
La Vicepresidenta Segunda del Gobierno, Yolanda Díaz, se ha declarado tremendamente “asombrada” por lo que está ocurriendo en el Estado español, especialmente en lo relacionado con el proceso judicial a Begoña Gómez, a la sazón esposa del Presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.
Según esta Vicepresidenta, lo que está haciendo el aparato judicial con Pedro Sánchez es una clara ofensiva fascista contra el Presidente, idea a la que se suman otros portavoces del “Gobierno de Progreso”.
En primer lugar, nos parece una tremenda banalización de lo que es el fascismo el calificar de esta manera una citación para declarar ante el juzgado de Instrucción n.º 41 de Madrid, hecha en principio con todos los requisitos formales, a Begoña Gómez y a su esposo, además de a otras personas, que según el criterio del juez están implicadas en el procedimiento que en ese juzgado se dirime.
Descubrir a estas alturas que el aparato judicial tiene déficits importantes en cuanto a su calidad democrática y a su rigor técnico es como descubrir ahora que Juan Carlos I fue designado por Franco como su sucesor a la Jefatura del Estado, o que el actual titular de la Corona fue nombrado tras la abdicación forzada del anterior como su sucesor natural. Es lo que tiene enterarse cuando a uno/a le interesa de las profundas limitaciones democráticas del actual Régimen de la Segunda Restauración borbónica.
Obviamente el aparato del Estado en todas sus vertientes (policiales, judiciales, etc.), ha funcionado sistemáticamente sin tener en cuenta las más elementales exigencias de un Estado de Derecho, pero eso no ha empezado con Pedro Sánchez y Begoña Gómez, sino que viene siendo así desde 1978. Dicen que no hay caso, y que antes o después se desinflará totalmente; no tenemos suficientes conocimientos jurídicos sobre éste para saber si eso es cierto o no, pero de ser así, no entendemos por qué están tan preocupados. Es cuestión de aguantar el temporal el tiempo que haga falta. Por situaciones más complejas y agresivas tuvimos que transitar desde otras fuerzas políticas, como es nuestro caso, con dos intentos de ilegalización (la última bajo los auspicios del actual Gobierno, específicamente por parte del Ministro del Interior), pero nuestras preocupaciones se concentraron en organizar una buena defensa jurídica y política. También se sufrieron auténticas barbaridades jurídicas en procesos contra militantes de nuestra organización. Y eso por no hablar de la militancia rupturista en otros pueblos del Estado, víctima de innumerables detenciones, procesamientos, encarcelamientos, sanciones, torturas, etc., aunque actualmente parezca que se quiere correr un tupido velo al respecto. Tampoco se debe ignorar el apoyo de Pedro Sánchez a la respuesta represiva contra el movimiento soberanista catalán en los inicios del Procés.

De cualquier forma, el origen sobre el que se monta el caso Begoña Gómez -y los que van cayendo progresivamente en esa red- no deja de tener sus interrogantes. Que alguien sin ningún tipo de titulación académica sea la cotitular de una cátedra para impulsar un máster en la Universidad Complutense de Madrid es una cuestión difícil de explicar si no es en base a la circunstancia de que Begoña Gómez es la pareja del Presidente del Gobierno. En sí mismo, eso, en un país con una cierta normalidad democrática, merecería una investigación exhaustiva. Si tal como afirman no hay nada que ocultar, ésta concluirá positivamente para los implicados. No tendrían por qué tener preocupaciones.
La verdadera esencia del problema es que el montaje iniciado en el año 1976, al que se le dio un marco jurídico-político pseudoconstitucional en el 78, está tocando a su fin. El Régimen que nos vendían como maravilloso al inicio de la Transición ha dado de sí todo lo que podía dar, y está en un proceso imparable de decadencia y descomposición. Bien es cierto que las fuerzas que en la actualidad estamos por un proceso rupturista y democrático en el Estado español no somos cuantitativamente mayoritarias, pero esa situación es circunstancial y puede revertirse -y se revertirá- en un proceso político de acumulación de fuerzas que no tiene por qué ser muy largo, y menos aún con una coyuntura internacional tan favorable como la existente. Esas fuerzas que estamos por la ruptura tenemos a nuestro favor la claridad de ideas, la limpieza de una trayectoria intachable y la decisión firme de derrotar al Régimen de la Monarquía borbónica.
En relación con el marco internacional, que es la cuestión sin duda más relevante de la actualidad, parece inevitable reflexionar sobre lo que está ocurriendo en el marco del proceso electoral en EEUU. Los comicios presidenciales en ese país suelen tener una especial importancia, pero en esta ocasión aún más. No solo se elige quién será la persona -y su correspondiente equipo gubernamental- con más poder en el mundo occidental para los cuatro próximos años, sino a la persona encargada de gestionar la evolución de los diferentes escenarios bélicos conducentes hacia la III Guerra Mundial.
Finalmente Biden, en contra de lo que parecía previsible hace un par de meses, ha dimitido. Es importante detenerse a reflexionar sobre el porqué de la decisión. Obviamente las condiciones físicas y mentales de Biden venían sufriendo un deterioro, pero eso ocurría desde hace al menos un par de años, sin ser motivo para no renovar su candidatura. ¿Qué ha ocurrido en estas semanas para que los poderes fácticos, especialmente los vinculados al Partido Demócrata, cambiaran de posición? Solo se nos ocurre una explicación convincente, y es la actitud de Biden con respecto a la cuestión de Israel. Biden entró en un relativo conflicto con Netanyahu desde el principio de la ofensiva israelí en Palestina por diferentes motivos, algunos de matiz y otros más de fondo, como la invasión de Rafah o muy especialmente la política de ocupación de territorios gazatíes para ser entregados a los colonos israelíes. Parece ser que Netanyahu ha vencido en esta batalla a Biden, que no es en absoluto un personaje propalestino, pese a que Trump lo denomine así; Biden y su equipo estaban preocupados por la crisis reputacional que para el “bando occidental” suponía la línea de acción desplegada por Netanyahu. Pero el sionismo, cada vez más integrado en el proyecto imperialista global, no tiene otra preocupación que ganar la guerra en Oriente Medio a cualquier precio.

Kamala Harris puede vencer a Trump. Está en condiciones para ello y cuenta con el apoyo político y económico del sector financiero sionista, hegemónico a nivel mundial dentro del capitalismo. Su marido, Douglas Emhoff, es un destacado sionista. El que probablemente se convierta en su candidato a vicepresidente, Josh Shapiro, es también un personaje ilustre dentro de ese mismo campo. Kamala Harris accede a la candidatura para la presidencia de EEUU con todas las bendiciones del capitalismo sionista y sus exponentes más emblemáticos, incluyendo a la familia Soros. A pesar de las apariencias iniciales, Trump no lo va a tener fácil con Harris.
El Partido Demócrata ha demostrado con la renuncia de Biden y el nombramiento de Kamala Harris que aún tiene cierto fuelle político, aun a costa de plegarse al ultraguerrerismo, condicionado por el sionismo, muy particularmente en la guerra genocida de Israel contra el pueblo palestino y sus aliados de la resistencia en la región. La designación de Kamala Harris no es una buena noticia, salvo para los sectores del Partido Demócrata que están en esa onda. De resultar electa, Harris será la encargada de liderar el tránsito hacia el escenario de una nueva guerra mundial, tal como se ficciona en el thriller del escritor galés Ken Follet, Nunca, en el que el conflicto estallaba con una mujer al frente de la Presidencia de los EEUU.
Por otro lado, es importante introducir algunas consideraciones sobre la intensificación de la crisis dentro del Sistema capitalista global, que en absoluto se está resolviendo, sino que se agudiza. Si se quiere tener una cierta noción de lo que ocurre en el mundo, es necesario no leer los periódicos estatales -muy particularmente El País- sin previamente haberse hecho una idea acudiendo a la prensa internacional de mayor solvencia; aunque ésta pertenezca también al Sistema imperialista, tiene un mínimo rigor informativo que aquí brilla por su ausencia. Algunos de los más significativos elementos de esta crisis, con consecuencias a medio plazo, son los siguientes:
El incremento, de nuevo, y de forma muy significativa, de las tarifas del transporte marítimo (los fletes), lo que condicionará o bien un nuevo incremento de la inflación o bien la asunción de pérdidas por parte de las empresas afectadas, lo que parece francamente difícil. El precio del transporte de mercancías se ha duplicado desde mayo. En algunos tramos los costes de los fletes han subido un 150% en los últimos seis meses, e incluso se han triplicado en varias de las principales rutas asiáticas desde diciembre de 2023; por ejemplo, el coste de enviar un contenedor desde Shangái hasta Nueva York asciende a 10.000 dólares, y desde Rotterdam a Nueva York, casi 7.000.

En segundo lugar, la crisis inmobiliaria, bien detectada y analizada en los EEUU, que está afectando especialmente a las oficinas y locales comerciales, y por tanto a los bancos estrechamente vinculados al negocio con ese tipo de inmuebles. Este fenómeno también sucede aquí, pero que apenas se comenta para no entorpecer una lectura triunfalista de la realidad económica. Así aparecen después estos “asombros” entre algunos de los máximos dirigentes del “Gobierno de Progreso”; si no se enteran de nada, no les queda otra alternativa que el “asombro”.
Es de interés también señalar el “bluff” que se está generando alrededor del negocio de la “Inteligencia Artificial”, cada vez más renqueante y apalancado. Es de destacar que Tesla, empresa dedicada a la producción de vehículos eléctricos y con vínculos muy estrechos con la IA, lleve dos trimestres consecutivos en caída de sus beneficios, con una caída del 45% respecto al mismo periodo del pasado año.
Por último, el rechazo cada vez más extendido contra el turismo masivo, con manifestaciones muy concurridas en Canarias, Barcelona, Málaga, Palma de Mallorca, etc., y que son fruto de una auténtica actitud de rechazo al modelo capitalista cada vez más depredador e improductivo. En este capítulo se podría incluir el uso del Bernabéu como centro de macroconciertos, que genera todo tipo de problemas en la zona y el rechazo social consiguiente.

En síntesis, como venimos sosteniendo, el imperialismo capitalista necesita la guerra para intentar salir de su crisis. El General Roland Walker, nuevo Jefe del Ejército británico, ha subrayado que el país debe prepararse para la guerra en el plazo de tres años, señalando como sus adversarios a China, Rusia, Irán y Corea del Norte. Otros dirigentes occidentales han incidido en esta misma idea. En numerosos editoriales hemos afirmado que la tarea principal del movimiento revolucionario era impedir el avance hacia la globalización de la guerra, y de no poder evitarla, la de vencer al imperialismo y al neofascismo sionista que la impulsa. La segunda tesitura desgraciadamente cobra cada vez más peso; toca poner toda nuestra inteligencia y corazón.
Izquierda Castellana, 24 de julio de 2024