
No hay práctica revolucionaria sin teoría revolucionaria
El campo de las ideas y del conocimiento es hoy el escenario principal de confrontación entre Civilización y Barbarie
Anda el periódico El País medio revuelto y en conflicto entre los fundadores, especialmente su primer director y columnista Juan Luis Cebrián, y sus actuales gestores. Tiene interés ese “conflicto” porque es de la misma naturaleza del que afecta al PSOE actual y al que podríamos denominar PSOE de Felipe González. Los límites de ese conflicto son estrechos, pues no es de índole estratégica -en esas cuestiones están plenamente de acuerdo-, ni tan siquiera versa sobre elementos tácticos de cierto alcance, sino que está motivado por cuestiones esencialmente formales y/o de línea argumental.
Cebrián, al igual que en buena medida Felipe González, parecen no comprender suficientemente bien la evolución política y económica del capitalismo occidental, en particular del angloamericano, a pesar de haber sido significativos contribuyentes a ella. Tampoco de la evolución del Régimen del 78 en su actual deriva y degradación absoluta. A estas cuestiones (el Régimen del 78 y el imperialismo) los dos personajes se entregaron de pies y manos, poniendo las herramientas de que disponían plenamente a su servicio. Les resulta difícil entender que el Régimen monárquico del 78 esté totalmente desacreditado ante la sociedad (y no solo aquí, sino también a nivel internacional).
Dos intelectuales españoles significativos del siglo XX, Unamuno y Ortega y Gasset, se posicionaron a favor del Golpe de Estado fascista contra la II República de julio de 1936. Unamuno se retractó públicamente en la conocida jornada del Paraninfo de la Universidad de Salamanca el 12 de octubre del mismo año; esto lo hizo seguramente con el deseo de rectificar ante algo que le pareció monstruoso en su puesta en práctica. Parece que tal cuestión le costó la vida, según deducen algunas investigaciones de los últimos tiempos.

Ortega y Gasset se fue al exilio en el verano de 1936, pero no huyendo de los impulsores del levantamiento fascista, sino del Madrid republicano. Tempranamente Einstein publicó una carta en el New York Times denunciando el carácter ilegítimo y fascista del levantamiento del 18 de julio de 1936. Ortega y Gasset tardó pocos días en responderle a través del mismo diario, justificando en su escrito el “levantamiento” encabezado por Franco, financiado por la oligarquía española y que contó con el apoyo explícito y activo de los estados fascistas europeos (Portugal, Italia y Alemania), así como con la complicidad de la mayoría de países del capitalismo occidental. Ortega y Gasset envió a su hijo José Ortega Spottorno, precisamente el fundador del Grupo Prisa, a combatir en el bando franquista y, por tanto, contra la República. Seguramente a Ortega y Gasset no le gustaban algunas de las cosas que hacía el bando fascista en la Guerra, pero estratégicamente optó por este con todas las consecuencias.
El gran filósofo húngaro Lukács, en su conocido libro “El asalto a la razón”, en el que analiza cómo el fascismo necesita liquidar la racionalidad en el campo del pensamiento y de la filosofía antes de pasar a la acción política directa, sitúa precisamente a Ortega y Gasset en esa línea como pensador protofascista.
Desde hace años estamos de nuevo en un brutal asalto a la racionalidad como forma de pensamiento, como sucedió a principios del siglo XX; se trata de la antesala de la guerra y del fascismo en cualquiera de sus nuevas variantes que nos acecha. Tal y como ocurría en aquel entonces, habitualmente esa ofensiva contra la racionalidad se viste de modernidad: la Teoría Queer es un claro exponente de lo que decimos.
El problema que tiene el imperialismo/capitalismo, como ya lo tuvo en aquel entonces, es que la evolución de la realidad y las actividades necesarias para el sostenimiento de ese sistema son tan brutales que dejan muy poco espacio para fantasías y quimeras. De ahí que necesiten impulsar la manipulación mediática hasta niveles auténticamente bochornosos y con una falta total no ya de rigor, sino de elegancia intelectual y estética. Esto puede observarse en todos los terrenos, muy particularmente en relación con la guerra en Ucrania o en relación con el Sáhara y la monarquía alauita de Marruecos, que no desmerecen en su zafiedad en nada a la versión franquista del bombardeo de Guernika, que según esta había sido realizado por los republicanos; el incendio del Reichstag, que según la versión nazi fue provocado por los comunistas; o los montajes previos a la invasión de Polonia o Checoslovaquia por parte de Alemania. Que estas cuestiones disgusten a personajes con una cierta finura intelectual dentro de su bando es comprensible, pero es lo que hay y es por donde evolucionan las cosas en la actualidad en el mundo capitalista. Esos sectores con el estómago más delicado se adaptarán al embrutecimiento intelectual en el que están.
Las organizaciones que aspiramos a construir un mundo mejor y más justo, lo que en esta coyuntura histórica solo puede venir de la mano del socialismo y la soberanía nacional, tenemos que dedicar una gran parte de nuestras energías y capacidades a dos cuestiones esenciales para avanzar en este camino, que son además complementarias: el estudio profundo y la comprensión de la realidad en toda su complejidad, porque solo con un diagnóstico preciso de esta se pueden poner en pie “tratamientos” para resolver sus problemas; y la puesta en práctica de esa línea de tratamiento, de forma enérgica, que sirva realmente para curar el proceso mórbido en que se encuentra el mundo occidental. Ambas cosas no solo son posibles, son absolutamente imprescindibles. Son tareas que requieren esfuerzo y trabajo, pero no hay otro camino para el avance del movimiento popular.
Nos gustaría abordar tres cuestiones que creemos del mayor interés desde esa perspectiva.
1º La actual crisis económica del capitalismo.
Es en muy buena medida una crisis relacionada con el endeudamiento público. Esta crisis no tiene una salida dentro de los mecanismos ordinarios que el sistema capitalista tiene a su alcance. De ahí el descarado impulso hacia la guerra, incluyendo la guerra global.
Actualmente el nivel de endeudamiento de los países capitalistas es brutal. La deuda pública de los EEUU supera los 30 billones de dólares, con un PIB anual de 19.443.730 millones de dólares (2021). Por lo tanto, el porcentaje de la deuda pública en relación con el PIB es del 132%, y la deuda pública per cápita asciende a 74.286 euros. La deuda global es de 370 billones y el PIB mundial es de 84,71 billones; es decir, la deuda global supera el 400% del PIB mundial.
La inflación, tanto en EEUU como en Europa, lleva subiendo ininterrumpidamente desde hace 15 meses, hasta tocar máximos en marzo con un 9,8% en el Estado español.
La guerra refuerza la tendencia inflacionista, pero no es su origen principal. El origen principal de la inflación es el incremento absolutamente desorbitado de la masa monetaria en circulación en relación con el avance de la economía real. Ese fenómeno tuvo un fuerte impacto en la llamada crisis hipotecaria de 2007-2012, a través de los créditos hipotecarios, totalmente fuera de control. En ese caso afectó especialmente a la conexión asimétrica entre las entidades financieras y las familias que compraron bienes inmuebles a crédito; y que supuso la ruina de cientos de miles de ellas por la incapacidad de pagarlos (en los EEUU se aceptó la dación en pago del bien inmobiliario hipotecado para liquidar la deuda financiera, mientras en el Estado español se rechazó la posibilidad de tal mecanismo, con lo cual muchas familias se vieron obligadas a seguir pagando el crédito, además de perder el bien inmobiliario hipotecado).
La pandemia de Covid-19 supuso de nuevo un impulso a la máquina de hacer dinero para afrontar los gastos ordinarios (por la caída de ingresos) y los extraordinarios (surgidos alrededor de la pandemia). Decir que la inflación tiene su origen principal en la guerra de Ucrania es una auténtica falsedad, a lo que por otra parte nos tienen acostumbrados.
El Sistema de Reserva Federal de América y el Banco Central Europeo ya han empezado a tomar medidas: subir los tipos de interés y disminuir de forma rápida la compra de las emisiones de deuda pública de los estados correspondientes. Ello provocará el estancamiento económico y el incremento del coste de los créditos a las familias y empresas, lo cual nos situará en el tránsito “de Guatemala a Guatepeor”.
Para el imperialismo, la auténtica salida de la crisis pasa por la guerra. Si nos meten en ella, tal como están haciendo, para el pueblo trabajador no puede haber otra alternativa que organizar y hacer la revolución, tal como ocurrió durante la Primera y la Segunda Guerra Mundial (con las revoluciones soviética y china respectivamente).
2º La Guerra en el Este de Europa y el impulso del proceso hacia la III Guerra Mundial.
Podemos afirmar, por desgracia, que hemos entrado en las fases iniciales de la III Guerra Mundial. Todo lo que está ocurriendo en el plano económico, mediático, político y militar se corresponde con ello. Las guerras no son solo procesos militares, aunque estos sean el escenario donde finalmente se resuelven. Las guerras, como decía Carl von Clausewitz, son la continuación de la política -habría que añadir que, sobre todo, de la economía- por otros medios. Ahí estamos.
Las medidas económicas contra Rusia son parte ya de esa Guerra Mundial en proceso de avance, medidas económicas que sobre todo recaen sobre las espaldas de la Unión Europea y más en concreto sobre sus clases trabajadoras. Es curioso comprobar cómo el capitalismo yanqui sale reforzado de esta guerra: ha aumentado significativamente la venta de petróleo y gas licuado a Europa y “paradójicamente”, mientras prohíben que Europa compre gas y petróleo a Rusia, los EEUU han incrementado sus propias compras a ese país para su posterior reventa a los europeos, adjudicándose una sustancial ganancia en la operación. Por supuesto, tal como ya hemos dicho anteriormente, la tremenda campaña mediática de manipulación es una parte esencial de esa Guerra Mundial en gestación y, por tanto, esta información no la encontraremos en ningún medio del Estado español.
3º El escenario en el Estado español.
Como hemos afirmado en numerosas ocasiones, el Estado español es el eslabón débil del capitalismo europeo, tanto en su plano económico como político. Solo tiene fortaleza en el frente de la represión y del control mediático. Pero eso, por sí solo, no es suficiente para mantener un Régimen ni un Sistema. Es nuestra obligación como movimiento comunero del siglo XXI conseguir que la presente crisis se convierta en un proceso de liquidación del actual Régimen monárquico postfranquista.
El PP, a través de su Congreso de Sevilla, se ha preparado para constituir el próximo Gobierno del Régimen del 78, cosa que no tardará muchos meses en ocurrir. Por supuesto, lo harán en alianza con Vox, tal como lo están haciendo en Castilla y León, que no es sino una experiencia piloto, para asumir en un periodo relativamente corto de tiempo la gobernanza a nivel del Estado. El actual Gobierno, con Pedro Sánchez a la cabeza y el conjunto de sus ministros/as, así como la “Coalición Progresista” en la que se sustenta, están absolutamente quemados y sin apenas capacidad de cumplir las tareas que el bloque dominante español y la UE les tenía encomendado: la gestión de sus asuntos en el Estado español y el control sobre los movimientos sociales. Las movilizaciones obreras en Cádiz, entre otras, fueron un ejemplo de la potencialidad de estas; en aquella ocasión consiguieron desbaratarlas a través de sus aliados en el sindicalismo institucional (las direcciones de CCOO y UGT). En el caso de la huelga de los transportistas ya no pudieron impedir que se desarrollara de forma muy importante, y los intentos de criminalización mediática y a través de las redes sociales contra esa movilización desde sectores asociados al Gobierno, vinculándola con la extrema derecha, no solo no consiguieron sus objetivos, sino que se les volvió en contra. Una sola chispa puede incendiar la pradera, si esta se encuentra suficientemente seca. La pradera no está aún suficientemente seca y por eso estas chispas aún no la han incendiado, pero se progresa adecuadamente en esa dirección.
El próximo Gobierno estatal de coalición entre PP y Vox tardará muy poco en agotar el limitado crédito de que dispondrá a sus inicios y, por otra parte -cuestión importantísima desde la perspectiva de la lucha popular-, no existirán las mismas trabas -mediáticas, en redes, etc.- que frenen la movilización popular en su contra. En absoluto somos partidarios del “cuanto peor, mejor”, pero necesitamos comprender la realidad y prever el futuro más inmediato, porque ello es la única manera de poder organizarnos y planificar la lucha de forma victoriosa.
Izquierda Castellana, 5 de abril de 2022