atesora la cuarta reserva petrolífera más grande del mundo y la primera de gas natural. Irán es un estado que comprende a multitud de grupos étnicos: los persas representan alrededor del 60% de la población, y junto a ellos conviven un 24% de azeríes, un 9% de kurdos, un 3% de árabes, 2% de baluchíes, un 2% de turcomanos… Teherán es una gran urbe de unos ocho millones de habitantes, equipada, entre otras cosas, con metro.

Mapa de la distribución étnica en Irán

Irán se enorgullece de haber sido a lo largo de la historia un estado independiente, a pesar de las pretensiones colonialistas del Imperio británico en la región, que consiguió parcialmente su objetivo. Un intento muy significado en esa dirección fue la Operación Ajax, el Golpe de Estado llevado a cabo en 1953 contra el Gobierno progresista de Mosaddeq, quien había nacionalizado el petróleo y expulsado a las compañías occidentales. Después de un largo proceso de resistencia popular, los británicos y los estadounidenses consiguieron la reinstauración del sha Reza Pahleví. En los años 60 Irán fue seleccionado por Washington para cumplir el papel de “subimperio” en la región, una especie de virreinato para la zona, similar al rol que se le adjudicó a Brasil para Latinoamérica. Fue en esa misma época y en relación con ello cuando EEUU decidió dotar de tecnología nuclear a Irán. La familia Pahleví, a la que pertenecía el sha de Persia -ahí siguen dando guerra desde el exilio-, ha desempeñado un papel bastante similar al de la familia Borbón en España: durante buena parte del siglo XX han sido los mayores garantes de la posición reaccionaria del Régimen persa y de su subordinación a los intereses del imperialismo angloamericano.

El Golpe de Estado en Irán en 1953 para reponer al sha y revertir las nacionalizaciones de la industria petrolera fue una decisión de los gobiernos británico y estadounidense, encabezados por Churchill y Eisenhower.

La situación cambió drásticamente con la Revolución islámica de 1979, el exilio del sha y la llamada “crisis de los rehenes” desatada con el personal de la embajada de los EEUU en Teherán por la negativa de los norteamericanos a extraditar a Reza Pahleví para dar cuenta ante los tribunales de sus crímenes. Este conjunto de elementos, a los que hay que sumar la guerra entre Irak e Irán de los años 80, modificaron el posicionamiento del Estado persa, por lo que el papel de subimperio en la región pasó a protagonizarlo, sin ningún género de dudas, el Estado de Israel, aunque con muchas limitaciones y dificultades.

Irán, en definitiva, es una potencia importante a la que no se puede ningunear; ésta es la razón política para que Israel y sus aliados piensen con detenimiento cómo van a llevar adelante la respuesta al bombardeo iraní sobre territorio sionista del 1 de octubre. Algo es seguro: Irán y sus aliados devolverán el ataque y será mayor o menor en función de las características de la agresión que reciban por parte de Israel. Por otro lado, la inmediatez de las elecciones presidenciales en EEUU el próximo 5 de noviembre es también un elemento de cierta presión en relación con la dimensión y carácter de esa respuesta.

En cuanto al plano militar, son reiteradas las expresiones de que la archiconocida y archipublicitada Cúpula de Hierro defensiva israelí es muy vulnerable. El ataque del 1 de octubre lo puso claramente de manifiesto, y los propios lanzamientos de cohetes y drones Hezbolá lo confirman. No es casualidad, sino pura necesidad, que los EEUU se hayan visto obligados a enviar a Israel sus más modernos sistemas de neutralización de misiles THADD, que además van acompañados de los equipos humanos correspondientes para operarlos. Por cierto, en lo relativo al refuerzo de la presencia militar del imperialismo, cabe señalar la llegada de un quinto destructor yanqui a la base de Rota, a efectos de “fortalecer el escudo antimisiles” de la OTAN…

Con la llegada de este nuevo destructor, serán 4.000 los estadounidenses intalados en la base militar de Rota.

Israel, con la inestimable colaboración de Reino Unido y EEUU, no ha dejado de profundizar en el genocidio contra la población palestina y libanesa, además de sus ataques contra posiciones en Yemen, Siria e Irak. Con la seguridad que les ofrece su aviación, machacan a la población civil en lo que es un claro ejemplo de crímen contra la humanidad, desarrollado desde la más pura cobardía. Pero en tierra, el Ejército sionista lo tiene mucho más complicado y paga un altísimo coste; aunque la cobertura sobre la pretendida invasión terrestre del Líbano está plenamente censurada en Israel, diversas informaciones hablan de cientos de bajas, entre muertos y heridos, en el Ejército sionista.

El Gobierno de Netanyahu, aunque sigue con su liturgia de “Invictus”, sabe que eso no tiene nada que ver con la realidad. La pérdida de la racionalidad como método de análisis y decisión está llevando a Israel a un callejón sin salida que, a este paso, pondrá en cuestión la mismísima supervivencia del Estado hebreo. Tal como recordó Macron hace unos días, el origen de ese Estado se debe a una decisión tomada en las Naciones Unidas, a cuya representación en el Líbano se dedican a atacar de manera sistemática, expresando una vez más su total falta de respeto por las normas de la guerra y el derecho internacional.

Izquierda Castellana, a 17 de octubre de 2024

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