
La globalización de la guerra
El imperialismo capitalista, a pesar de que se vende desde hace años como el único sistema realmente viable, ha padecido gravísimos problemas a lo largo de la historia, muy especialmente en los siglos XX y XXI. La Primera Guerra Mundial (1914-1918) y la Segunda (1939-1945) fueron buena expresión de ello. El capitalismo recurre a las guerras para resolver sus crisis profundas; el pueblo recurre a la revolución cuando el capitalismo y sus guerras generan condiciones insoportables para la vida cotidiana del común de la gente.
La Primera Guerra Mundial y sus desastres -muerte, hambre y miseria en general– fue también el caldo de cultivo para la primera Revolución socialista triunfante de la historia de la humanidad. Se dieron otros procesos revolucionarios en la Europa de la época, pero no consiguieron imponerse.
Igualmente, en relación con el ascenso del nazi-fascismo y la Segunda Guerra Mundial, se dieron procesos revolucionarios, entre otros, el del Estado español: la Segunda República y sobre todo el Gobierno del Frente Popular, contra el que se produjo el levantamiento militar fascista de julio del 36, golpe que no solo contó con el apoyo de los gobiernos fascistas europeos, sino con la estrecha complicidad de casi todo el capitalismo occidental, con el Reino Unido a la cabeza. Esos apoyos condicionaron la derrota militar de los pueblos del Estado español, pero esa guerra supuso una preparación de la mayor utilidad de cara a la Gran Guerra antifascista. También en esa ocasión el Pueblo chino dio un definitivo impulso a su proceso revolucionario, consiguiendo proclamar la República Popular China en 1949. Diez años después, en 1959, la revolución triunfó en la Cuba de Batista, hasta entonces colonizada por los EEUU. En 1979, triunfó la revolución sandinista en Nicaragua.
En 1973, el capitalismo, también atravesando una crisis económica derivada del tremendo endeudamiento norteamericano (motivado por la fabricación sin control de dólares para la financiación de la guerra en Vietnam), los yanquis organizan y sostienen el golpe militar fascista en Chile, liquidando manu militari el Gobierno de Unidad Popular encabezado por Salvador Allende con decenas de miles de asesinados/as y la instauración de una dictadura de la que ese pueblo hermano aún no se ha recuperado plenamente. El Golpe de Estado en Chile tenía como objetivo inmediato liquidar el proyecto progresista en marcha en aquel país, pero con el objetivo global de que este se convirtiese en el laboratorio en donde poner en marcha las políticas de un capitalismo explotador y depredador sin límites, el neoliberalismo. En la década de los 80, con la llegada de Thatcher y Reagan al poder político, ese modelo se hizo hegemónico en Occidente, y con él todas las secuelas y elementos de destrucción que conllevaron respecto a los derechos sociales de los trabajadores/as, de las mujeres y a las graves agresiones al medio ambiente.
La caída de la URSS, a la que contribuyeron sus propios errores, pero sobre todo el empuje externo, supuso la desaparición del obstáculo más importante que existía en aquellos momentos para impulsar la globalización capitalista neoliberal. A ello se pusieron con total empeño desde la década del 90 del pasado siglo. Las últimas décadas fueron de rosas y champán para el imperialismo capitalista, pero también de ensoñaciones propias del idealismo consustancial a ese sistema: Cuba estaba a punto de caer y China se había entregado al capitalismo, según la versión del imperialismo. Pero Cuba no cayó y China se supo adaptar de manera inteligente a la nueva situación mundial, avanzando en la construcción de su propio modelo socialista, manejándose con gran eficacia en el proceso de globalización, de tal manera que han conseguido unos resultados espectaculares mientras los EEUU y el capitalismo occidental cada vez van a menos. De nuevo, estos recurren al militarismo y a la guerra, hasta llevarnos al proceso en el que estamos de lleno.
Ucrania es el escenario inicial de esa guerra global, siendo obvio que la guerra se está dando entre la OTAN y el imperialismo occidental y Rusia; por eso, a pesar de que muy probablemente en las próximas semanas o meses el ejército ruso consiga sus objetivos militares, la guerra en Ucrania y en general en ese escenario regional, continuará por otros métodos. No compartimos la decisión rusa -que no es un Estado con modelo socialista, sino con un modelo de capitalismo de Estado- de la invasión de Ucrania, aunque la contextualizamos en las agresiones de la OTAN hacia ese país o a las provocaciones y crímenes del Régimen ucraniano llevados adelante después del Golpe de Estado del Maidán en 2014 hacia la población de las zonas rusófilas de ese país. Las declaraciones sobre el tema por parte del Papa Francisco o de Lula da Silva parecen bastante esclarecedoras al respecto, declaraciones que apenas han tenido proyección en los medios de comunicación españoles (se ve que no son del gusto del Imperio) que se han convertido en los voceros de Zelensky, un siniestro personaje que está dispuesto a alargar el sufrimiento de la población ucraniana hasta donde su amo Biden lo necesite; el tiempo suficiente hasta que estos puedan organizar la siguiente fase de la guerra global.
Hacer la revolución, cuestión inevitable si la guerra sigue adelante, no es una simple declaración litúrgica. Supone ser capaces de comprender la realidad en profundidad, el qué y por qué está pasando lo que está pasando. Es ser capaces de construir un modelo social, económico y político alternativo viable, que dé solución a los problemas de las clases populares a nivel nacional y que contribuya a su solución global. En ese camino, la construcción de un estado propio para Castilla es una necesidad. Las enseñanzas de la lucha comunera a lo largo de los últimos cinco siglos nos serán de gran ayuda.
Hemos reiterado en diversas ocasiones que el Estado español es el eslabón débil del capitalismo occidental. Si el capitalismo en general se encuentra en una etapa de decrepitud y senilidad como nunca antes, el Estado español simplemente está podrido de forma irreversible. Esa podredumbre afecta a sus instituciones, medios de comunicación, sindicatos y partidos oficiales, etc. Como decía el filósofo griego Sócrates, “todo está podrido menos el corazón de los pobres”. También a los trabajadores quieren corromper, pero no lo van a conseguir.
Castilla es un pueblo duro, curtido en mil batallas, y en el que, como corresponde a un territorio mayoritariamente de secano, todo crece en unas primeras fases con lentitud, pero echando raíces profundas. Cuando toca, el crecimiento se vuelve intenso y espectacular. Solo hay que visitar en estos momentos los campos castellanos para comprobarlo, no solo por la exuberancia y belleza de los trigales y las cebadas, sino también por la respuesta a las agresiones e intentos de liquidación de los servicios públicos, como la Sanidad, o a la respuesta que se está organizando a la Cumbre de la OTAN en Madrid para el 29 y 30 de junio, respuesta que será todo un éxito a pesar de que el Aparato del Estado la intenta impedir mediante el único instrumento que aún manejan de forma brutal y con cierta eficiencia, aunque cada vez menor: la represión. Es por ello que ya han organizado un dispositivo de 30.000 policías, a los que se añadirán guardias civiles y policías municipales. Quieren impedir la libertad de expresión y movilización popular, pero no tendrán éxito.
El Régimen de la Monarquía borbónica cada vez se parece más a la Monarquía alauita. Esta también maneja brutal y eficazmente la represión. Las armas que nos llevarán a la victoria son la organización, la inteligencia, el corazón y la lucha con tesón y convicción. No hay otro camino.
Izquierda Castellana, 7 de mayo de 2022