
Es relativamente frecuente ver cómo en diferentes actividades de solidaridad con Palestina surge el debate sobre si se trata de una guerra o de un genocidio. Como en tantas otras ocasiones, creemos que esto es un falso dilema: estamos ante una guerra y ante un genocidio, o lo que es lo mismo, ante una guerra genocida. Las guerras coloniales suelen serlo, y el caso de la actual guerra del sionismo y sus aliados contra el pueblo palestino no es, en ese sentido, diferente; es importante tener claridad en esta cuestión para poder analizar la situación y evolución del proceso en marcha. Podríamos decir que el Ejército sionista y sus aliados están alcanzando metas más que significativas en lo relativo al genocidio, pero a los agresores les va francamente mal en lo que se refiere estrictamente a la guerra entre las fuerzas militares sionistas y las fuerzas guerrilleras que apoyan a Palestina; a algunas personas esto les puede parecer paradójico, pero no lo es, como demuestra el ejemplo vietnamita.
Las fuerzas populares tienen expectativas reales de alcanzar la victoria. Cuando hablamos de victoria no nos estamos refiriendo a que los batallones de Hamás alcancen y tomen Tel Aviv u otras ciudades de Israel, sino a que el Ejército sionista tenga que declarar nuevas treguas e iniciar un proceso de negociación con las fuerzas palestinas que dé lugar a un nuevo estatus en la región. En esa negociación es fundamental, y así ocurrirá antes o después, que Hamás esté presente.
El sionismo y el imperialismo en general no acaban de definir una estrategia militar clara para la guerra en Palestina. La ofensiva del 7 de octubre de las fuerzas militares gazatíes creó un tremendo impacto en las “inteligencias” israelí y occidental -y por supuesto en el conjunto de su opinión pública- del que aún no han sido capaces de recuperarse. Todavía no han conseguido retomar la iniciativa en el plano militar ni tampoco en el político. Por otro lado, desde la perspectiva de las fuerzas populares palestinas y aquellas que las apoyan en la práctica, hay una estrategia bien definida y con un desenvolvimiento progresivo, in crescendo, ante la que el sionismo-imperialismo está siendo incapaz de responder cabal ni eficazmente.
Vamos a repasar un conjunto de elementos en el escenario actual que son claves en la evolución militar y política del conflicto.
El conflicto militar dio comienzo en esta nueva etapa el 7 de octubre, con la incursión de fuerzas gazatíes en el territorio bajo jurisdicción de Israel, con unos resultados desastrosos para este Estado. Dicha actuación desencadenó a los pocos días una brutal intervención del Ejército israelí sobre Gaza, y en cierta medida también sobre Cisjordania. Para evitar en lo posible bajas entre las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI), el ataque fue materializado sobre todo a través de bombardeos de la marina, la aviación y drones. Pero en esta ocasión esto era totalmente insuficiente, por lo que tuvieron que recurrir a la invasión terrestre, con fuerzas de infantería, aunque de forma muy medida. A pesar de la “prudencia” para evitar pérdidas en las FDI, estas son espectaculares, según reconocían el pasado 11 de diciembre sus propias fuentes al elevar el número de soldados heridos a 1.593. Esta cifra es cuestionada desde los hospitales israelíes, que la duplican en base a sus registros de soldados heridos que han requerido tratamiento hospitalario (es decir, heridos graves). La ofensiva terrestre del Ejército israelí no ha conseguido tan siquiera impedir que las fuerzas guerrilleras de Gaza sigan lanzando cohetes hacia Tel Aviv y otras ciudades, pese a las declaraciones triunfalistas de los portavoces del Gobierno sionista sobre la práctica desarticulación de Hamás, afirmación que se han abstenido de repetir en los últimos días.
El otro frente militar que tiene que atender el Estado israelí y sus aliados es el de Hezbolá, en la frontera con el Líbano. Este frente tiene mucha más potencialidad que la demostrada hasta ahora. Si la implicación es progresivamente mayor, el escenario para el Ejército sionista se complicaría. Tendrían que enviar una parte significativa de sus recursos hacia el norte, cosa que ya empezaron a hacer. En el plano militar tampoco hay que perder de vista que en Siria e Irak hay fuerzas políticas y guerrilleras (Organización Badr, Kataeb Hezbolá, etc.) aliadas del movimiento de liberación palestino que han llevado a cabo intervenciones armadas contra las bases estadounidenses en dichos países, bases que juegan un papel importante en este conflicto.
Por último, al menos de momento, siguiendo en el plano militar y con unas importantísimas consecuencias económicas, está la intervención de los hutíes yemeníes, que están impidiendo que los barcos mercantes con destino a Israel naveguen a través del Mar Rojo (y el Canal de Suez). Los efectos de este bloqueo no solamente afectan a la satisfacción de las necesidades mercantiles de Israel, sino que tienen un impacto muy relevante en el conjunto de la economía occidental. A través del Canal de Suez transita el 10% del tráfico naval mercantil mundial: entre 50 y 60 barcos mercantes al día, lo que supone unos 636 millones de contenedores al año. Las principales navieras de contenedores (Maersk, MSC, CMA, Hapag-Lloyd, OOCL…) han suspendido ya su tráfico por la zona. Este bloqueo por parte de los hutíes, que inicialmente fue tomado como una cuestión menor en Occidente, se está convirtiendo en una de las consecuencias más graves de la guerra en Palestina.
El imperialismo occidental, tan aficionado a dictar bloqueos contra países por razones ideológico-políticas, está probando de su propio jarabe. Los EEUU han puesto en marcha en los últimos días la llamada “Operación Guardián de la Prosperidad”, en la que esperan contar con la participación de 40 Estados. Esto supone la reubicación de parte de su flota militar, incluyendo los portaaviones. Tendremos que estar muy atentos/as a ver en qué medida el Estado español y su Marina de Guerra se implica en esta operación contra el pueblo palestino. La “Operación Guardián de la Prosperidad” tiene un gran problema desde el punto de vista estratégico: es más que probable que Irán y otras potencias se sientan militarmente afectadas, de lo que podría derivarse una implicación más directa en el conflicto. Imaginémonos por un instante que ante el bloqueo impuesto desde hace muchas décadas a Cuba, las flotas rusa o china decidieran intervenir en el Caribe; los EEUU inmediatamente lo considerarían un casus belli. Aunque públicamente arguyen que Irán no tiene motivo alguno para considerar esta operación un casus belli, saben perfectamente que esto no va a ser así y andan con pies de plomo para ponerla en práctica.
La guerra en Palestina tiene una dimensión socioeconómica más allá del bloqueo en el Mar Rojo: el desplazamiento de decenas de miles de israelíes desde el norte y el sur del Estado de Israel; la disminución del número de empleados en varios cientos de miles por la llamada a filas de los reservistas; la negación a la población palestina que trabajaba en Israel para que lo siga haciendo, etc. El deterioro llega hasta tal punto que el sector más ultrasionista del actual Gobierno ha tenido que permitir que 10.000 palestinos retomen su trabajo en los asentamientos israelíes. El PIB de Israel se habría desplomado, se calcula que la guerra como mínimo tendrá un impacto de unos 51.000 millones de dólares y la cosa no ha hecho más que empezar.
En síntesis, las fuerzas de la resistencia propalestina parece que tienen una estrategia inteligentemente elaborada, que van poniendo en práctica de forma planificada y progresiva. Por parte de las fuerzas que defienden el sionismo-imperialismo sucede todo lo contrario. Es evidente su carácter criminal, expresado en ese genocidio con especial castigo sobre la infancia, y que hace de los centros sanitarios, incluyendo UCIs pediátricas, uno de sus objetivos prioritarios; pero salvo en esta cuestión, en la que son muy persistentes, en lo referido a la estrategia militar las fuerzas sionistas y sus aliados imperialistas están dando bandazos y no acaban de poner en marcha una estrategia cohesionada. A esto hay que añadir la intensificación del conflicto interior en la sociedad israelí, exigiendo en sus manifestaciones que se priorice la negociación con Hamás para la liberación de los rehenes e incluso la dimisión inmediata de Netanyahu. No es un asunto menor, aunque en los medios de comunicación del Estado español apenas se le dé relevancia. La propia prensa israelí, como el diario Haaretz, informa cada día de la evolución de esta cuestión de grandísima importancia.
Ya se está hablando mucho de un segundo intercambio de rehenes, para el cuál Hamás está poniendo condiciones totalmente legítimas y que en buena medida Israel tendrá que aceptar, entre las que está el establecimiento de un alto el fuego indefinido. Entre otras cuestiones, se debate sobre cómo reconfigurar la situación en Palestina una vez que finalice el actual conflicto militar. Hay muchas maniobras en marcha, y todas las que proceden del mundo occidental comparten (o al menos eso dicen, aunque en el fondo saben que es imposible) que Hamás no participe en las negociaciones para construir un nuevo estatus en la zona. Algunas de estas propuestas, ya presentes desde hace algún tiempo, consideran que debería ser la Autoridad Palestina la que se haga cargo de la gestión de Gaza después de la guerra, entendiendo a la Autoridad Palestina tal y como es hoy, o con pequeñas remodelaciones.
Los dirigentes de Hamás han expresado su deseo de incorporarse a la OLP y están dispuestos a aceptar el programa de esta organización si se admite su integración. Eso facilitaría que fuera la OLP, con la inclusión de Hamás y la Yihad Islámica en ella, quien protagonizase esas negociaciones. Hay sectores de la OLP que se muestran de acuerdo con que Hamás entre en ese frente del pueblo palestino, pero los sectores más derechizados de ésta se oponen. Es necesario recordar que según los últimos sondeos de opinión Hamás es la organización que goza de más apoyo en Palestina.
Es por este conjunto de razones, y algunas más, que consideramos que en esta ocasión el pueblo palestino vencerá al Estado sionista, lo que no significa -como decíamos- que el Estado de Israel quede disuelto; ambicionar un objetivo similar podría llevar a la derrota. La guerra va a durar mucho más tiempo del que nos gustaría. Su resultado es importantísimo en cuanto a la correlación de fuerzas a nivel internacional entre los campos del imperialismo y del antiimperialismo, y objetivamente hay muchas posibilidades de que sea ganada por este último. Las gentes de bien, y entre ellas las que formamos parte del movimiento comunero, tenemos la obligación de hacer todo lo que esté en nuestras manos, especialmente en la solidaridad humanitaria, para que ello se materialice.
Izquierda Castellana, 18 de diciembre de 2023