
Los atentados en Beirut contra una parte de la dirección de Hamás y el indiscriminado atentado en Irán contra los actos de homenaje y recuerdo del general Qasam Soleimani, asesinado por EEUU hace cuatro años, expresan sin género de dudas que las fuerzas del imperialismo/sionismo han optado sin complejos por una estrategia terrorista. Un atentado a la entrada de un cementerio contra las personas que asisten a un acto de homenaje a un difunto es de las cosas más inhumanas que se pueden realizar, pero no es la primera vez que las fuerzas imperialistas/sionistas optan por esa línea de acción en sus conflictos.
El desarrollo de la lucha en Palestina no le va suficientemente bien al conglomerado Israel-EEUU. Las bajas en el Ejército sionista son muy altas, mientras que la neutralización de las fuerzas de Hamás está siendo poco efectiva. Esta organización mantiene su capacidad militar en lo fundamental, incluyendo el lanzamiento de misiles hacia territorios bajo jurisdicción del Estado de Israel. A esta circunstancia hay que sumar la grave crisis interna que atraviesa en estos momentos la sociedad y el propio Estado israelí, en relación con la actitud gubernamental hacia la liberación de los rehenes en manos de Hamás, así como con el rechazo del Tribunal Supremo israelí al proyecto de ley de reforma judicial de Netanyahu, con la que pretendía blindar su línea de acción política. A ello hay que sumar la aceptación por parte del Tribunal de la Haya (CIJ) de la denuncia por genocidio realizada por Sudáfrica, cuyas vistas empezarán en la próxima semana (es curioso como los medios de comunicación del Estado español no se están haciendo eco de esta cuestión, en claro contraste con lo que sucedería si en vez de comparecer Israel lo hiciese China). Si a estas cuestiones añadimos la desazón social e institucional por la evolución de la guerra-genocidio contra el pueblo palestino en Gaza, y también en Cisjordania y Jerusalén Este, la situación para el Gobierno de Netanyahu se hace cada día más compleja.
Las actividades terroristas de los últimos días en Beirut e Irán son el fruto de esa debilidad en la conducción del conflicto bélico, que no es sino la continuación del conflicto político y social. Los ataques terroristas, especialmente los dirigidos contra población civil indefensa, como en Irán, son expresión de la desorientación estratégica y de la deshumanización de las fuerzas del imperialismo/sionismo. No son expresión de fortaleza, sino todo lo contrario.
Con estas acciones no solo no resolverán los problemas que tienen, sino que los van a agudizar. Seguramente estos últimos ataques tienen como finalidad provocar a las fuerzas de la resistencia palestina y a sus aliados, pero aunque es seguro que habrá una respuesta adecuada a esas agresiones, no parece que esta vaya a ser en el tono que esperan sus perpetradores, cuyo objetivo final es la escalada bélica en Oriente Medio como paso intermedio hacia la globalización de la guerra, que están calentando también en otros escenarios.
Como hemos comentado en varios editoriales anteriores, se hace cada vez más obvio que el imperialismo/sionismo, además de perder todo vínculo con los criterios de humanidad, ha perdido también los criterios de racionalidad. Su único objetivo es impulsar la guerra, que es ahora el gran negocio del capitalismo. En estas circunstancias no nos queda otro camino que el impulso y la organización del movimiento popular para confrontar con el imperialismo y sus políticas humanicidas.
Izquierda Castellana, a 4 de enero de 2024