
En nuestros anteriores editoriales, referidos a esta cuestión, venimos señalando tres escenarios significativos (Ucrania-OTAN/Rusia, Mar Meridional de China y Oriente Próximo/Palestina) con capacidad de desencadenar la III Guerra Mundial buscada por el imperialismo como eje de solución a la pérdida ininterrumpida de la tasa de ganancia que el Sistema capitalista viene sufriendo desde la década de los 70 del pasado siglo. Inicialmente pusieron en marcha el neoliberalismo como doctrina económica, inspirado en las teorías de Milton Friedman de la Escuela de Chicago, y lo hicieron a costa de un altísimo sufrimiento humano a través del Golpe de Estado en Chile contra el Gobierno de la Unidad Popular de Salvador Allende. A partir de ahí, con frecuencia asociado a nuevos golpes militares o invasiones, lo fueron extendiendo por Latinoamérica (Argentina, Uruguay…), para después imponerlo por vía civil en los EEUU de la mano de Ronald Reagan y en Reino Unido con Margaret Thatcher (en este último caso, con tremendos conflictos sociales y la práctica liquidación del movimiento sindical). Las invasiones de Irak, Libia y el intento de hacer lo propio en Siria respondieron a esa misma lógica: la recuperación de la tasa de ganancia del capitalismo. La caída -inducida- de la URSS también tiene ese origen, y el posterior acceso de Yeltsin al poder a través de un golpe de estado estuvo esencialmente asociado a dicho impulso neoliberal.
Después de ese recorrido macabro, a sangre y fuego, por el conjunto del globo, han constatado que sus problemas no se han resuelto. China, con un sistema socialista específico, avanza en todos los terrenos. Rusia se deshizo de Yeltsin y de forma progresiva fue recuperando su dignidad como país y su influencia como potencia mundial. Y las luchas de liberación han reverdecido, siendo el caso de Palestina un ejemplo referencial. El imperialismo creía que ya tenía encauzada la «cuestión palestina» en base al formato corrupto y antipatriótico de la Autoridad Nacional Palestina en Cisjordania. Pero la lucha de Hamás y otras fuerzas de la resistencia han impedido tal proceso. Hoy, la cuestión palestina vuelve a tener el protagonismo político necesario para avanzar en una auténtica solución al problema.
El Gobierno de Netanyahu y sus aliados en Israel apuestan claramente por la globalización de la guerra. Los EEUU y las potencias imperialistas aliadas apoyan esa alternativa, aunque en algunos casos sea a regañadientes. En un artículo publicado en Haaretz el 6 de octubre de 2024, titulado “¿Por qué Occidente sigue apoyando a Israel después de un año de guerra con Hamás y Hezbolá”, se explican en alguna medida las razones, aunque sin profundizar demasiado en ellas.
Israel, con el Gobierno de Netanyahu a la cabeza, es ahora mismo la punta de lanza del proyecto imperialista-globalista contrario a los intereses de los pueblos del mundo, es decir, de la humanidad en su conjunto. Recibirá, por tanto, y aunque en algunos casos sea de forma disimulada, el pleno apoyo de los países del bloque imperialista. Quizás haya que agradecerle a Netanyahu la sinceridad de sus planteamientos, que ni oculta ni disimula, expresándolos con rotunda claridad y materializándolos en la práctica a través del Ejército sionista.
El sionismo es una ideología generada desde y por la comunidad judía, pero no compartida por todos sus miembros. Sectores de esta comunidad se sumaron a posiciones claramente antifascistas y revolucionarias, y muchos individuos de origen judío tuvieron un protagonismo significativo en la construcción de proyectos en esa dirección, empezando por Karl Marx.
Como hemos dicho en otras ocasiones, el papel que juega el Estado de Israel, avalado inequívocamente por el imperialismo internacional, es el equivalente al desempeñado por el nazifascismo en el contexto de la II Guerra Mundial. En otras palabras, la ideología sionista da hoy cohesión a los proyectos más criminales de nuestros tiempos, tal como el nazifascismo hizo en el pasado. Al imperialismo ya no le sirve la doctrina del neoliberalismo en exclusiva, y están recurriendo al neofascismo como su ideología dominante; en ese proceso, el sionismo les resulta muy conveniente.
Los candidatos a la presidencia de los EEUU -a los que también hay que reconocer su sinceridad- han reiterado que estarán siempre con ellos, hagan lo que hagan. La vicepresidenta Harris ha dicho en una entrevista en el programa “60 minutos” que para EEUU es un “imperativo” apoyar a Israel en cualquier circunstancia.
«Creo que Irán es nuestro mayor enemigo. Tienen sangre americana en sus manos. Con el ataque iraní a Israel y 200 misiles balísticos, garantizar que Irán nunca se convierta en una potencia nuclear es una de mis principales prioridades». Harris no respondió si usaría la fuerza militar para impedir que Irán construya una bomba nuclear.
¿Por qué están priorizando actualmente el escenario de Oriente Próximo como punto dinamizador de la globalización de la guerra? De los tres escenarios referidos, inicialmente el que parecía tener mayor potencial para ello era el de Ucrania-OTAN/Rusia, pero con el paso del tiempo se ha podido comprobar que Ucrania no está pasando la prueba, expresando una tremenda degradación social y las dificultades que tiene para afrontar ese proceso como su vanguardia; Rusia, por su parte, demuestra una solidez con la que no contaban, tanto en el plano militar como el económico. En cuanto al escenario del Mar Meridional de China, aún no está suficientemente tensionado, y les queda aún un largo recorrido por delante para llevarlo a ese punto. Además, a China hay que tomársela muy en serio y no conviene “hacer experimentos” sin una preparación previa muy adecuada. Les queda el escenario de Oriente Próximo, en el que la victoria del sio-imperialismo es francamente difícil, pero donde la ven más factible. En primer lugar, seguramente porque el Estado de Israel es competente desde el punto de vista militar y tecnológico, y, pese a haber sufrido cierta degradación, mantiene una cohesión social lo suficientemente alta como para desempeñar esa tarea. Consideran que la intervención de las grandes potencias -Rusia y China- en el conflicto en Oriente Próximo tiene más dificultades en varios terrenos que en el caso de Ucrania. Rusia tiene intereses directos en el Mediterráneo (concretamente en Siria), y buscarán no provocarla en exceso, ni tampoco a China, lo que veremos reflejado en la línea de actuación en relación con la respuesta a Irán.
Es muy probable que la intensificación del conflicto en Oriente Próximo suponga una crisis en el mercado del petróleo, lo que afectará especialmente a Europa. EEUU es en estos momentos bastante autosuficiente debido en gran medida al petróleo obtenido a través del fracking, producción que están liderando a nivel mundial, pese a los tremendos daños ecológicos que tal sistema provoca. Que esa hipotética crisis afecte gravemente a Europa no preocupa demasiado a Israel ni a los EEUU; al contrario, sacarán de ello un claro beneficio económico. A Rusia también se le abrirán nuevas expectativas de mercado, y en cuanto a China, que importa el 90% de las exportaciones de petróleo iraníes, no tendrá especiales dificultades en sustituirlas por el petróleo ruso.

Decía el Jefe del Estado Mayor prusiano, Helmuth von Moltke, el Viejo (1800-1891), que «el enemigo siempre tiene tres opciones disponibles, pero normalmente elige la cuarta». También es una consideración extendida y reconocida, aunque no siempre bien comprendida, que «las guerras se ganan cuando se tienen objetivos acordes con las capacidades». Nada de esto se está teniendo en cuenta por los Ejércitos del sionismo-imperialismo en la actual guerra en Oriente Próximo.
La situación económica de Israel es realmente complicada, pero eso no parece que vaya a ser un freno a la política de escalar hacia la guerra regional en Oriente Próximo como paso previo a la guerra global. Israel está en recesión, y según las estadísticas en el último año ha involucionado en 1,5% de su PIB. Las tres agencias de calificación crediticia más importantes en Occidente -Moody’s, S&P y Fitch- han rebajado la calificación de Israel de A+ a A. Se calcula que en 2024 cerrarán en torno a 60.000 empresas y el sector turístico ha quedado completamente liquidado; el potente sector tecnológico también se ha visto muy afectado, y no hay expectativas de revertir en el corto plazo los malos datos. Las exportaciones y la inversión disminuyeron, mientras que la inflación y el endeudamiento aumentaron. El déficit presupuestario se ha duplicado y la factura de guerra ya se está comiendo, como mínimo, el 12% del PIB israelí, no solo por los gastos directamente derivados de ella y del mantenimiento de un ejército que se ha ampliado sustancialmente para hacer frente al escenario bélico, sino por las subvenciones que tienen que pagar a la población desplazada de sus lugares de residencia habituales en las fronteras con Gaza y Líbano.
Aunque esta crisis se agudizará, no hará cambiar la política militarista del Gobierno de Netanyahu y sus aliados, internos y externos. Netanyahu tiene como objetivo declarado el rediseño del mapa de Oriente Próximo, lo que incluye la construcción del Gran Israel. Hay que tener muy presente el papel de los colonos y su avaricia para ocupar los territorios de Gaza y Cisjordania al completo; los colonos son una de las bases estructurales de la política sionista. El proyecto del Gran Israel, que podría parecer descabellado en condiciones normales, es una parte más que significativa de las motivaciones que condicionan la política en la región, unido a la perspectiva imperialista general de que la guerra es la vía para la recuperación de su hegemonía. Pero los hechos reales contradicen todas estas ambiciones imperialistas; retomando el paralelismo con el III Reich, también el Gobierno nazi se dejó llevar por fantasías en su pretensión de conquista de los territorios de la antigua URSS. Como sucedió durante la II Guerra Mundial, la dirección de los ejércitos nazis no reconocía sus derrotas ante los ejércitos soviéticos; así sucede ahora con la guerra en Oriente Próximo.

La intervención selectiva iraní en los territorios de Israel, cuidando muy especialmente que no hubiera víctimas civiles al dirigir el ataque contra la sede del Mossad en Tel Aviv y contra varios aeródromos militares, es valorada, con la finalidad de quitarle importancia, como un fracaso. Israel, que se ha acostumbrado a sus carnicerías contra la población civil (con la excusa de que bajo cada escuela, hospital, centro religioso o lugar de refugio se esconden células de Hamás o Hezbolá), valora el éxito de sus intervenciones en base al número de muertos. Es significativo cómo, de la misma forma que les ocurrió en Gaza, están obteniendo derrotas en la lucha cuerpo a cuerpo en el Líbano. Los intentos de invasión terrestre de este país por las FDI están siendo un fracaso. El número de bajas es elevado, reconociendo el Ejército sionista solo una pequeña parte de ellas. Algunas fuentes señalan más de 300 fallecidos y centenares de soldados retirados del frente tras sufrir heridas graves. Como es propio en una guerra de estas características, donde el plano propagandístico es fundamental, la información sobre tales aspectos no aparece recogida en medios sionistas o prosionistas. Están perdiendo algo de la mayor importancia, la cuestión del relato, con medidas de censura como no se conocían desde hace décadas para ahondar en el lavado de cerebro de la opinión pública, y, si esto no fuera suficiente, aún les queda el recurso de la represión directa, que por otra parte ya están empleando.
Al parecer, la respuesta del Ejército de Israel a la intervención iraní del 1 de octubre se llevará a cabo próximamente. Se lo deben estar pensando bastante, pues quieren llevar adelante una intervención que haga el mayor daño al Estado persa, pero sin provocar, de momento, una respuesta total contra Israel. Aunque no hay nada definitivo, o al menos lo desconocemos, parece que esa respuesta se centrará en instalaciones petrolíferas con el objetivo de dañar a la economía iraní, excluyéndose por ahora -ya veremos- las instalaciones nucleares, acción para la que no tienen el armamento adecuado, que tendría que ser facilitado por los EEUU.
Algunos medios indican que Irán habría llevado adelante su primer ensayo nuclear en el desierto de Kavir, detectándose en los sismógrafos armenios una onda no correspondiente con un terremoto, sino con una explosión atómica.
Izquierda Castellana, 8 de octubre de 2024