Avanzando en la imposición de la guerra global

Gaza
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El capitalismo imperialista necesita la guerra como herramienta cualitativa para intentar superar su profundísima crisis, no solo en el plano económico, que también, sino en el político, cultural y reputacional.

La crisis económica actual del capitalismo imperialista es inabordable por fórmulas «ordinarias», ni tan siquiera con herramientas extraordinarias parciales y aplicadas en unos determinados territorios y/o en determinados espacios temporales. Esas fórmulas las llevan ensayando en la práctica, siguiendo la doctrina de la Escuela de Chigago -Milton Friedman- desde 1973 con el golpe de estado en Chile impulsado mano a mano por los EE.UU. y la oligarquía chilena. Tal ensayo se llevó adelante sobre decenas de miles de cadáveres pertenecientes a las clases trabajadoras, a sus sectores más conscientes, así como sobre la anulación de todos los derechos civiles y políticos del conjunto de la población. Esa «experiencia» se extendió a Argentina, Uruguay… y antes se había impulsado en Brasil e Indonesia. En toda América Latina se acabó impulsando a sangre y fuego esa «buena nueva» del capitalismo, el ultraneoliberalismo asociado al neofascismo. Pero los resultados no fueron los esperados a medio plazo y, con más o menos éxito, la resistencia popular, al menos en el terreno social, se fue recuperando a pesar de la brutal represión estructural.

Aprovechando la desaparición de la URSS y de lo que los apologetas del capitalismo ya consideraban el final de la historia y el nacimiento del «Reino del capitalismo sin fin» se lanzaron a la conquista del mundo, tal como habían hecho anteriormente en los inicios del capitalismo los diversos imperios que se fueron sucediendo, empezando por el llamado «imperio español», que realmente era el de los Habsburgo, y que supuso entre otras cosas la liquidación de Castilla como nación soberana en los siglos XVI y XVII, y siguiendo por los imperios holandés, francés, británico…

La liquidación de los estados soberanos en oriente medio (Irak, Libia y el intento de destruir Siria) bajo los pretextos más peregrinos y por supuesto falsos, son un indicador del envalentonamiento sin límites del capitalismo occidental. Ya no había temor a que la URSS pudiera dar una respuesta más o menos simétrica a esas agresiones imperialistas.

Para el caso de Rusia, el Estado formalmente heredero de la URSS, también aplicaron una política de liquidación vehiculizada a través de Yeltsin y sus gobiernos, completamente entregados a los intereses del capitalismo internacional en combinación con la llamada oligarquía rusa. Esa época supuso un auténtico atropello a los derechos de las clases populares rusas además de una tremenda humillación a su dignidad nacional. Parecía claro que ese festín tendría un pronto final porque el pueblo ruso respondería; y así fue. El ascenso electoral y político del Partido Comunista Ruso, hasta ser la primera fuerza en las elecciones de 1999, fue el preludio de una nueva era política en Rusia encabezada por Putin, que puso especial énfasis en la recuperación de la dignidad nacional y el papel internacional de ese país.

El mundo capitalista occidental, siempre condicionado por sus ambiciones expansionistas y hegemonistas, tuvieron claro desde la caída de la URSS que la liquidación de Rusia como gran potencia era la siguiente etapa a cubrir. Yeltsin cumplía primorosamente esa tarea, pero con la llegada de Putin al poder las cosas se le empezaron a torcer. Inicialmente intentaron la política del palo y la zanahoria, pero la nueva gobernanza rusa no estaba alcoholizada ni deslumbrada por el modo de “vida occidental» y puso en marcha una política de defensa de su soberanía, de su seguridad, de regeneración social y de recuperación de su influencia internacional.

EEUU y la OTAN habían adquirido compromisos con los últimos dirigentes de la URSS sobre la no extensión de la OTAN hacia el Este, e incluso que una Alemania unificada entre la República Federal y la República Democrática Alemana (RDA) se mantendría neutral y que por supuesto ninguno de los Estados pertenecientes a la antigua URSS pasarían a ser parte de esa alianza militar. Como siempre a lo largo de la historia los estados capitalistas/imperialistas y especialmente los EEUU fueron incumpliendo uno tras otro sus compromisos. El golpe de estado en Ucrania, el llamado “Maidan» de finales de 2013 y principios de 2014, fue el intento definitivo de cercar a Rusia. Ese país se vio forzado a tomar la decisión de empezar a defenderse por todos los medios y también a defender a la población de origen ruso en países de la antigua URSS, especialmente en el caso de Ucrania, en la región del Donbass o la Península de Crimea.

Este es el auténtico origen, descrito de forma muy sintética, de la actual guerra que la OTAN libra en Ucrania contra Rusia.

Al no conseguir los objetivos planteados sobre Rusia desde la caída de la URSS, y al no conseguir tampoco resolver la crisis estructural del capitalismo imperialista, entre otras cosas por que ésta no tiene solución, con la liquidación y posterior robo de recursos naturales de los estados soberanos de Irak, Libia y en parte Siria, estos se han ido orientando cada vez de forma más explícita hacia la preparación de una nueva guerra global. Los primeros síntomas de tal cuestión fueron los cambios en las doctrinas militares en los países más representativos de ese mundo y de su principal alianza militar, la OTAN. La cumbre de Madrid de junio de 2022 supuso un claro ejemplo en esa dirección. A estas cuestiones hay que añadir como algo de principal importancia la beligerancia de EEUU hacia el ascenso de China como potencia económica industrial principal en el mundo; y por tanto la puesta en marcha de todo tipo de maniobras para desestabilizarla, especialmente a través de Taiwán, como antes hicieron con Hong kong o Sinkiang (la región autónoma china poblada por la minoría uigur).

Parece claro que cuando el mundo capitalista occidental se orienta hacia un intento de solución militar a sus problemas internos tomando como sujeto principal de este a Rusia, cometieron graves errores de cálculo, como ya le sucedió a la Alemania nazi con Hitler a la cabeza o al Imperio francés con Napoleón: infravaloraron al contrario, un error bastante habitual en el pensamiento burgués.

Esta, llamémosle, primera etapa de la guerra está siendo una amarga experiencia para el capitalismo imperialista. Las declaraciones del presidente francés Macron y de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, son claras expresiones de ello, pero a su vez son muy complementarias: «Rusia no puede ganar la guerra en Ucrania» dice Von der Leyen y «Los países de la OTAN tienen que intervenir sobre el terreno», dice Macron.

Edificios residenciales destruidos en Rafah, la Franja de Gaza, el 12 de febrero de 2024

Los ejércitos de la OTAN ya están interviniendo en Ucrania, de momento bajo el estatus de mercenarios (falsos mercenarios y auténticos miembros de los ejércitos regulares de algunos países de esa alianza militar, especialmente EEUU y Reino Unido. Su tarea es colaborar o planificar las actividades para las que las fuerzas ucranianas no están suficientemente capacitadas: manejo de armas sofisticadas de origen occidental, formación de pilotos de aeronaves modernas, labores de inteligencia…

Las consideraciones de Macron son plenamente complementarias con las de Von der Leyen, y aunque algunos portavoces de gobiernos occidentales se apresuraron a declarar que no estaba en sus previsiones enviar tropas a Ucrania, sus acciones prácticas indican todo lo contrario. Las guerras, especialmente las guerras globales, requieren preparación previa en diversos terrenos: en el financiero, en el industrial y por supuesto en la preparación subjetiva de la población para tal cuestión, por citar algunos ejemplos significativos.

Los presupuestos de guerra experimentan una escalada más que significativa en el conjunto de países de la OTAN y en los aliados de ésta, como es el caso de Japón. La industria en Europa y en EEUU se está orientado de forma muy rápida a la industria de guerra, que es además la que tiene mayores expectativas de beneficio en la actualidad. El caso de EEUU es el más emblemático en estos momentos. La venta de armas para la guerra en Ucrania está siendo el negocio más redondo para la oligarquía de los EEUU en los últimos tiempos. Los dirigentes de ese país se lo están repitiendo hasta la saciedad a su opinión pública, cada vez menos proclive a la guerra de la OTAN contra Rusia en Ucrania. En El País del jueves 1 de marzo, el conocido «periodista orgánico» del imperialismo y del Régimen Josep Ramoneda, aunque habitualmente intenta disimularlo, escribe un libelo como apertura de esa veda: el disparo inicial al que le seguirán otros «ilustres» intelectuales del imperialismo, el disparo inicial contra el movimiento por la paz y por tanto contra la guerra. Ese artículo es tan sumamente primario desde el punto de vista intelectual que su autor deja a la intemperie todas sus inmundicias. Tiene de positivo que se moja plenamente como propagandista de la guerra para intentar llevar adelante la deshonrosa tarea de preparar a la población para su participación en ella.

Estos días estamos asistiendo a varios episodios que ponen de nuevo la evidencia de la auténtica naturaleza corrupta del Régimen monárquico postfranquista. Mientras la gente se moría por centenares de miles a causa de la pandemia Covid-19, los jerarcas del Régimen, tanto de su izquierda como de su derecha, se enriquecían sin mostrar el menor escrúpulo.

El imperialismo avanza en la preparación de la guerra: Letonia y Lituania ya han expresado su voluntad de enviar tropas regulares a Ucrania. En cada “región» del mundo llamada a participar en el conflicto se dan los pasos adelantes que las circunstancias aconsejan. Los países bálticos, con una fuerte tradición antisoviética y antirusa entre sus sectores dominantes, van un paso por delante en sus declaraciones y en su práctica. El báltico es una de las regiones del mundo más tensionadas en esta fase del proceso de conflicto global que se ha iniciado. Además del posicionamiento de esas repúblicas exsoviéticas que son totalmente irresponsables, como pollo sin cabeza, pero siguen al fin y al cabo la estela que ya marcaron en la fase previa a la II Guerra mundial. El caso de Finlandia, que ya participó en esa guerra contra la URSS con el bando nazi, es de mayor importancia, tal como lo es la incorporación de Suecia a la OTAN.

Igualmente, desde el punto de vista de la reflexión, es importante señalar el acercamiento entre Ucrania e Israel, tanto en el plano ideológico/político como de los apoyos militares mutuos.

El nivel reputacional internacional del Estado nazi-sionista de Israel por su actividad criminal continuada contra el pueblo palestino cae a un ritmo vertiginoso. Casi todos los medios de comunicación del mundo occidental, incluyendo los de los EEUU y del propio Israel así lo reconocen. En esa alianza se expresa la configuración de un eje internacional claramente nazi que tiene una de sus referencialidades más importantes en esos dos estados. En el caso de Israel sin duda alguna. En el caso de Ucrania, se avanza cada vez más en la clarificación de ese papel. Por supuesto esas dos referencias señaladas están plenamente apoyadas por el sistema capitalista internacional.

La lucha contra la guerra hoy es la lucha contra al nazi-sionismo en sus diversas versiones.

La lucha contra la guerra hoy es la lucha contra el imperialismo y el nazifascismo, que supera en crueldad al que llevó a la II Guerra Mundial.

Nuestro objetivo fundamental es luchar contra la guerra, pero simultáneamente tenemos que organizar la lucha contra el neofascismo y sus planes humanicidas.

Si no conseguimos parar la guerra, hemos de conseguir derrotar a esa alianza del neonazismo, que tiene los escenarios de lucha más avanzados, en estos momentos en Palestina y Ucrania.

¡Venceremos!

Izquierda Castellana, 1 de marzo de 2024

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