
Las guerras, y menos aún las de liberación, no son ningún espectáculo y no deberían ser tratadas como tal. Los medios de comunicación occidentales vendieron la criminal operación de explosiones de los buscas, walkie-talkies y otros dispositivos electrónicos en el Líbano como un “super-éxito”, una genialidad desde el punto de vista técnico, que habría dejado fuera de combate a Hezbolá. Apenas ha transcurrido una semana y se ha demostrado que eso era completamente falso. Según ellos mismos han reconocido, generaron un daño en las comunicaciones internas de su organización, pero en absoluto lo suficientemente significativo como para neutralizarla, tal como auguraban la prensa occidental.
La operación tuvo que suponer un esfuerzo de espionaje muy singular para las fuerzas de seguridad israelíes, en cuanto a tiempo y recursos, empezando por el Mossad, pero se quedó esencialmente y sin ningún género de dudas en un atentado terrorista, eso sí, de gran amplitud. Para que ese tipo de intervenciones tengan eficiencia desde el punto de vista militar tienen que discurrir en cadena: los sionistas no fueron capaces de aprovechar el momento inmediato de conmoción y de un cierto grado de desorganización tras la voladura de los aparatos electrónicos, operación que según informaciones fiables se precipitó cuando los sistemas de contrainteligencia de Hezbolá detectaron la presencia de las cargas explosivas en sus buscapersonas. Con el paso de los días, una fuerza viva y con un gran apoyo popular, como es el caso de Hezbolá, está demostrando su capacidad de reconstrucción, incluso en aquellas estructuras especialmente dañadas. Es una regla elemental en cualquier proceso de confrontación militar, en el que la mayoría de los medios de comunicación occidentales, especialmente los españoles, no quisieron o supieron entrar. Curiosamente, el periódico israelí Haaretz o el Wall Street Journal señalaban en algunos de sus artículos esa deficiencia desde el punto de vista estratégico.

Según Netanyahu, la intervención en el Líbano tenía como objetivo facilitar la vuelta de los desplazados del norte de Israel a sus habituales domicilios, más de 60.000 personas. El resultado práctico de la intervención, de momento exclusivamente aérea y por tanto protagonizada en lo fundamental por la aviación israelí, así como la respuesta de las milicias antisionistas de la zona, está condicionando la ampliación del número de desplazados/as y la ruptura de la vida ordinaria en el conjunto de Israel, incluyendo en sus ciudades más importantes, comenzando por Tel Aviv, donde han tenido que recurrir a los refugios para ponerse a salvo de los misiles de las fuerzas de la resistencia. En contraste con el modus operandi del Ejército sionista, las fuerzas antiimperialistas, empezando por Hezbolá, están empleando una estrategia de ataques en cadena con su cohetería y drones, propia de aquellas organizaciones que cuentan con pocos recursos, pero que tienen una gran voluntad de victoria. Aquel refrán castellano que dice que “el hambre genera talento” es aplicable en este caso. Esta inteligente estrategia está basada en ataques de comprobación y saturación de los caros y menos abundantes misiles de defensa de la archinombrada Cúpula de Hierro israelí, que puede ser superada por la gran cantidad de cohetería, en sus diversos modelos, que posee Hezbolá. Una vez más hay que constatar que la industria de guerra occidental, como cualquier otro sector de la economía capitalista, tiene como preocupación principal ganar dinero con cada venta, al margen de la eficacia de sus productos.

El ejército israelí tiene desplegada una fuerza de decenas de miles de soldados en las fronteras con el Líbano, pero de momento no se atreven a dar el paso de la invasión terrestre, y no es por falta de ganas ni voluntad política del Primer Ministro Netanyahu, sino porque consideran que en las actuales circunstancias esa invasión supone un gran riesgo para sus tropas. Han aprendido de la reciente experiencia en Gaza y saben perfectamente que las cosas en el Líbano les serán aún más complicadas. Seguramente esa invasión terrestre se acabará produciendo, pero vendrá precedida de un periodo más o menos prolongado de lo que los militares del imperialismo sionista llaman “ablandamiento”, que no es otra cosa que llevar a cabo bombardeos indiscriminados sobre la población para intentar reducir al mínimo su capacidad de resistencia. En el fondo estamos ante un nuevo genocidio impulsado por el Estado de Israel, ahora en el Líbano. Lo que no parece que hayan aprendido aún es que las fuerzas militares del pueblo suelen tener estrategias bastante acertadas para resistir y superar esas ofensivas de “ablandamiento” que tienen su mayor impacto entre la población civil.
Se han subido unos cuantos escalones hacia la guerra regional en Oriente Próximo, pese a la prudencia de Irán y de las fuerzas guerrilleras para que ésta no se produzca. Las fuerzas sionistas encabezadas por Netanyahu ven en la expansión del escenario bélico la única alternativa para la continuidad del Estado de Israel tal y como hoy se conoce.

La política belicista de la dirigencia israelí no es diferente de la que el imperialismo desarrolla en otras partes del mundo, como en el caso de Ucrania, donde apuestan por la guerra como herramienta idónea para mantener su hegemonía, sabiendo que no serán capaces de preservarla por otros medios. El Partido Demócrata es el representante más genuino de los intereses del imperialismo globalista y la candidatura de Kamala Harris es mucho más proclive al desarrollo de esa guerra que la de Trump, lo que no supone en modo alguno que su candidatura nos parezca mejor, siendo ambas igualmente desastrosas para la humanidad. Pero si había alguna duda sobre esta cuestión, la decantación de Zelensky por la candidata demócrata en su último viaje a EEUU la ha terminado de despejar. Aunque el Ejército ruso está avanzando, no hay que descartar en absoluto que veamos una nueva escalada por parte de los países de la OTAN después de las próximas elecciones presidenciales en EEUU el 5 de noviembre, sobre todo si gana Harris. Esa escalada pasa, entre otras cuestiones, por el uso de armas de largo alcance en Rusia; como se ha dicho reiteradamente, tales misiles requieren para su empleo de los equipos humanos y técnicos occidentales (fundamentalmente de Reino Unido, Alemania y EEUU), dado que el Ejército ucraniano no tiene la especialización necesaria ni el acceso a los códigos que maneja la OTAN, secretos que no parecen dispuestos a compartir con Kiev.
There’s Gov Josh Shapiro with Zelensky signing artillery shells at a weapons plant in Scranton, PA
For those unfamiliar, Shapiro is the guy who said Palestinians are too “battle-minded” to make peace pic.twitter.com/QjyTTVVV0v
— Max Blumenthal (@MaxBlumenthal) September 23, 2024
El Gobernador demócrata de Pensilvania, Josh Shapiro, firma, en compañía de Zelensky, misiles destinados al Ejército ucraniano.
Cabe destacar que en el Estado español ya han sido entrenados 6.000 ucranianos, especialmente en Toledo y Burgos, en lo que es una implicación evidente del Estado español en la guerra. Querrán hacernos creer que es una decisión personal de la ministra de Defensa, como quieren hacer creer que la expulsión de los solicitantes de asilo saharauis, ahora en huelga de hambre en el aeropuerto de Madrid-Barajas, es cosa exclusiva del ministro del Interior. La actitud del Gobierno de Pedro Sánchez en relación con el Sáhara, sobre el cuál el Estado español tiene una especial responsabilidad histórica y actual desde el punto de vista del derecho internacional, no tiene nombre. La impresentable traición no ha sido apenas contestada, y la desoladora falta de movilización social al respecto, a la que el propio Gobierno y sus adláteres contribuyen, es una expresión del nivel ideológico en que se encuentran sectores amplios de la “progresía española”; también hay que trabajar para, en la medida de las posibilidades, revertir esto.

La mentira sistemática y reiterada, así como la cobardía para asumir sus propios actos, son una constante de este Gobierno. El Ejecutivo mexicano ha vetado en la ceremonia de proclamación de Claudia Sheinbaum como presidenta de la República de México el 1 de octubre la presencia del Jefe del Estado español, Felipe de Borbón. Por supuesto éste no fue elegido por nadie, simplemente era quien se encontraba como primera opción en la línea hereditaria de Juan Carlos I, designado por Franco como su sucesor en la Jefatura del Estado a título de rey. Además de dicha razón, la gobernanza mexicana se ha sentido molesta por la falta de respuesta a la carta de López Obrador solicitando algún tipo de disculpa por los abusos de la colonización española. Esto ha soliviantado a toda la representación del Régimen del 78, desde Vox y el PP hasta el Gobierno, que ha decidido no participar en el acto. Ya era hora de que se empezaran a poner los puntos sobre las íes: un Estado como el español, que no tiene legitimidad democrática alguna, muy especialmente en lo referente a su Jefatura, no está cualificado para aleccionar a otros países. El diablo construyendo cruces…
Aparte de los escenarios más calientes -el Este de Europa, Oriente Próximo y el Mar Meridional de China-, no hay que perder de vista el Ártico. Rusia lleva a cabo desde hace largo tiempo en esta región acciones pacíficas dirigidas a acortar la ruta de navegación entre Asia y Europa, pero ésto se ha convertido también para el mundo occidental en un asunto susceptible de reconducirse hacia la confrontación militar.

En síntesis, se sigue perfilando un horizonte de globalización de la guerra, que seguramente se verá impulsada tras las elecciones presidenciales en EEUU, pero en paralelo se va configurando también el mapa de la resistencia antiimperialista, favorable a un mundo multipolar y a un panorama internacional incomparablemente mejor para los intereses de los pueblos, las clases trabajadoras y los sectores más oprimidos de la población, especialmente las mujeres, expresado de forma clara en los BRICS+. La aportación de todas y todos es fundamental para materializar ese mundo nuevo. En ello estamos la militancia que nos identificamos de una manera u otra con el movimiento comunero. No hay enemigo pequeño, pero tampoco amigo pequeño.
Respondamos, para concluir, a la pregunta del título de este editorial. Como un elemento adicional de la degradación del Sistema imperialista, la capacidad de análisis del liderazgo occidental y su pensamiento cada vez más irracional hacen que sus apreciaciones sean más limitadas y se alejen con frecuencia creciente de la realidad. Por contra, y como hemos comentado en numerosas ocasiones, para mejorar la expectativa de victoria de las fuerzas populares, el estudio, la formación y el análisis riguroso son tareas fundamentales en el campo revolucionario.
Izquierda Castellana, 25 de septiembre de 2024