En Serbia, una provocación de «colores»

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En Ucrania, en 2014, una movilización opositora, a raíz de protestas incentivadas por Occidente, llevaron al país a lo que se ha llamado la Revolución de Colores o Maidán, un golpe de Estado contra el Gobierno de entonces.

El resto de la película ha sido de horror y misterio, y el papel protagónico lo han escenificado Estados Unidos y la OTAN, que apostaron porque aquel golpe fuera la oportunidad para usar a Ucrania como trampolín para cercar a Rusia y, finalmente, arremeter contra el gigante eslavo.

Hoy se puede asegurar que la llamada Revolución de Colores, con predominio del color de la sangre derramada, ha llevado a un conflicto internacional causante de grandes daños en Europa, de limitación de la llegada de granos y otros alimentos, procedentes tanto de Ucrania como de Rusia, a países africanos y de otros continentes, y con el mercado estadounidense de armas como único vencedor.

Otro país eslavo, Serbia, conoce bien del interés occidental, principalmente de EE. UU., de someterla y alejarla de sus tradicionales relaciones con Rusia y otros Estados exsoviéticos.

En 1999, Serbia fue víctima de los más salvajes bombardeos por parte de Estados Unidos y la OTAN, sin consulta ni aprobación de la ONU, para vergüenza del mundo y de sus instituciones.

Aquella «obra» de un presidente demócrata de Estados Unidos, no solo mató y mutiló a miles de civiles serbios, destruyó viviendas, guarderías infantiles, plantas de televisión, embajadas y hospitales, sino que completó la tarea de desintegrar a la entonces Yugoslavia, y abrir un frente antiserbio en lo que era la provincia autónoma de Kosovo, hoy con una de las mayores bases militares estadounidenses, punta de lanza y monitoreo para las acciones ofensivas de Washington en esa parte del mundo.

Por estos días, Serbia ha vivido momentos de agitación e intentos desestabilizadores, con matices occidentales que repiten los ya provocados en otras naciones.

Grupos opositores al actual gobierno que preside Aleksander Vucic, y aupados por Occidente, no aceptaron la derrota en las elecciones parlamentarias recientes, y se han lanzado a las calles en franco desafío a las autoridades.

Fue el pasado 17 de diciembre cuando se celebraron estos comicios, parlamentarios y locales, en 65 ciudades y municipios, incluido Belgrado. Como resultado, la coalición de Vucic, «Serbia no debe detenerse», ganó el 47 % de los votos, seguida de la alianza Serbia contra la violencia, con el 23 %.

Una semana después, los partidarios de una alianza de partidos de oposición intentaron asaltar la administración municipal de la capital.

Vucic habló ante el país, e informó que su Gobierno había sido advertido, «gracias a servicios secretos del exterior», que se fraguaban esos disturbios, que calificó como «un intento de Maidán», en alusión a la llamada Revolución de Colores de 2014.

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