Un nuevo ciclo político ha nacido y se está cerrando el viejo, que de una manera simbólica se inició con la caída de la URSS

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Está tocando a su fin el modelo capitalista/imperialista, cuyo auge y avance parecía invencible durante las últimas tres décadas y se presentaba como “el final de la historia” y de los proyectos reales (no virtuales) de transformaciones auténticamente beneficiosas para las clases trabajadoras y para los pueblos. De manera simultánea, diversos y múltiples procesos progresistas están avanzando en el mundo, con todas las dificultades inherentes a cualquier cambio material en la sociedad, pero muy particularmente en los niveles de la superestructura: cultura, pensamiento, hábitos, aficiones…

La hegemonía global está cambiando de bando, desde la reacción imperialista a la soberanía progresista, y eso está ocurriendo en mayor o menor medida en todos los continentes. Los BRICS, entre otras realidades, son un ejemplo concreto de ello. Europa es seguramente el continente más atrasado en tal proceso, lo que tiene su lógica. En Europa Occidental en general, y en particular en el Estado español, la pandemia de Covid-19 sirvió como marco de justificación para aplicar la ya famosa “doctrina del shock” e intentar remodelar la conciencia subjetiva del conjunto de la sociedad. En el Estado español no lo consiguieron en su totalidad, pero hay que reconocer que lograron un éxito parcial, especialmente en algunas naciones del Estado que se habían caracterizado por su combatividad y su rechazo al Régimen de la monarquía postfranquista del 78. Madrid y Castilla son quizás los territorios en donde esa aplicación de la doctrina del shock ha tenido efectos menos letales, aunque también se han dejado notar.

En el paquete de la aplicación tardía de esa política de la doctrina del shock se incorporaron todo un conjunto de medidas inspiradas en la pura irracionalidad y en la manipulación informativa, con cotas no conocidas ni en los últimos años del franquismo. Ese impulso a la irracionalidad abarca desde la potenciación de la “filosofía queer” a todo tipo de barbaridades en el plano científico, y por supuesto la precarización de la democracia. Esto fue parte sustancial del abordaje de la pandemia Covid-19, aspecto al que dedicaremos un editorial específico en las próximas semanas.

Es evidente que la subjetividad social en el Estado español ha cambiado, en general, para mal, y como solía ocurrir tradicionalmente en la España de los últimos siglos, las modas impuestas por la burguesía internacional le han llegado tarde a las burguesías autóctonas, cuando en otros lugares ya se estaban abandonando. Tal cosa ha ocurrido con sus características particulares en Euskal Herria y Cataluña; quizás, como decíamos, Castilla es el pueblo menos afectado por esa deriva ideológico-filosófica.

La obligación de los/as comuneros/as del siglo XXI es aprovechar la coyuntura internacional que estamos viviendo, dura pero favorable a las fuerzas populares, para conseguir avances significativos del movimiento popular en el conjunto de Castilla. Desde las diversas expresiones organizativas de la lucha popular en nuestra tierra tenemos una experiencia bastante amplia y profunda en cuanto a las luchas de resistencia, también en cuanto a la lucha ideológica y filosófica, pero no tenemos aún articuladas, ni en el plano teórico ni en el político-organizativo, las bases para que el conjunto de nuestro pueblo inicie la marcha hacia una construcción soberana y antiimperialista. La tarea fundamental para los años 2024 y siguientes debe ser poner en pie esa herramienta teórico-política, clave de la conducción del movimiento popular comunero. Hay mimbres para ello si los sabemos trabajar con inteligencia, amor y disciplina.

Feliz y revolucionario año 2024

Izquierda Castellana, 27 de diciembre de 2023

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