Declaración política de IzCa. El abrazo de Vergara a la catalana

Espartero y Maroto
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El acuerdo entre el PSOE y Junts, impulsado muy especialmente por Sánchez y Puigdemont, tiene un altísimo interés para el Régimen del 78. Como hoy decía Enric Juliana en La Vanguardia, “todos dentro”, refiriéndose a que por primera vez, o al menos de nuevo, todas las fuerzas políticas con presencia institucional, “con significación”, que dice él, están incorporadas al Régimen del 78. Esta es la gran victoria de Pedro Sánchez, y no se le puede negar la habilidad y audacia que ha tenido para conseguirla. Las consecuencias de ello han sido inmediatas, y en el día de ayer, tanto Junts como ERC no han apoyado, optando por abstenerse, una proposición de las CUP para impulsar un referéndum de autodeterminación en Cataluña. No entramos a valorar la oportunidad objetiva de ese planteamiento, pero lo que parece obvio es que las consecuencias del acuerdo Junts-PSOE han tenido efecto inmediato en la reubicación de Junts en relación con el Régimen.

La derecha del Régimen del 78 está haciendo una lectura de este asunto que saben que no se corresponde con la realidad, pero no le pueden reconocer el mérito a Pedro Sánchez de reincorporar a Puigdemont y a su partido al Régimen del 78 sin exigir contraprestación significativa alguna. Quizás por ello la oposición que están haciendo en las calles es estrictamente ordenada, aunque puntualmente algunos sectores de la extrema derecha se le vayan de las manos.

El Convenio de Oñate de 1839 entre isabelinos y carlistas, que pasó a la historia como el Abrazo de Vergara (como suele decirse una imagen vale más que mil palabras), también se cerró con la elaboración de un documento para que fuera presentado ante las Cortes españolas. Reproducimos algunos de sus artículos:

Artículo 1º. Se confirman los Fueros de las Provincias Vascongadas y de Navarra, sin perjuicio de la unidad constitucional de la Monarquía.

Artículo 2º. El Gobierno, tan pronto como la oportunidad lo permita y oyendo antes a las Provincias Vascongadas y a Navarra, propondrá a las Cortes la modificación indispensable que en los mencionados Fueros reclame el interés de las mismas, conciliado con el general de la Nación y la Constitución de la Monarquía, resolviendo entre tanto provisionalmente y en la forma y sentido expresados, las dudas y dificultades que puedan ofrecerse, dando de ello cuenta a las Cortes.

Otros artículos del pacto contemplaban que los empleos, grados y condecoraciones carlistas serían reconocidos, pudiendo seguir sirviendo los oficiales a Isabel II acatando la Constitución de 1837 o bien solicitar el retiro o la licencia temporal, mientras que los prisioneros de los cuerpos de Vizcaya y Guipúzcoa, así como los de la división castellana que aceptasen el convenio, quedarían en libertad.

Es muy claro el paralelismo, en cuanto a su ambiguedad, entre el Convenio de Oñate y el texto firmado por el Secretario de Organización del PSOE (Santos Cerdán) y el Secretario General de Junts (Jordi Turull), es decir, entre Pedro Sánchez y Puigdemont. Como se puede comprobar hay, al margen de florituras semánticas, una clara renuncia de Puigdemont a dar continuidad al Proceso, que tuvo su máxima expresión popular e institucional en la consulta del 1 de octubre de 2017, para integrarse con exigencias menores en el Régimen del 78. Como decíamos, es normal que el PP no quiera hacer esta lectura públicamente, aunque internamente seguro que lo están haciendo. En caso contrario, estarían reconociendo la habilidad de Pedro Sánchez y su equipo para ir cercenando a todos los movimientos rupturistas y soberanistas en el Estado español.

La cuestión es si habrá adhesión -o no- por parte de otros sectores sociales independentistas hacia este acuerdo, y si servirá, como pretende Sánchez, para que el proceso de ruptura de Cataluña con el Estado llegue a término. Hay que recordar que el Abrazo de Vergara sirvió para finalizar en 1839, de aquella manera, la I Guerra Carlista, pero pronto llegarían otras dos guerras carlistas más. Incluso por aquel entonces, los batallones castellanos carlistas, que componían la caballería del movimiento, se desentendieron de tal acuerdo; similar cosa ocurrió con las fuerzas que estaban operando en Aragón y Levante.

Junts representa -y hay que reconocer que lo han hecho con bastante coherencia- los intereses de sectores importantes de la pequeña y mediana burguesía catalana. Su ascenso tuvo especial empuje cuando sus intereses se veían cada vez más debilitados en el marco de la Unión Europea, lo que les llevó a considerar la necesidad de un Estado propio. La situación ha variado de forma sustancial, entre otras cosas por el debilitamiento de la Unión Europea en sus términos generales, mientras que el Gobierno español actual ciertamente se preocupa más por satisfacer los intereses de ese sector catalán integrado en el conjunto de la burguesía española.

Como ocurrió durante las Guerras carlistas y en otros conflictos políticos militares del siglo XIX y en otros del XX, en ninguno de los dos bandos en conflicto estaban representados los intereses de las clases trabajadoras. Baste recordar que el bando de los liberales defendía a Isabel II, que finalizó sus días exiliada en París por el rechazo popular a las atrocidades protagonizadas durante su reinado. El movimiento comunero del siglo XIX no estuvo ni con los “isabelinos” ni con los “carlistas”, sino con el movimiento republicano; y actualmente sucede lo mismo con los comuneros del siglo XXI: no estamos ni con la izquierda del Régimen ni por supuesto con su derecha, sino por la República, la autodeterminación y la justicia social.

En la Primera Guerra Mundial también se formaron falsas trincheras desde el punto de vista de los intereses de las clases populares, y de ahí la posición tomada por las fuerzas revolucionarias en Rusia durante ese episodio bélico, rechazando de forma contundente la participación en él. Esta cuestión diferenció muy claramente las posiciones de Lenin y los bolcheviques de las posiciones de Kerensky y los reformistas del Régimen zarista.

En el Estado español nos hemos encontrado con situaciones similares a lo largo de la historia, conflictos en los que ninguno de los frentes representaba los intereses de las clases trabajadoras y de los pueblos del Estado. Pero también hubo otros casos en que sucedió justo lo contrario: en Castilla, la guerra comunera constituye un claro ejemplo de enfrentamiento en el que una de las facciones -el bando comunero- representa los intereses de las clases populares de la nación castellana. Esa consideración se puede hacer igualmente en referencia a la llamada Guerra de la Independencia, la lucha antiimperialista contra la invasión del Ejército napoleónico, aunque en este caso esa lucha estuvo infiltrada también por intereses ajenos y reaccionarios, pese a que la línea principal era muy clara. La reimplantación de la monarquía borbónica en la figura de Fernando VII, después de la derrota de las tropas imperiales francesas, llevó consigo toda una maniobra de rehabilitación reaccionaria que incluyó la derogación de la Constitución de 1812, la Pepa, así como la restauración de la Inquisición, entre otras cuestiones. La resistencia ante esa rehabilitación reaccionaria condicionó el levantamiento político y militar del movimiento democrático en diversos pueblos del Estado español, con la reaparición de los comuneros (así se denominó a una parte mayoritaria de quienes combatieron desde Castilla por las libertades y contra el absolutismo de Fernando VII, como Juan Martín Díez, El Empecinado). Desde Europa, la llamada Quíntuple Alianza, formada entonces por Francia, Reino Unido y los imperios austriaco, prusiano y ruso, promovió la restauración de Fernando VII mediante la intervención del ejército de los Cien Mil Hijos de San Luis (de origen francés).

La resolución, el acuerdo alcanzado entre Puigdemont y Pedro Sánchez, posiblemente será de utilidad para diversos sectores de la burguesía catalana, pero en ningún caso del interés de las clases populares de las naciones del Estado español, ni tan siquiera en Cataluña.

Para curar una enfermedad solo hay un camino correcto, dentro de los recursos terapéuticos en cada momento; para la resolución de los conflictos políticos y sociales, el asunto es muy similar.

Fotografía de un acto solidario con el pueblo catalán en la Puerta del Sol de Madrid, fotografía de Álvaro Minguito

Solo articulando un frente que de verdad tenga como objetivo la defensa de los derechos nacionales de los pueblos del Estado, pero muy particularmente los derechos de sus clases populares -y especialmente de las mujeres y de la juventud- se podrá llegar a buen puerto. En esa línea hemos estado en estos últimos tiempos, y por ello impulsamos Iniciativa Internacionalista – La Solidaridad entre los Pueblos, y en esa línea seguimos trabajando. Hemos defendido la lucha de Cataluña por su derecho a decidir, así como denunciamos en el pasado la represión sufrida por ello, y seguiremos haciéndolo en el presente y futuro. Por eso, a la hora de analizar la realidad actual no tenemos ningún tipo de complejos, y lo primero que ponemos por delante es el conseguir hacer una interpretación correcta desde la perspectiva de la lucha popular de lo que está ocurriendo en Cataluña y en el conjunto del Estado español, así como de las posiciones políticas de Sánchez y Puigdemont, entre otros.

A pesar de todas las maniobras de distracción y entretenimiento, venceremos. 

Izquierda Castellana, 10 de noviembre de 2023

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