
El mundo en que vivimos (IV)
Hace unos años publicamos varios editoriales consecutivos bajo este título, en los cuales analizábamos la situación y sus tendencias de futuro*. Señalábamos la profundización de la crisis económica y política del imperialismo y cómo el impulso a la militarización y la guerra era la alternativa por la que se inclinaban cada vez de forma más clara y contundente. Algunas personas nos comentaron entonces que esa conclusión les parecía exagerada. En el seno de las clases populares también se tiende a confundir los deseos con la realidad. Nadie decente entre el pueblo trabajador desea la guerra, pero una cosa son los deseos y otra muy diferente las tendencias reales que impone el imperialismo.
Queremos recordar también cómo los analistas españoles y de la UE consideraban que el Brexit era un proyecto condenado al fracaso, primero en el referéndum convocado y posteriormente en su materialización. No entendían para nada el fondo del asunto, aunque ahora ya parece que algunos empiezan a comprenderlo. Simplemente el bloque dominante británico optó por desconectarse de los condicionantes de un proyecto altamente burocratizado, entre otros déficits, e incorporarse a un proyecto global encabezado por los EEUU y extensivo al conjunto del mundo anglosajón. En su esencia, previendo -de manera acertada- que poseer un ejército poderoso se iba a poner en valor en ese nuevo escenario de confrontación y guerra en construcción. Boris Johnson es el líder más apto, al menos de momento, para encabezar ese proceso en representación del Reino Unido, y por ello no es previsible que caiga.
Aunque parezca difícil de entender, el capitalismo europeo está descabezado. Ello ha ocurrido en un proceso centrífugo y acelerado de debilitamiento. Los EEUU han aprovechado la situación para darle la puntilla e imponer su doctrina de incremento del gasto militar y de la guerra. La UE anda en ello a todo trapo, incluyendo al Estado español y su Gobierno de Progreso (con un incremento de hasta el 2% del PIB en gasto militar, empezando por los 3.000 millones de euros demandados por Defensa). La intervención militar rusa en Ucrania ha sido y es el argumento aducido por los EEUU y el imperialismo angloamericano en general para ello. Este argumento ha sido comprado con más o menos resignación por parte de la UE, incluyendo Alemania (con 100.000 millones de euros para modernizar su ejército), aun a sabiendas de que esa es una política absolutamente suicida.
En un artículo publicado en La Vanguardia bajo el título “Por qué EEUU está ganando la guerra en Ucrania” se reflexiona sobre esa cuestión; es verdad que políticamente EEUU está ganando la guerra, pero no a expensas de Rusia -como dice el artículo-, sino a costa de la UE. La UE es realmente el sujeto derrotado. Es obvio que Rusia está ganando la guerra desde el punto de vista militar, mientras la Unión Europea está debilitándose hasta su casi desaparición para dedicarse en exclusiva a articular un frente militar contra Rusia, de tal manera que los EEUU y sus aliados en el Indo-Pacífico se puedan concentrar en su proyecto de agresión militar a China, que constituye desde su perspectiva estratégica su mayor preocupación. El rearme de Japón o el incidente con el avión de la Real Fuerza Aérea Australiana en esa región son claros ejemplos de ello.
No lo tienen nada fácil, y por eso dan pasos cuidadosos para comprobar cuál es la capacidad de reacción de China. También observan cuidadosamente la potencialidad militar de Rusia en Ucrania. Es evidente para cualquier observador medianamente informado y objetivo que Rusia está utilizando solo una pequeña parte de su potencia militar en Ucrania; no hay apenas intervención de su aviación ni de su marina, que tienen una gran capacidad ofensiva. Entre otras cuestiones, es muy posible que no quieran someter a la observación del imperialismo a aquella parte de sus Fuerzas Armadas que están llamadas a tener un papel principal en esa más que hipotética confrontación global que el imperialismo está organizando.
El bloque dominante español -su Gobierno, instituciones y entramado mediático- tiene un encefalograma prácticamente plano. La situación actual se parece cada vez más a la de los últimos tiempos del Régimen franquista, con un bloqueo casi total de las instituciones y del conjunto de la administración, incluyendo aquella que tiene la responsabilidad sobre los servicios públicos, especialmente la Sanidad. La Monarquía alauita reinante en Marruecos, a la que hay que reconocerle una especial habilidad para percibir las situaciones de mayor debilidad en el Estado español, así lo han comprendido, y han forzado a Pedro Sánchez a llevar adelante la mayor felonía posible contra el pueblo saharaui. En el año 1975 organizaron la Marcha Verde para conseguir que el Sáhara pasase a depender de Marruecos. En esta ocasión no han necesitado tanto; una mínima presión, a través de unos pocos miles de migrantes en Ceuta y Melilla, ha bastado para que el Gobierno español accediese a sus pretensiones.
El Gobierno español vive en el puro Metaverso, en un espacio que nada tiene que ver con la realidad, pero que los medios de comunicación de su entorno, empezando por Televisión Española y siguiendo por el Grupo PRISA y otros, agitan y replican hasta la saciedad como si ese Metaverso constituyese la realidad-real. Están reproduciendo el mismo esquema ya empleado con Juan Carlos el Golfo, del que conocían sus fechorías desde que era Príncipe de España, quizás con la vana ilusión de conseguir de nuevo resultados similares. Por si acaso las cosas no discurren así (cada vez hay más gente que no comulga con ruedas de molino y la cruda realidad de la vida cotidiana impide fantasear en el mundo virtual), también se dedican extensa e intensamente a la represión, herramienta en cuyo uso disponen larga experiencia. Algunos ejemplos de esa realidad-virtual que pretenden imponernos se reflejan en que a pesar de que medio centenar de personas siguen muriendo cada día por Covid-19 (más de 17.000 en lo que llevamos de año 2022), el Gobierno ha decidido que la pandemia se ha acabado. Similar fantasía aplican a la realidad laboral: ya no hay parados, son trabajadores fijos discontinuos; tienen trabajo dos o tres meses al año y el resto no, y por tanto no tienen salario, pero a efectos propagandísticos ya no cuentan. La sección del Gobierno encabezada por Yolanda Díaz está haciendo un intenso trabajo en este sentido.
Nos empujan a una política militarista y de guerra, que repercute en todos los aspectos de la vida de los/as trabajadores/as. Por supuesto, esta política afecta a los Presupuestos del Estado. La Cumbre de la OTAN en Madrid se enmarca en esta cuestión. Les resulta inaceptable que se esté organizando una respuesta social a esa Cumbre, y por eso recurren cada vez a una mayor represión sobre las organizaciones y activistas que mantienen y refuerzan una línea de rechazo a sus pretensiones. Las previsiones de que casi 50.000 miembros de las Fuerzas Policiales controlen a la sociedad madrileña para impedir movilizaciones contra la Cumbre es todo un ejemplo de su paranoia. El juicio contra el compañero de Yesca, Pablo, desarrollado en Valladolid el pasado 6 de junio, es otro claro ejemplo de esto que decimos. Pero no van a conseguir resultados por esa vía: las movilizaciones contra la OTAN y la Guerra en la última semana de junio serán más que significativas, y las movilizaciones contra la carestía de la vida y la precarización social marcarán el otoño. No hay más alternativa que la organización popular.
Hasta la victoria siempre.
Izquierda Castellana, 9 de junio de 2022