Remover el tablero de juego

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Asistimos estos días a la puesta en práctica de una política de contención de daños en el entramado mafioso del fútbol profesional, muy similar a la que se puso en marcha con la operación “salvar la monarquía” y que acabó apartando forzosamente a Juan Carlos I de la Jefatura del Estado y estableciendo un cortafuegos que impidiese en lo posible que la crisis de la Corona se llevase por delante también a Felipe VI. Parecido destino al del Rey Padre se le reserva ahora al machista Luis Rubiales, caído en desgracia en medio de la tormenta perfecta. Los apoyos institucionales, financieros y mediáticos con los que gozaba a través de la RFEF se han esfumado en los últimos días, y las prácticas que hasta ahora se habían tenido por naturales o, en el peor de los casos, por pecadillos tolerables, se tornan de repente en actitudes escandalosas e inaceptables. La maniobra es teóricamente simple: se extirpa el fruto visiblemente podrido y se presenta al tronco del que se ha estado nutriendo como saneado y como principal garante de la salud del conjunto del organismo. Sin embargo, de la misma manera que todo el mundo sabe que la depravación afecta a la familia Borbón al completo, nadie ignora ya que el “Caso Rubiales” es una expresión desenfrenada de la corrupción y el machismo instalados hasta el tuétano en las estructuras que controlan el deporte profesional en el Estado español, y que a su vez deben entenderse como efectos inequívocos del sistema patriarcal capitalista que envuelve a la totalidad social.

El oportunismo y la hipocresía están tan arraigados en las estructuras de este Régimen que los mismos que ovacionan entusiasmados por la mañana, condenan con tono severo y rostro de hormigón armado al caer la noche. No es solo el caso de los seleccionadores Jorge Vilda y Luis de la Fuente, a quienes hemos visto maniobrar a la desesperada para salvar sus privilegiados puestos y sueldos, apostando en cada momento por quien consideraban que podía ganar el pulso; la doblez y el postureo también son extensibles a los medios de comunicación, incluyendo aquellos vinculados al Gobierno que, tras avalar la agresión sexista de Rubiales presentándola como una divertida anécdota, tratan ahora de cabalgar la cresta de la ola de la indignación feminista. El caso de La Sexta, que narraba los hechos como un inocente suceso enmarcado en la euforia del momento, es quizá el más paradigmático, pero no es ni mucho menos el único. En la otra gran lucha que se libra estas semanas, la de la conformación del próximo Gobierno, los partidos políticos han encontrado en la agresión a Jenni Hermoso un filón del que obtener rentabilidad política, arrimando el ascua a su sardina y tratando de colocarse la medalla de una respuesta social que no les pertenece; a esa instrumentalización responde el desencuentro entre PSOE y Sumar a costa de la lentitud con la que se ha abordado el caso.

Una evidencia que nos deja todo este asunto es que la razón siempre asiste a quienes luchan. Tachadas de “caprichosas” y “niñatas”, castigadas por su determinación, las jugadoras profesionales que renunciaron a seguir en la Selección en unas condiciones humillantes han visto cómo se rehabilitaba de golpe su credibilidad. La destitución de Rubiales y la previsible salida de otros dirigentes que las desacreditaron es una victoria «en diferido» y un espaldarazo a sus posiciones.

A veces se dan una serie de condicionantes que hacen que un acontecimiento canalice todo el malestar a su alrededor, que se abra en canal un problema sistémico. Los movimientos, tímidos y controlados al principio, pueden adquirir el carácter de sismo y potencialmente llegar a remover el tablero de juego y llevarse por delante, al menos, a unas cuantas piezas. La realidad es que un sector no despreciable de la sociedad, aunque hoy lo condene, se asemeja profundamente a Rubiales: se resiste a cualquier conquista feminista y practica, ampara, justifica y normaliza las expresiones de misoginia. A su favor rema una política errática y perjudicial para los derechos de las mujeres en materia de Igualdad y un retroceso en el combate efectivo contra la violencia de género, que se está volviendo cada vez más brutal; las violaciones en grupo no han hecho más que multiplicarse y los últimos datos disponibles sobre los delitos contra la libertad sexual señalan un aumento de las denuncias de un 21,6% entre el primer trimestre de 2023 y el de 2022. Mientras la visibilidad de este caso atrapa toda la atención, es conveniente señalar que también continúan los asesinatos machistas, los últimos en Chipiona y Jerez de la Frontera el pasado fin de semana, ascendiendo a 70 en lo que va de año. Y todo esto sucede bajo el mandato del denominado «Gobierno de Progreso».

Nada surge de la nada, y en este país nadie alcanza una posición de poder sin conectarse con las esferas políticas. El padre de Luis Rubiales, Luis Manuel Rubiales López, fue alcalde socialista de Motril (Granada) durante dos legislaturas, trabajó en la Junta de Andalucía como delegado provincial de la Consejería de Empleo y fue un individuo de confianza del expresidente Manuel Chaves. Es, además, uno de los imputados en el Caso ERE, habiendo sido acusado de subvencionar ilegalmente con fondos públicos a las empresas FCC y Cespa, estando su juicio aún pendiente en el TSJA. Luis Rubiales hijo, asesorado y beneficiado por los contactos y los despacheos de su padre, ha sido durante años un hueso duro de roer dentro de la guerra a cara de perro que mantienen los diferentes poderes y familias del fútbol español por el control de este lucrativo negocio, entre los que destacan otros personajes impresentables como Javier Tebas o Florentino Pérez. Para mantener el difícil equilibrio entre estos poderes, Rubiales precisamente encontró uno de sus principales sostenes en el apoyo tácito del Gobierno de Pedro Sánchez -con quien al parecer se mensajeaba frecuentemente- y que hoy no tiene más remedio que dejarlo caer, convirtiéndolo en un cadáver con el que ya todos se atreven a ajustar cuentas. La Fiscalía de la Audiencia Nacional y el Consejo Superior de Deportes han movido ficha después de que la FIFA haya inhabilitado a Rubiales y el tema haya llegado hasta la mismísima ONU. En el horizonte, preocupa la candidatura del Mundial 2030, al que España aspira conjuntamente con Marruecos y Portugal, mientras la prensa internacional observa con atención hasta dónde alcanza la corrosión del Régimen.

Izquierda Castellana, 29 de agosto de 2023

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