
El estudio y la reflexión son imprescindibles para el conocimiento, y el conocimiento es necesario para la elaboración de teoría revolucionaria. Sin teoría política revolucionaria no hay práctica política revolucionaria posible.
Las organizaciones que pretendemos llevar adelante una práctica revolucionaria hemos de construir previamente teoría revolucionaria, para lo que hay que tener conocimientos, es decir, estudiar. No decimos nada nuevo, pero parece que en amplísimos sectores de los que se consideran parte de la izquierda transformadora esta verdad de perogrullo se ha olvidado, y desde luego no es tenida en cuenta para construir práctica y teoría política, así les va. En absoluto pretendemos la erudición, que es perfectamente inútil para una línea de trabajo transformadora y solo sirve para alimentar los egos y el narcisismo pequeñoburgués. Nuestra búsqueda de conocimientos tiene objetivos muy precisos: construir teoría que sirva para orientar nuestra práctica política con el mayor rigor científico, y no en base a intuiciones o espejismos. Esto que planteamos no es fácil; es mucho más sencillo recurrir al pensamiento mágico. Los resultados de una práctica política basada en esa metodología pueden aparentar durante un cierto periodo ser positivos, pero normalmente no tardan en convertirse en un desastre. Tenemos algunos ejemplos recientes en el Estado español.
Estamos en un proceso de globalización de la guerra, que responde a que el imperialismo no está dispuesto a perder sus privilegios pacíficamente y tiene muy claro que morirá matando si es necesario. De forma regular, desde hace unos años, venimos reflexionando en nuestros editoriales sobre ello. No porque nos haga ninguna ilusión, pues detestamos la guerra, pero como hemos dicho reiteradamente, si no podemos impedirla, hay que hacer todo lo posible para ganarla. Hay una oportunidad histórica para derrotar al imperialismo, lo que abriría realmente una nueva etapa en la civilización, en la que se podría decir con rigor aquello de “otro mundo es posible”. Realmente eso es lo que está en juego: la victoria de un proyecto multipolar basado en la soberanía política y económica de los diversos pueblos y naciones del mundo o la continuidad del proyecto imperialista unipolar, cada vez más criminal. Ciertamente hay condiciones objetivas y subjetivas, quizás por primera vez en la historia de la humanidad, para el triunfo de los Estados y de las fuerzas sociales y políticas que están por la consecución de ese mundo multipolar sin hegemonías imperiales. Hay muchos indicadores en ese sentido, desde el avance de los BRICS hasta la resistencia contra el sionismo asesino, especialmente en Palestina. También hay expresiones claras de la involución que está impulsando el imperialismo en muchos frentes, de los que se puede destacar uno del que también hemos hablado en diversas ocasiones: la guerra contra las mujeres, una pieza principal de esa ofensiva imperialista que se expresa, entre otras cuestiones, en el incremento de la violencia contra las mujeres en general y de la violencia sexual en particular. Un par de ejemplos de ello: la situación de las mujeres en el Congo y cómo les repercute la guerra en aquel territorio, o el proceso judicial en Francia contra los violadores de Gisèle Pélicot, narcotizada por su cónyuge para ser abusada por todo el que quisiera -fueron muchas decenas de hombres, de los que se ha identificado a 51-, y que al parecer está sirviendo para destapar casos similares. Atrocidades que ponen de manifiesto los valores instalados actualmente en las sociedades capitalistas.

En el siglo XVII, en plena decadencia del Imperio español bajo el reinado de Felipe IV, su valido -hoy le llamaríamos Primer Ministro-, el Conde-Duque de Olivares propuso en 1626 lo que se denominó la “Unión de Armas”, que bien se podría considerar un antecedente de la OTAN. El Imperio español, realmente el Imperio de los Austrias, era aún una poderosísima estructura con una extensión impresionante y una presencia significativa en todos los continentes, pero carcomida en sus estructuras internas. Era ya un gigante con pies de barro, tal como es hoy el Imperio yanqui, y tenía que atender guerras (conflictos híbridos, como se diría ahora) en numerosos territorios, empezando por la propia Península ibérica (Portugal, Cataluña, Andalucía…), así como en Países Bajos, Italia, etc. Prácticamente ningún territorio del Imperio en Europa, América o Asia estaba libre de enfrentamientos. El Conde-Duque de Olivares presentó el proyecto de la “Unión de Armas” considerando que todos los reinos y territorios tenían que contribuir adecuadamente a la financiación de las guerras; no es difícil encontrar paralelismos con lo que dicen hoy los jefes del Imperio yanqui.

También consideraba que era necesario distribuir proporcionalmente la aportación de hombres para el mantenimiento del Ejército imperial. El punto de partida era la necesidad de incrementar los recursos del Ejército, tanto en financiación como en recursos humanos. La argumentación subjetiva sobre la que reposaba la “Unión de Armas” era que la mayor parte de los recursos para el sostenimiento del Ejército imperial recaían en la Corona de Castilla, mientras el beneficio derivado de formar parte de ese proyecto imperial se repartía entre aquellos que controlaban las instituciones de los diversos territorios. Esto era bastante cierto, no porque el pueblo castellano compartiera ese proyecto, sino porque la derrota de la Revolución comunera había supuesto el vaciado del carácter representativo de sus instituciones propias, además de aniquilar a los sectores sociales con capacidad de organizar la resistencia. Solo había un problema: para dar el visto bueno a la “Unión de Armas” la propuesta tenía que ser aprobada antes en las instituciones propias de los diferentes reinos del Imperio; el proyecto no fue ratificado, en algunos casos se llegó a un acuerdo a la baja, y en otros casos, ni eso. Esto recuerda claramente a las imposiciones que los EEUU hacen a todos los países de la OTAN, especialmente a los de la UE, y que tantos problemas está trayendo a la economía de la región, sobre todo a alguno de sus países, como es el caso de Alemania.

Finalmente el Imperio de los Austrias se fue degradando, y con la llegada de los Borbones el proceso de absoluta decadencia culminó con su liquidación. En la primera parte del Quijote, obra puesta a la venta en 1605, se describe de forma novelada y polifónica el estado de carcoma y decadencia que impregnaba a las estructuras del Régimen imperial. Denunciar esta situación era la intención principal de Cervantes, aunque todavía hoy muchos analistas no lo hayan entendido.
No hay una información precisa sobre la decisión tomada en la reunión entre el Primer Ministro británico y el Presidente de los EEUU sobre la autorización del uso de armamento de la OTAN en la agresión profunda a Rusia. Los medios occidentales quieren dar a entender que la decisión sobre ello se ha aplazado. Sin embargo, la Agencia Tass, en información publicada el 14 de septiembre de 2024, sostiene sobre el asunto que “EEUU ha dado “carta blanca a Kiev” para atacar con armas de largo alcance en el interior del territorio ruso”. El periódico Global Times, vinculado al Gobierno chino, titula una información publicada el 12 de septiembre “EEUU y Reino Unido quieren la guerra y siguen avivando las llamas del conflicto entre Rusia y Ucrania”. El hecho de que los medios occidentales no aporten una información detallada sobre la decisión de Biden y Starmer al respecto es sospechoso en sí mismo. Seguramente veremos un avance progresivo, hasta que éste sea pleno tras la celebración de las elecciones presidenciales de EEUU el 5 de noviembre.

En relación con el otro gran conflicto militar en marcha, el que afecta a Oriente Medio, Netanyahu y otros miembros de la dirección del Estado hebreo han insistido en que la ofensiva terrestre contra el Líbano es cuestión de semanas. De hecho, la ofensiva aérea se está intensificando de forma más que significativa en los últimos días. Probablemente ésta tampoco se materialice hasta que pasen las elecciones presidenciales en EEUU, pero no cabe duda de que antes o después ocurrirá.
Tal como hemos comentado en alguna que otra ocasión, la lucha por imponer un gobierno favorable a los intereses del imperialismo no ceja en Venezuela. El último episodio denunciado por el Gobierno bolivariano, en el que al parecer también está implicado el Gobierno español a través de dos miembros vascos del CNI, es una escandalosa muestra de ello. Alimentan a la bestia y la bestia finalmente se los comerá, que no vengan después con llantos.
El nuevo intento de atentado contra Trump, protagonizado por un personaje completamente vinculado a la política del imperialismo occidental contra Rusia en Ucrania, es una expresión de la crispación, por decirlo suavemente, que se ha instaurado en la sociedad americana. En el propio Wall Street Journal aparece un artículo dedicado al perfil del personaje. No resulta curioso, porque es su tarea, cómo el Grupo PRISA, con El País a la cabeza, se enreda en difuminar la biografía de este hombre como alguien sin ideas propias acerca del conflicto del imperialismo contra Rusia que se desarrolla en Ucrania. No pierden oportunidad para manipular y mentir. En cualquier caso, denota la necesidad que tienen de que la representante del partido más cualificado para desarrollar las políticas del imperialismo globalista, el Partido Demócrata, gane los comicios.
Como hemos dicho muchas veces, los tiempos complejos en que vivimos hacen de la reflexión una tarea imprescindible, a menudo nada sencilla, si queremos entenderlos. Sin esa reflexión no hay posibilidad de una práctica política que tenga utilidad transformadora.
Izquierda Castellana, 16 de septiembre de 2024