
Declaración de IzCa ante los acontecimientos del 8 de enero en Brasil
En primer lugar, queremos expresar nuestro profundo rechazo a los objetivos políticos de las manifestaciones que se desarrollaron en Brasilia y en otras ciudades brasileñas, impulsadas por los llamados “bolsonaristas”, y cuya reivindicación principal fue simple y llanamente que el ejército tomase el poder. En este sentido, los paralelismos que se hacen con lo ocurrido en el Capitolio de los EEUU hace dos años son francamente forzados, más allá de las coincidencias formales.
Lo ocurrido en Brasil ha de ponerse en el contexto de los asaltos a la institucionalidad que están ocurriendo en diversos países de Latinoamérica, sin que casi nadie se rasgue las vestiduras. Ahí están los casos de Perú, en donde ya van cerca de 50 muertos por la represión contra los manifestantes que exigen la vuelta del presidente Pedro Castillo, elegido en las urnas, o de Bolivia, en donde los sectores ultras están de nuevo impulsando un movimiento progolpista. Por supuesto, estos hechos y otros que seguramente ocurrirán en el futuro deben enmarcarse en la política de refuerzo de los bloques militares y político-económicos por parte del imperialismo angloamericano.
Brasil es un país con unas características muy singulares, como destacábamos en el editorial publicado el 4 de noviembre sobre las últimas elecciones. Recodamos algunas que nos parecen significativas:
Brasil tiene 215 millones de habitantes, distribuidos desde el punto de vista étnico y religioso de la siguiente forma:
Blancos – 47%; pardos (mestizos) – 43%; negros – 8%; indígenas y otros – 3%.
Católicos – 54%; evangélicos – 27%; otras creencias – 5%; no profesan ninguna religión – 14%.
Las Fuerzas Armadas brasileñas suponen cuantitativamente la mayor potencia castrense de América Latina y la novena del mundo, y desde el punto de vista cualitativo gozan de la plena complicidad de la burguesía brasileña. Es muy reseñable su poderío económico y su conexión privilegiada con las empresas e industrias estatales.
En el editorial mencionado decíamos también que para nosotr@s el programa de Gobierno del PT y, sobre todo, la materialización de este por el equipo de Lula constituía una incógnita. Más allá de su voluntad personal, sobre la que no tenemos dudas, es evidente que la correlación de fuerzas le es bastante desfavorable. En ambas cámaras los partidarios de Bolsonaro cuentan con mayoría, y consiguieron la victoria en 17 de los 27 estados que componen la República Federativa de Brasil. El denominado Frente Agricultural, donde se encuadran los grandes representantes de la industria agropecuaria -que constituye una cuarta parte del PIB brasileño-, controla el 46% de los escaños en la Cámara de Diputados y el 48% en el Senado.
Por desgracia, las movilizaciones reaccionarias del pasado fin de semana es posible que hayan conseguido una parte de sus objetivos. Si Lula tenía ya una actitud de extrema prudencia, después de este “aviso” reforzará esa prudencia. El Ejército no ha dado un golpe, pero era el claro destinatario de las reivindicaciones de estas manifestaciones, de las que por cierto no puede ignorarse su carácter racista (prácticamente la totalidad de los participantes eran blancos).
Con el Golpe de Estado del 23 de febrero de 1981 en el Estado español, los golpistas aparentemente no consiguieron sus objetivos desde el punto de vista formal, pero sí lo consiguieron políticamente. Si la Transición ya era un proceso con numerosísimas limitaciones y condicionantes en términos estrictamente democráticos, después del Golpe del 23-F tales limitaciones se intensificaron enormemente. Mucho nos tememos que la movilización progolpista del pasado fin de semana en Brasil tenga efectos similares a los derivados del 23-F.
El «bolsonarismo» es un fenómeno social, político e ideológico complejo. Considerarlo sin más como un mero movimiento fascista es una simplificación, una banalización a la que tan acostumbrados nos tienen los progres en este país. El «bolsonarismo» tiene diversos disfraces, y no todos son fáciles de apreciar. En el Estado español, sin ir más lejos, una gran parte de los medios y de las fuerzas políticas practican un bolsonarismo vergonzante, pero que no cambia para nada lo esencial del espíritu de sus planteamientos. Como un ejemplo de aplicación concreta y actual de ello, puede verse el texto aparecido en El Mundo en relación con el CSO La Molinera.
Como decíamos, Brasil se encuentra en una auténtica encrucijada que no se resolverá fácilmente. Solo si se produce un cambio real de la correlación de fuerzas en la sociedad serán factibles un programa de Gobierno y una gobernanza progresistas. No deja de llamar la atención que, al menos hasta ahora, no se haya hecho ningún llamamiento a la participación popular en la defensa del Gobierno salido de las últimas elecciones. Si todo se fía a las instituciones -más aún en un Estado como el brasileño-, lo van a tener francamente difícil. La posición de la Policía Militar confraternizando con los manifestantes y facilitando su acceso a los edificios institucionales es todo un indicador de cuál es su subjetividad.
Deseamos lo mejor para el pueblo trabajador brasileño, pero no podemos caer en la ingenuidad; tal actitud es lo más negativo que hay para el avance de la lucha popular.
Izquierda Castellana, 10 de enero de 2023