
El viernes 31 de mayo Biden presentó una propuesta de paz para Gaza; según el Presidente de los EEUU, la iniciativa era apoyada por el Gobierno de Netanyahu, y fue por cierto inmediatamente respaldada por Hamás como un punto de partida aceptable para avanzar en la solución del conflicto. A estas alturas, parece falso que la propuesta de Biden contara previamente con el apoyo de Netanyahu. Después de que ésta fuera transmitida a la opinión pública, varios ministros del Gobierno israelí la rechazaron, como así lo hizo, aunque de forma más matizada, el propio Netanyahu.
¿Por qué Biden hizo una propuesta asegurando que contaba con un apoyo que realmente no tenía? ¿Qué beneficios derivados de hacer pública esa engañifa pretende conseguir? Vamos a ir de lo más concreto a lo más general para reflexionar sobre ello.
En primer lugar, está la cuestión de la celebración del Desfile del Día de Israel en Nueva York el domingo 2 de junio, tan solo dos días después de esa “propuesta de paz”. No hay un conocimiento extenso de esa celebración entre la opinión pública en el Estado español, tal como sí ocurre respecto a la celebración de inspiración irlandesa del Día de San Patricio, pero ese evento tiene un grandísimo alcance, particularmente en esta ocasión. Se celebró en la Quinta Avenida neoyorquina, como cada año desde 1964, el “Desfile Anual del Día de Israel”, anteriormente denominado “Desfile de Celebración de Israel”. Esta conmemoración tiene un alto significado social y político, constituyendo toda una efemérides en la ciudad a la que asisten decenas de miles de judíos/as, así como autoridades de Nueva York (gobernador, alcaldía, fiscal general, etc.) y del propio Estado de Israel. En esta ocasión asistieron varios ministros del Gobierno de Netanyahu. En Nueva York, segunda ciudad del mundo con más población judía, tan solo por detrás de Tel Aviv, se han realizado desde octubre de 2023 cerca de 3.000 manifestaciones y actos en relación con el conflicto, prácticamente todos ellos favorables a Palestina, expresión de la polarización social en esa ciudad sobre el asunto.
Las Elecciones presidenciales en EEUU para el mes de noviembre están cada vez más condicionadas por la cuestión palestino-israelí. Hay sectores que apoyaban tradicionalmente al Partido Demócrata que en esta ocasión le están dando la espalda, no para apoyar a Trump, sino para abstenerse u optar por el “tercer voto” (un voto de rechazo, no dirigido a ninguno de los candidatos principales, que ya se reflejó en algunas de las elecciones primarias, como en Michigan). Ciertamente Biden percibe que este tema, entre otros, le está restando posibilidades de reeditar su Presidencia.

El que Biden siga siendo Presidente de los EEUU, y por tanto quien controla -junto con su equipo- todo el poderío militar, político, económico y mediático de la principal entidad del bloque imperialista, es de primera importancia para la fracción a la que representan, hoy por hoy hegemónica: la del globalismo capitalista. Hay ciertas diferencias entre la política de Trump y la de Biden, precisamente por los matices que implican a los grandes sectores del imperialismo yanqui, y al que cada uno de ellos representa. Sin embargo, estos matices se han venido desdibujando y son ya menores de lo que fueron en las Presidenciales del 2020. Trump representa a los sectores que pretenden recuperar en todo lo posible las fuerzas productivas que se fueron yendo a otros países del mundo capitalista o incluso a China en las últimas décadas, esencialmente el sector industrial y agroindustrial; por el contrario, Biden tiene su principal asentamiento en el sector financiero. Ejemplo de la difuminación de tales matices durante estos últimos años puede observarse en la política económica: durante la presidencia de Trump los aranceles a los productos chinos se vieron beligerantemente ampliados, con la intención de proteger la producción industrial estadounidense, y Biden ha tomado medidas similares, seguramente pensando que éstas facilitarán su reelección.
La guerra colonial y genocida en Palestina, en la que los EEUU -con Biden a la cabeza- se encuentran absolutamente implicados, está teniendo unos efectos nefastos hacia la reputación del imperialismo, solo comparables a lo que sucedió durante la guerra de Vietnam. Dicha pérdida de reputación ocurre a nivel mundial. La aprobación por la Asamblea General de la ONU de una resolución a favor del reconocimiento del Estado Palestino y de la finalización de la guerra es algo que, aunque no se está implementando en la práctica, tiene un impresionante efecto político y social. Lo mismo podríamos decir de la resolución del Tribunal Internacional de la Haya, instando a Israel a que deje de intervenir en Gaza, al menos en los términos en que lo hace actualmente, poniendo en riesgo la vida de la población civil (36.400 muertos/as confirmados, a los que hay que sumar miles de desaparecidos/as, decenas de miles de heridos/as de diversa consideración, etc.). El reconocimiento progresivo del Estado palestino, no solo por parte de los países del “Sur Global”, sino también por algunos europeos como Irlanda, Noruega o España, al que está previsto que se sumen algunos más, es síntoma del desgaste de la imagen del imperialismo en su vertiente angloamericana.
También el 31 de mayo, el mismo día que Biden hace su declaración, la X Conferencia Ministerial del Foro de Cooperación China-Estados Árabes*, emitió una declaración sobre la cuestión, exigiendo un reconocimiento del Estado Palestino y el impulso a un proceso de paz en la zona. Aunque esta declaración no tuvo eco alguno en el Estado español y apenas se mencionó en los medios de comunicación occidentales, tiene un altísimo significado político. Uno de los principales problemas a los que se enfrenta en estos momentos el bloque imperialista es su competencia con China, no solo en el plano económico, sino en el político y en el mediático. No es de extrañar que en este sentido sus avances no encuentren resonancia en los medios de comunicación del imperialismo, pero su impacto en la realidad-real es de enorme trascendencia. La intervención diplomática china permitió que se reestablecieran relaciones entre Irán y Arabia Saudí, y teniendo en cuenta los criterios que utiliza China en su política exterior (que sirva a todos los implicados en ella, y no bajo una perspectiva de aprovechamiento imperialista), sus posibilidades de éxito son mayores, lo que es de gran preocupación para EEUU y el Reino Unido.

El proceso impulsado por las potencias occidentales hacia la guerra global sigue su curso, con sus tres escenarios principales: Europa del Este, especialmente Ucrania, aunque su extensión a otros ámbitos territoriales parece garantizada; el Mar Meridional de China, en lo referente a la cuestión de Taiwán; y Oriente Medio. Desde el punto de vista mediático, aspecto de gran relevancia para los contendientes, el imperialismo lo tiene relativamente bien atado -aunque sufre desgastes- en lo concerniente a la guerra en Europa Oriental, aprovechándose del anticomunismo sembrado en el mundo occidental durante décadas. Está por verse cómo se desarrollará la guerra mediática en el avance hacia la guerra real en el Mar Meridional de China, pero en el caso de Palestina lo tienen francamente mal. Ante esa guerra genocida, la mayoría de la población, incluyendo la del mundo occidental, está claramente decantada hacia el pueblo palestino, pese a toda la manipulación sobre Hamás y su intervención el 7 de octubre. Es cuestión de tiempo que la gente vaya descubriendo que los mismos que apoyan al Estado sionista, sostienen al Estado corrupto y antipatriótico de Ucrania y alientan las provocaciones de Taiwán frente a China. Es decir, los enemigos de los pueblos son exactamente los mismos.
Es en este contexto en el que Biden ha hecho su propuesta, a sabiendas de la falta de apoyo real en la parte israelí y de que más pronto que tarde quedaría desenmascarada. Muy probablemente esta iniciativa también pretende generar presión hacia el Gobierno de Netanyahu, pero, como en anteriores ocasiones, parece que esa posible instrumentalización quedará en agua de borrajas, como sucedió con presiones anteriores (por ejemplo, la oposición a la invasión de Rafah). Finalmente, la “tregua-trampa” que plantea Biden servirá para que se pueda distanciar durante la campaña electoral de las actividades más brutales y genocidas cometidas por Israel en Palestina, pero sin otros alcances reales.
Nos gustaría que las cosas fueran de otra manera, y que efectivamente la propuesta de Biden tuviera los apoyos suficientes para salir adelante; desgraciadamente esto no parece que sea así. De nuevo, rostro pálido habla con lengua de víbora.
Izquierda Castellana, a 3 de junio de 2024
* Los Estados Árabes presentes en el Encuentro son aquellos agrupados en la Liga Árabe: Arabia Saudí, Argelia, Bahrein, Comoras, Djibuti, Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Irak, Jordania, Kuwait, Líbano, Libia, Mauritania, Marruecos, Omán, Palestina, Qatar, Siria, Somalia, Sudán, Túnez y Yemen