
En el centenario de la marcha fascista sobre Roma, estos -los fascistas- acceden de nuevo al gobierno. ¿Es simplemente azar o encadenamiento histórico?
La historia no se repite en su sentido literal (ni siquiera en forma de farsa, como decía Marx), pero los diversos ciclos históricos incorporan elementos concretos que bien pueden parecer segundas o terceras partes.
A lo largo de la historia se han configurado distintos sistemas económico-políticos que, con el paso del tiempo, han ido desapareciendo, al menos como sistemas hegemónicos. Su desaparición tiene diversas razones, pero la esencial es que dejaron de cumplir su papel principal: la articulación de un determinado orden social, económico y militar. Así ocurrió con el feudalismo, hegemónico entre los siglos V y XV, que fue sustituido progresivamente por el sistema capitalista, que a su vez ha pasado por diversas etapas. Ese desplazamiento no fue hegeliano, pacífico; al contrario, se materializó a través de grandes confrontaciones que incluyeron la vía militar. El caso de la Revolución francesa a finales del siglo XVIII es quizás el más conocido, pero hay decenas de ejemplos: es de gran importancia histórica la revolución inglesa protagonizada por Cromwell a mediados del s. XVII, que llevó a la abolición de la monarquía y a la proclamación de la República durante una década, aunque la monarquía acabó siendo restaurada, lo fue en un formato diferente. En el caso de Castilla, ese proceso fue cercenado por la intervención imperial a través de los Austrias. La Revolución comunera fue el proyecto para el desarrollo de una auténtica revolución burguesa en Castilla, tal como se hizo un siglo y medio después en la Inglaterra de Cromwell.
El sistema capitalista, con 500 años de vigencia, está tocando a su fin. Ya no tiene nada que ofrecer a la humanidad, e inexorablemente caerá. Está en sus últimas fases de existencia. Pero respondiendo a su naturaleza cada vez más criminal, morirá matando de la forma más cruel e inhumana posible. Por supuesto no descartan el uso de armamento nuclear en el conflicto de Ucrania; al contrario, lo están planificando. El sabotaje de los gaseoductos Nord Stream 1 y Nord Stream 2 no puede tener otra autoría más que la de comandos, más o menos irregulares, vinculados a estados occidentales como respuesta a los referéndums en el Donbás para que la población afectada decida sobre su incorporación o no a Rusia. Los comentarios del exministro de Asuntos Exteriores polaco a través de su cuenta de Twitter son un indicador muy claro de lo que decimos:
Entre el 22 y el 29 de octubre de 1922 se desarrolló la marcha sobre Roma, liderada por Benito Mussolini, principal dirigente del Partido Nacional Fascista. Esa marcha lo llevó al poder. Hacia el 25 de octubre los fascistas llegaron a las afueras de la ciudad. El rey Víctor Manuel III se negó a declarar un estado de sitio para que el ejército pudiera desalojar a los fascistas. No solo eso, sino que el 29 de octubre le ofreció a Mussolini el cargo de Primer Ministro, a pesar de ser el líder de un partido minoritario desde el punto de vista parlamentario. Mussolini forma gobierno el 30 de octubre y al día siguiente tiene lugar un gran desfile fascista para conmemorar el acontecimiento.
Hay diferentes tipos de ciclos históricos, asociados a los diferentes modelos socioeconómicos por los que la humanidad ha pasado. El modelo socioeconómico capitalista ha generado a su vez, como otros, diversos ciclos históricos.
Los que podríamos denominar «ciclos largos«, cuya expresión actual más significativa la tenemos en la lucha de los países latinoamericanos por la llamada “segunda independencia”, esto es, la lucha por la soberanía económica y política frente al imperialismo. Este ciclo largo abarca realmente la historia del capitalismo desde sus inicios hasta la actualidad.
Además de esos ciclos largos, existen lo que podríamos denominar «ciclos cortos«. De estos tenemos un ejemplo de plena actualidad en el conflicto entre Rusia y Ucrania/Occidente en la región del Donbás, un ciclo corto que se inicia con la desaparición de la URSS y la consiguiente política de expansión de la OTAN y del proceso de intentar crear un mundo unipolar, en el que aún persisten.
Hay además unos ciclos que en su duración podríamos denominar medios. Este «ciclo medio» que estamos viviendo es el que se gesta en los últimos años del siglo XIX y se expresa en toda su plenitud en el siglo XX, condicionado en lo fundamental por la evolución del capitalismo a su formato de capitalismo imperialista financiero, que con tanto rigor analiza Lenin en su conocida obra El imperialismo, fase superior del capitalismo (1916), y cuyas tesis siguen plenamente vigentes. En el siglo XXI ese modelo capitalista-financiero e imperialista es el que seguimos sufriendo, pero ya en una forma absolutamente decadente, irracional, amoral y, por supuesto, guerrerista. Este modelo de capitalismo financiero imperialista es el que condicionó la Iª Guerra Mundial, la llamada Gran Guerra, así como la IIª Guerra Mundial y el conjunto de guerras regionales que ocurrieron en las pasadas décadas (desde la de Corea hasta la de Vietnam, y los diversos genocidios e invasiones correspondientes en Indonesia, África, Latinoamérica o el Mediterráneo).
Obviamente estos ciclos -largos, medios y cortos- están interrelacionados y entremezclados, pero desde el punto de vista analítico es importante diferenciarlos para poder alcanzar una visión lo más rigurosa posible de los acontecimientos que estamos viviendo y, sobre esa visión rigurosa, poder intervenir en ellos de la forma más eficiente para que se puedan saldar de la forma más positiva para los pueblos en general y para el pueblo trabajador castellano en particular.
En la actual coyuntura confluyen de forma muy dramática la agudización de la conflictividad de esos tres ciclos, además de otras muchas circunstancias acompañantes, lo que condiciona una situación que sin ningún género de dudas podemos llamar Histórica, con mayúsculas, de cuya resolución dependerá el futuro de la humanidad.
El ciclo histórico que se expresa en el siglo XX tiene formas diversas, entre ellas las dos guerras mundiales y otras muchas regionales, pandemias, hambrunas, migraciones masivas, genocidios varios, etc., pero también, y eso es fundamental, se expresa en procesos revolucionarios triunfantes. El primero de ellos es la Revolución de octubre de 1917, que significa -además de la derrota del Imperio zarista- el inicio del proceso de construcción del primer Estado socialista de la historia. Este hecho condiciona el final de la Iª Guerra Mundial y las matanzas que en ella se produjeron. El tratado de Versalles -impuesto por las potencias capitalistas vencedoras, especialmente Francia, Reino Unido y EEUU- llevaba en su seno la gestación de un nuevo conflicto global, tal como ocurrió, condicionado por las exigencias del pago de una deuda de guerra que suponía un auténtico expolio que recaía esencialmente sobre las clases populares alemanas. La denuncia y rechazo de esa situación fue el gancho principal de los nazis para el incremento de su apoyo social. En cuanto a Italia, que tuvo una posición dubitativa sobre el bando al que alinearse durante la Gran Guerra, así como un papel militar no especialmente brillante, no obtuvo las compensaciones que consideraba merecer en el reparto del botín; esto alimentó, conjuntamente con otras circunstancias, el ascenso del fascismo en Italia. En la Iª Guerra Mundial las pérdidas humanas italianas fueron muy importantes: se estiman en 1.100.000 personas, entre muertos y heridos, para una población total de 35 millones, es decir, algo más de un 3% del conjunto de la población. Es muy conveniente recordar que los muertos, pero muy especialmente las personas heridas y lisiadas, eran y son uno de los más graves problemas sociales derivados de las guerras. Benito Mussolini, que había ocupado diferentes cargos de importancia como director del periódico del Partido Socialista (el Avanti!), abandonó la formación por la posición favorable de esta hacia la neutralidad, adoptando una actitud radicalmente beligerante en el conflicto. Mussolini sentía como una humillación para el pueblo italiano el trato dado por las potencias ganadoras en las conversaciones de París, tal como ocurrió con Alemania y, a otro nivel, con China. Las negociaciones que pusieron fin desde el punto de vista militar a la Gran Guerra sentaron las condiciones para la IIª Guerra Mundial.
Pero volvamos a las elecciones en Italia del 25 de septiembre de 2022. Todas las encuestas, especialmente el conjunto de los análisis de las expectativas electorales en Italia, daban al bloque de derechas como vencedor, y dentro de este, al partido fascista Hermanos de Italia como claramente mayoritario (cuando hace cuatro años eran claramente minoritarios); y así ha sido. Si la izquierda claudica de sus responsabilidades ante las clases trabajadoras y aun por encima da un espectáculo de total narcisismo e inmadurez, la derrota electoral -y lo que es peor, la política- está servida.
Hace no muchos años existía el PCI, el partido comunista con más influencia y apoyo social de Europa occidental. Con sus limitaciones, era una clara referencia para las clases trabajadoras italianas. En esos tiempos el fascismo no avanzaba, pero el PCI implosionó por factores internos y externos, evolucionando primero hacia una organización de corte socialdemócrata y posteriormente a lo que son realmente en la actualidad sus herederos (el Partido Demócrata): un partido social-liberal, tal como lo es también el PSOE de Pedro Sánchez. Las nuevas izquierdas, tipo Movimiento Cinco Estrellas u otros, ni tenían ni tienen proyecto alternativo maduro; están instalados en la eterna adolescencia política.
La política absolutamente autolítica de la UE hizo el resto. Parece que la mayoría de los/as italianos/as no quieren ser víctimas de la política guerrerista y suicida que está imponiendo en el mundo occidental el lobby/Partido Demócrata de los EEUU y exigen soberanía y capacidad de decidir en su política exterior. Si la izquierda hubiera tenido una mínima sensibilidad en ese terreno no habría ocurrido lo que ha sucedido.
En el Estado español, el Gobierno y su Régimen del 78 se encuentran entre los mayores valedores de esta política de los EEUU en Europa. La manipulación y la actitud de estúpido seguidismo de sus medios de comunicación en relación con el relato imperialista de la guerra en Ucrania es un claro síntoma de profunda debilidad y enajenación mental colectiva de los responsables de esos medios.
A finales del presente año, y muy particularmente a lo largo de 2023, se sufrirán en toda su magnitud las dramáticas consecuencias de la brutal crisis económica del Sistema capitalista, crisis agudizada por las irresponsables posiciones adoptadas en relación con la guerra en Ucrania. Diversas fuerzas políticas, sociales y sindicales, entre las que se encuentra el movimiento comunero del siglo XXI, estamos comprometidos/as en organizar la respuesta popular a tal cuestión. Es el único camino para neutralizar el triunfo del fascismo en el Estado español.
Decíamos unas líneas más arriba que de cómo se resuelva finalmente esta confluencia de ciclos históricos, especialmente el «ciclo medio» -que comienza en el siglo XX y en el que aún nos hallamos inmersos- dependerá el futuro de la humanidad por varias generaciones. El imperialismo nos conduce de forma clara e irresponsable hacia la guerra, incluyendo la hipótesis de una de tipo nuclear. Ante esa política de guerra tenemos que contraponer la lucha por la paz y el socialismo.
La Iª Guerra Mundial hizo madurar el germen de la primera Revolución socialista de la historia. La IIª, la Revolución china. La IIIª, a la que nos quieren llevar, provocará muchísimo sufrimiento y dolor, pero será la tumba definitiva del capitalismo imperialista.
Izquierda Castellana, 28 de septiembre de 2022