
Buenas tardes.
Bienvenid@s a este «aquelarre izquierdista». Una vez más la reacción quería enterrar Villalar, y como no querían chocolate, el pueblo castellano les ha dado dos tazas. El PP hace tiempo que ha captado a la perfección la naturaleza de este encuentro e intenta no agitar el avispero, porque al Régimen, el recuerdo de sus apuros se le queda grabado a fuego. Pero sus monaguillos de Vox, en su estupidez, han contribuido a darnos uno de los Villalares más nutridos de los últimos tiempos, cargado de reivindicaciones sociales y políticas para nuestra tierra. La experiencia comunera es indigerible para este Sistema, por muchas vueltas que le den, por mucha torpe resignificación que pretendan. Que sigamos aquí es algo que les pone particularmente de los nervios.
Honramos a los comuneros, un año más, como a mujeres y hombres que pusieron todas sus energías para la realización de la justicia social en cada momento histórico a lo largo de los últimos cinco siglos. Pero no es sólo un recuerdo folclórico o nostálgico. Estamos llamados a proseguir su tarea, y si se puede -y sí que se puede-, a culminar la tarea, pese a que las tareas históricas nunca se culminan del todo.
Castilla, como territorio sobre el que se vertebró el Imperio de los Austrias tras la derrota comunera, y más tarde sobre el que se fue edificando de manera preferente el Estado español con los Borbones, vio como su papel podía identificarse de una manera cada vez más clara con el de una colonia interior. Mientras el capitalismo iba transitando etapas -su etapa mercantil, su etapa industrial, su etapa financiera- y se iba recrudeciendo la opresión de clases, Castilla cada vez se encontraba más expoliada, cada vez más explotada, cada vez más olvidada, cada vez más vaciada. Tras episodios de lucha popular de gran importancia, como la resistencia a la invasión napoleónica, las dos Repúblicas, la guerra antifascista, etc. llegamos a la Transición siendo un pueblo con dificultades para reconocerse ante el espejo, lo que facilitó que se perpetrase la penúltima agresión contra Castilla: la desarticulación autonómica, ejecutada para facilitar su sumisión a las necesidades del Régimen y para cerrar un modelo territorial liquidador para nuestra tierra, pero muy útil para los intereses ajenos; un pueblo al que se le ha despojado de su historia de dignidad, las páginas más gloriosas de su currículum colectivo. Y sin embargo, pese a aquella situación, se recuperó para nuestras generaciones el potentísimo símbolo que es Villalar como día nacional de Castilla.
Se han mencionado previamente algunos de los problemas de la juventud, como la precariedad vital, especialmente en lo relativo a la vivienda y el trabajo, la emigración, la degradación de la salud mental, la agresión contra los espacios de sociabilidad, ocio y organización. Se ha hablado también del deterioro y progresivo desmantelamiento de los servicios públicos, con especial hincapié en la sanidad, pero cabe decirse lo mismo de las pensiones o la educación. Se ha comentado cómo estas circunstancias tienen su origen en el sistema socioeconómico capitalista, y cómo en lo esencial no tienen solución posible dentro de él. Se ha mencionado cómo, mientras los recursos económicos se destinan a engrosar los presupuestos de guerra, languidecen la ganadería, la agricultura o la industria, mientras los campos se llenan de macroproyectos energéticos impulsados por el capitalismo verde. Podríamos hablar del cierre de ambulatorios, de sucursales, de líneas de autobús y de otros servicios que impactan con dureza sobre un pueblo envejecido y disperso.
Esta es una realidad que afecta a la mayoría de provincias de nuestro pueblo, pero existe otra realidad a la que, como castellanistas de cualquiera de los rincones de esta tierra, debemos prestarle toda nuestra atención. Es el cuestión de la castellanidad y especificidad de Madrid. No hay y no se entiende Castilla sin Madrid, no hay ni se entiende Madrid sin Castilla. Es más, no hay futuro progresista para el conjunto de Castilla ni para el conjunto de los pueblos del Estado sin Madrid. Bajo los millones de metros cúbicos de cemento que cubren la gran urbe y sus municipios aledaños, bullen las contradicciones, las tensiones sociales, la potencialidad de las masas trabajadoras. Como un leve temblor, apenas audible entre el barullo electoralista y los fastos del Madrid cortesano, las condiciones para el trabajo revolucionario se hacen perceptibles para los más audaces. Madrid tiene un inmenso potencial transformador, como ha demostrado tantas veces en el pasado. Frente a los planes del Régimen de convertir Madrid en un nuevo Miami, un paraíso para los especuladores de la derecha nacional y latinoamericana, urge castellanizar Madrid. Frente al Madrid de la Corte, se impone la construcción del Madrid de la Villa. Por eso queremos hacer un reconocimiento al Madrid militante, republicano y antifascista que está hoy aquí presente.
Vertebrar hoy este pueblo, tan atravesado de contradicciones y de desencuentros potenciados artificialmente, es una tarea quijotesca, pero también imprescindible. Organizar, planificar y distribuir los recursos económicos, energéticos, poblacionales de una manera racional y justa es una imperiosa necesidad.
El mundo se está transformando a toda velocidad, y con ello se están abriendo nuevas ventanas de oportunidad. Ese mundo en vertiginoso movimiento, para ser comprendido, precisa de estudio. Aprovechamos esta tribuna para hacer un llamamiento al estudio; no a estudiar con un afán de erudición, pues la erudición personal solo suele servir al lucimiento y el hedonismo particular, y rara vez le tiene alguna utilidad al movimiento popular, sino un estudio que sirva para impulsar la acción y la transformación social. Y es que no hay práctica revolucionaria sin teoría revolucionaria. Permitidnos entonces que, en este contexto de impulso a la irracionalidad y al embrutecimiento, reivindiquemos la “inteligencia natural”, de la que ahora ya casi nadie parece querer hablar.
¿Qué falló en la Transición para que no se produjera una ruptura con el Régimen franquista y solo se ejecutase una reforma que mantuvo lo esencial del régimen anterior? La ausencia de sujeto político castellano; más concretamente, la ausencia de un proyecto revolucionario organizado en Castilla, la ausencia de un proyecto comunero capaz de trabajar por la ruptura democrática en ese contexto político y en conexión con los movimientos revolucionarios que sí se articularon en aquel entonces en algunos de los otros pueblos del Estado.
Aunque casi todo está por hacerse, hoy en Castilla ya no existe esa orfandad y tenemos -al contrario que durante los años en que se consumó la Transición- una estructura organizativa, cualitativa y cuantitativamente con un amplio margen de mejora, sí, pero que está bien posicionada para ese crecimiento debido a su solidez, su combatividad y su capacidad de sacrificio al servicio del pueblo. Un proyecto político, como lo es el impulsado desde el movimiento popular castellano, es básicamente una continuidad entre diferentes generaciones, una comunidad de aprendizaje: hemos construido a lo largo de décadas una organización que no es para tibios, y bien que hemos hecho, porque los tiempos son extraordinarios y no es momento de tibiezas. Nos ha supuesto varios intentos de ilegalización, más o menos encubiertos. Nos ha supuesto cientos de detenciones y sanciones a militantes, siempre en el marco de la represión contra nuestro trabajo político. Nos ha supuesto ser criminalizados mediáticamente y tachados, en el pasado y también hoy, de multitud de cosas que no somos. Y es que, compañeras, el socialismo, como decía Galeano cuando narraba los retos que enfrentaba la Revolución Cubana, se construye con los dientes apretados, no es ningún paseo de rosas. En esas circunstancias, cada militante, cada cuadro político del movimiento popular castellano, constituye un tesoro de valor incalculable que tenemos que cuidar.
Pero tenemos que ir dando pasos en la construcción de un espacio amplio de vocación comunera, un frente social capaz de articular y darle cohesión a las luchas sociales en nuestra tierra en lo que despunta como un nuevo ciclo movilizador, rechazando a su vez, y esto es especialmente importante decirlo en año de comicios y ante la última oferta de productos mágicos, su supeditación a intereses y dinámicas electorales que tanto daño le hacen a los movimientos sociales en su intento de parasitarlos para cosechar votos y cargos. La construcción de ese polo de referencia social es uno de los retos inmediatos para nuestro espacio político.
Compañeros, compañeras. Seamos responsables; seamos diligentes; seamos humildes; seamos valientes; seamos críticos -y autocríticos- a la vez que leales al proyecto común que estamos construyendo para nuestro pueblo. Seamos dignos merecedores de llamarnos comuneros y comuneras del siglo XXI.
Viva la Castilla socialista, feminista y comunera