
Los medios de comunicación escritos y audiovisuales han expresado una tremenda sorpresa (lo que tiene no enterarse de la realidad-real) por la decisión de Pedro Sánchez de abrir un periodo de reflexión de cinco días, tras los cuáles nos anunciará al pueblo llano si dimite o sigue en su cargo como Presidente, lo que, según dice, le está suponiendo un auténtico valle de lágrimas para él y su familia.
Pedro Sánchez durante el último debate de investidura, 15 de noviembre de 2023.
La carta de Pedro Sánchez es un ejercicio de pura demagogia y de intento de uso racional de la irracionalidad. Hace un llamamiento claro no al pensamiento y a la reflexión racional, sino a la más pura emotividad. La frase más contundente de su carta es la siguiente: “Y yo, no me causa rubor decirlo, soy un hombre profundamente enamorado de mi mujer que vive con impotencia el fango que sobre ella esparcen día sí y día también”. Es obvio que Sánchez parte de que la mayoría social -y entre ella, un sector significativo de quienes le votan- tiene una percepción muy diferente sobre su personalidad, lo que no es de extrañar viendo su trayectoria como Presidente: la traición al pueblo saharaui; la hipocresía en relación con el pueblo palestino (no haciendo nada efectivo para detener el genocidio, aunque suscribiendo consideraciones que le permitan guardar una cierta imagen); el abandono de muchos de los que le auparon a la Presidencia, como Ábalos y compañía, etc., son ejemplos recientes que indican la falta de honestidad y sensibilidad del personaje.
A Pedro Sánchez -que obviamente no tiene nada de imbécil, aunque tampoco sea de la inteligencia extraordinaria que algunos pretenden- no se le puede escapar que su imagen viene sufriendo un deterioro importante en los últimos tiempos, especialmente en los ambientes internacionales, como prueba el que sus “vacaciones” no hayan tenido repercusión alguna en los medios de comunicación foráneos. Ese deterioro comenzó con la pandemia de Covid-19; aún estamos esperando a que informe sobre el comité que lo asesoró técnicamente, información que fue demandada en dos ocasiones por la prestigiosa revista médica The Lancet, sin obtener respuesta.
Los últimos resultados electorales y encuestas demoscópicas confirman ese desgaste. El PSOE perdió las últimas elecciones generales, aunque se empeñen en hacer un discurso en el que parezca lo contrario; igualmente, las elecciones en Galicia también fueron una clara derrota; y lo mismo podríamos decir respecto a las recientes elecciones en Euskadi, aunque, según su interpretación, el 90% de los votos en ellas le han sido favorables. Las encuestas de hace unas pocas semanas sobre las próximas Elecciones Europeas, incluyendo las del CIS, situaban al PP como vencedor, con una diferencia de hasta 10 puntos con respecto al PSOE. La última encuesta del CIS, aparecida el martes 24 de abril, el mismo día que Pedro Sánchez publicó su carta, refleja “curiosamente” un empate técnico entre el PSOE y el PP, remontando en unas pocas semanas esa distancia sin que haya ningún hecho político relevante que haya podido condicionarlo; parece que se trata simplemente de la ingeniería estadística a la que nos tiene acostumbrados/as el CIS.


Aunque Pedro Sánchez estaba consiguiendo taponar alguna de las vías abiertas en su nave, cada vez encuentra más dificultades para ello. La apertura de diligencias por el Juzgado n.º 41 de Plaza Castilla contra Begoña Gómez por tráfico de influencias rompe de hecho esa política de taponamiento de brechas en la nave sanchista, especialmente cuando se ha declarado el secreto de sumario, y ha sido el elemento inmediato de su decisión del día 24. ¿Por qué teme Pedro Sánchez y compañía que se abra un procedimiento judicial sobre las actividades de Begoña Gómez? ¿No dicen que confían plenamente en la administración de Justicia española? Desde luego el juicio, en caso de haberlo, se realizará con todas las garantías, teniendo muy en cuenta de quién se trata. ¿No será quizás que lo que realmente temen es que aparezca información de todas las corruptelas que se han traído entre manos en los últimos años, incluyendo el Caso Koldo?
En Izquierda Castellana hemos sufrido diversos juicios, totalmente infundados en su motivación y claramente políticos, de los que vamos a mencionar sólo dos: el intento de ilegalización de nuestra organización, impulsado por el Ministerio del Interior en 2021, y el juicio contra Doris Benegas y Luis Ocampo -realizado cuando Doris ya había fallecido- por un delito de atentado contra la autoridad por los hechos acaecidos el 4 de octubre de 2014, donde como puede comprobarse en numerosos vídeos, lo que se vivió fue una agresión policial contra las personas que participaban en una movilización contra la monarquía, especialmente contra estos dos compañeros. Por cierto, de todos estos juicios fuimos finalmente absueltos/as.
Imágenes de las cargas policiales contra la manifestación del 4 de octubre de 2014
A pesar de la motivación política de ambos casos, como otros muchos que no vamos a relatar ahora por economía del espacio, estábamos seguros/as de que los ganaríamos, no porque creamos que la administración de Justicia es neutral ni nada que se le parezca, sino porque incluso con esta administración, un caso bien preparado y en el que se tenga la razón puede ganarse. No digamos en el caso de Begoña Gómez. En nuestra opinión, el temor de Pedro Sánchez y toda su corte tiene que ver más bien con lo anteriormente señalado: que aflore toda la corrupción desarrollada en estos últimos años.
De nuevo nos quieren llevar al terreno de que estamos ante una ofensiva de la derecha y la extrema derecha contra el “Gobierno de Progreso”. No nos lo creemos, ni un sector significativo de la población se lo va a creer, incluyendo a mucha de la gente que vota a partidos de la izquierda del Régimen agrupados bajo el paraguas del actual Gobierno, y mucho menos a la base militante auténticamente progresista de alguno de ellos.
Pedro Sánchez ha estado durante estos años construyendo el falso relato de que la izquierda del Régimen tiene un proyecto sustancialmente diferente al de la derecha, y que él iba a ser el encargado de su materialización. Esta visión no la ha transmitido solamente Sánchez, sino por desgracia también algunos sectores de las izquierdas soberanistas que le han acompañado en este tránsito: ahí están los ejemplos de Bildu y en buena medida de ERC (se blanquean mutuamente). Mientras, la derecha del Régimen se ha encargado de dar aliento a esa versión ficticia, denunciando que después de la amnistía (que muy difícilmente se concretará tal como la han negociado Junts y el PSOE, aunque amaguen en esa dirección) vendrá la materialización del derecho de autodeterminación. Estas consideraciones alimentan la imagen totalmente fantasiosa que de sí mismo quiere dar el Gobierno. Pero éste no es un “Gobierno social-comunista”, ni siquiera un “Gobierno de Progreso”, como es muy fácil concluir de su estricto alineamiento internacional con la OTAN y con el imperialismo yanqui de la mano del Partido Demócrata de Biden, con el que le unen estrechos lazos.
Los medios de comunicación en la órbita del Gobierno han sido muy comprensivos con la decisión de Pedro Sánchez, e incluso algunos, en su estupidez crónica, aseguran creer en la sinceridad de su planteamiento. ¿De qué se trata realmente el plazo de cinco días que se ha tomado Pedro Sánchez para “reflexionar”? No cabe duda de que pretende hacer una evaluación de daños y ver cuáles son las perspectivas y posibilidades reales de continuidad de su Gobierno, así como de actualizar los apoyos que tiene en este momento. Hasta ahora, Pedro Sánchez, dominado por un optimismo y voluntarismo fantasioso, aseguraba que la legislatura iba a durar cuatro años, pero seguramente ha empezado a tomar conciencia de las auténticas dificultades para ello.
Fragmento de la película «El Lobo de Wall Street»
Pedro Sánchez tiene que tomar en lo inmediato una serie de medidas socioeconómicas que van a generar un fuerte rechazo social, y pese a que las organizaciones sindicales mayoritarias están a plena disposición de su Gobierno, su capacidad de controlar al movimiento popular se ha mermado en los últimos tiempos. La reforma de las pensiones es uno de los temas que tendrá más impacto: no hay que descartar que ésta no afecte solo a los nuevos pensionistas, sino que haya recortes en los actuales, como ya ocurrió en Grecia con medidas muy significativas, o en el Estado español de forma más leve. Por otro lado, el coste de la vida real para las familias, también para las empresas, ha aumentado significativamente como efecto de la subida de los tipos de interés. Los sistemas sanitario y educativo públicos no mejorarán, sino que seguirán empeorando a consecuencia de una inversión cada vez más precarizada, relacionada con los crecientes gastos militares y particularmente con la guerra. El Ministro de Transportes y exalcalde de Valladolid ya avisó que en un plazo no muy lejano se empezará a cobrar una tasa por el uso de las autovías. Estos ejemplos obviamente no se compadecen con la pretendida imagen de ser el “Gobierno de Progreso” más importante desde la IIª República.
Seguramente ni el propio Pedro Sánchez tiene en estos momentos tomada la decisión definitiva sobre qué hacer. Está claro que su pretensión es mantenerse como Presidente del Gobierno, pero tendrá que evaluar los daños ocurridos hasta ahora y prever los que le vienen a corto y a medio plazo. Desde el movimiento comunero hemos comentado reiteradas veces que Pedro Sánchez saldría del Gobierno “a boinazos”; más allá de los propios actos de su partido, es siempre recibido con rechazo por la gente, lo que con toda seguridad a un personaje con su carga de narcisismo le debe parecer inadmisible. Si ve el panorama muy oscuro, posiblemente sea partidario de una retirada a tiempo.
Cualquiera de las soluciones por las que opte no va a tener un impacto significativo en las clases populares, ni va a cambiar la naturaleza del Régimen monárquico del 78. De dimitir, habrá elecciones anticipadas, que probablemente gane el PP, aplicando una política desde su hipotético gobierno no muy diferente a la que hará este Gobierno en caso de continuar. Aunque hay que reconocer que organizar la resistencia y la lucha social contra un gobierno formalmente de derechas es más sencillo que organizarla contra uno que se dice presuntamente de izquierdas.
Izquierda Castellana, 25 de abril de 2024