
¿Por qué el bloque dominante español y la prensa a su servicio están impregnados de una rusofobia tan burda y primaria?
Coincidiendo con el 8 de marzo, algunos de los medios más referenciales del Régimen del 78 reflexionaban sobre la evolución de la situación de las mujeres en el Estado español. Para ello tomaban como punto de referencia la Transición (año 76 y siguientes). Con ello, buscaban dos objetivos. El primero, poner en valor el avance de los derechos de las mujeres en estos más de 40 años de Régimen del 78 y, en segundo lugar, ignorar una vez más, como hacen sistemáticamente en todos los ámbitos de la historia social y política del Estado español, la época de la II República (1931-1939), durante la cual los derechos de las mujeres, así como los de las trabajadoras/es y de los pueblos avanzaron significativamente; derechos que por supuesto no se han recuperado durante este Régimen de la II Restauración Borbónica.
Esta actitud de tratar de borrar de la memoria colectiva la II República es una obsesión sistemática y continuada del poder instituido, y no es de extrañar. El Régimen del 78 parte del reconocimiento de la legalidad y legitimidad del Régimen franquista, impuesto por la fuerza de las armas y de forma totalmente ilegal a los Pueblos del Estado español. La Segunda Restauración Borbónica, tal y como Franco la había dispuesto, es la expresión indudable de lo que decimos.
El único Estado europeo que ayudó a la República fue la URSS. No porque tuvieran pretensión alguna de instaurar un régimen soviético en España -eran perfectamente conscientes de que aquello era imposible en ese momento histórico-, sino para dar apoyo al Régimen democrático del que los pueblos del Estado español se habían dotado, y también para frenar la expansión del nazi-fascismo que supondría el triunfo del bando franquista, tal como ocurrió después. No solo es que la URSS fuera el único Estado europeo que apoyó a la República, sino que otros “Estados democráticos”, como el Reino Unido o Francia en buena medida, hicieron todo lo posible para que la ayuda soviética no llegase al bando republicano bajo la disculpa de la política de “No Intervención”. Mientras, la Alemania nazi y las fascistas Italia y Portugal apoyaban descaradamente y con todos los recursos militares, financieros y de intendencia necesarios al bando franquista.
La Unión Soviética también había suscrito el Acuerdo de No Intervención y se había sumado al Comité de supervisión de Londres sin dilaciones. Los dirigentes soviéticos habían percibido el estallido de la guerra como una perturbación grave e inoportuna, ya que el amago revolucionario desatado en zona republicana podría arruinar su esfuerzo de acercamiento a Francia y Gran Bretaña e incluso podría estrechar los vínculos de esas potencias con las dictaduras fascistas por el temor compartido a una nueva revolución en Europa. Por eso, Stalin había decidido demostrar su distanciamiento respecto del conflicto, declarando la «simpatía platónica» soviética por la causa republicana y permitiendo colectas de dinero para el envío de ayuda humanitaria.
Sin embargo, la posición inicial soviética acabaría modificándose progresivamente desde finales de agosto de 1936, una vez demostrado el fracaso de la política de No Intervención para detener en la práctica la ayuda italo-germana a Franco.
Desde finales de septiembre de 1936, los partidos comunistas de todo el mundo (bajo la dirección de la Comintern y previa autorización de Moscú) habían iniciado el reclutamiento de voluntarios para combatir en España con la República. Debido al enorme impacto de la guerra en la opinión pública antifascista internacional, la campaña tuvo un éxito resonante e inmediato.
Las Brigadas Internacionales combatirían como fuerza de choque en casi todas las grandes batallas de la guerra hasta septiembre de 1938, cuando el gobierno republicano presidido entonces por el doctor Juan Negrín decidió su evacuación unilateral en un intento frustrado para forzar al bando franquista a imitar esa medida.
De hecho, (las ayudas de la URSS) serían el aporte fundamental de material bélico para la República durante toda la guerra, a mucha distancia del recibido de Francia u otros orígenes. Según cálculos fidedignos, del total de aviones importados por la República durante la guerra (entre 1.124-1.272 aparatos), en torno al 60 por ciento procedían de la Unión Soviética (entre 680-757, todos ellos militares), un 21 por ciento de Francia (entre 237-287, sólo 60-69 militares) y un 4 por ciento de Checoslovaquia (entre 43 y 53, todos militares).
La vinculación entre la República y la Unión Soviética se estrechó en el mes de octubre de 1936 con la controvertida decisión del gobierno republicano de depositar en Moscú tres cuartas partes de las reservas de oro del Banco de España (cifradas en 635 toneladas de oro fino), que había sido movilizado desde el primer momento para atender a los gastos derivados de la compra de armas y suministros varios en el extranjero. Las razones de esa medida eran varias: garantizar la seguridad de las reservas contra posibles ataques enemigos en el interior del país y contra sus acciones legales en bancos extranjeros; poner fin a los actos de sabotaje y boicot contra operaciones financieras republicanas experimentados en las redes bancarias occidentales; y asegurar su disponibilidad y convertibilidad de modo confidencial y eficaz gracias al sistema bancario soviético.
El General y dictador Franco marcaría la línea a mantener con la URSS, que los actuales jerarcas del Régimen del 78 mantienen con respecto a Rusia en la actual guerra de Ucrania.
Tres cuartas partes de los depósitos del Banco de España, 510 toneladas de oro, fueron depositadas en Moscú y con ellos se pagaron durante un tiempo las armas y pertrechos enviados al Gobierno Republicano. Una vez acabados esos fondos, la URSS siguió enviando, a crédito, armas y recursos humanitarios al bando republicano. Una vez finalizada y ganada la guerra en Europa en 1945 por el bando aliado, los países de Europa Occidental no emprendieron la menor iniciativa para revertir la dictadura en el Estado español, dando por bueno el estatus que significaba la presencia en la Península Ibérica de dos regímenes fascistas: el franquismo en España y el salazarismo en Portugal.

La alianza táctica de los países no explícitamente nazifascistas de Europa con la URSS no tardó en romperse, dando inicio en 1947 a la llamada Guerra Fría. La presencia de esos dos regímenes en la Península Ibérica era una potente garantía para el desarrollo de la etapa anticomunista que se puso en marcha.
Pero la URSS no solo fue el único Estado que ayudó a la II República durante la Guerra Antifascista; fue también el país que acogió con todo el cariño y esmero a varios miles de Niñ@s de la Guerra. La gran cantidad de familias que mandaron a sus hijos e hijas a la URSS es una clara muestra de la imagen que la población tenía de esta. Por cierto, tal cosa también está ocurriendo ahora con los refugiados ucranianos; el país que más refugiados ha recibido es Rusia (tres de los ocho millones han ido a este país, más que a cualquier otro).
El triunfo de la Revolución Soviética de octubre de 1917, la primera revolución socialista victoriosa en la historia de la humanidad -y con ello la puesta en primer plano en la política del nuevo Estado de los intereses de las clases trabajadoras, incluyendo la retirada de Rusia de la I Guerra Mundial-, supuso también el inicio de una política de odio irracional contra ese primer Estado socialista. Las campañas de criminalización fueron brutales y la intervención militar de los países capitalistas occidentales también, salvo en el periodo de la II Guerra Mundial, en el que estuvo vigente una cierta alianza entre la URSS y los países del capitalismo occidental que no estaban directamente alineados con el nazifascismo. Esta criminalización y este acoso militar se reanudó a partir de la Guerra Fría y dura hasta hoy, exceptuando la época de Yeltsin, ese vendepatrias apoyado por el imperialismo. La llegada de Putin y otros dirigentes que pretenden una recomposición de Rusia en el panorama internacional supuso la recuperación de la línea de criminalización y acoso, aún más brutal que la que se daba en los últimos años de existencia de la URSS.
Tenían la convicción de que Rusia, como gran potencia, estaba finiquitada. También que toda memoria de la URSS estaba más que olvidada. La realidad, como se está demostrando, es muy distinta. Y simplemente no la soportan.
Izquierda Castellana, 15 de marzo de 2023