Parar la guerra, frenar el avance de la ultraderecha

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Parar la guerra, frenar el avance de la ultraderecha

Tal y como era previsible, a pesar de los dimes y diretes de los comentaristas y cuentistas profesionales, el PP acordó un Gobierno de Coalición con Vox en Castilla y León. Su contenido programático, por lo que se va conociendo, supone una derechización aún mayor de la política que se venía impulsando en esta Comunidad Autónoma. Esto es así de una forma global, pero afecta particularmente a los derechos de las mujeres, a los servicios públicos y a todo lo relacionado con el mundo de la cultura y los derechos civiles.

El sábado 26 de marzo, a las 12:00, las Plataformas en Defensa de la Sanidad Pública de Castilla y León han convocado una concentración ante las Cortes como primera expresión de rechazo a la política de ese Gobierno que se está conformando, con la finalidad de exigir que ese servicio esencial para la población (la Sanidad) sea respetado y recuperado. Esperamos que otros movimientos sociales se incorporen a esta movilización y así se convierta en un primer paso en la articulación de una amplia marea social en defensa de los derechos y libertades que ese Gobierno en fase de conformación ha anunciado que recortará de forma drástica. El Gobierno de coalición PP-Vox será un ensayo general de lo que tienen proyectado a nivel estatal y, por cierto, para lo que las encuestas de opinión ya otorgan un suficiente apoyo parlamentario.

En nuestra opinión, solo hay un camino sólido y eficaz para frenar la derechización y el recorte de derechos y libertades: la movilización y la organización popular. Por supuesto que también es necesario tener mayorías electorales progresistas, pero sin un sólido y eficazmente organizado movimiento popular, estas no sirven de nada, o incluso favorecen el ascenso de la ultraderecha por sus incumplimientos y traiciones, tal como es el caso actual.

Parar la guerra

“Todos los Estados capitalistas están asumiendo ahora el disfraz de un idealismo atractivo para justificar su política imperialista rapaz” (Aleksandra Kollontai, 1915)

La guerra en Ucrania está aparejando los habituales desastres que estas traen consigo para el pueblo: muerte y destrucción, embrutecimiento moral y desarrollo de aquellos aspectos más nefastos del capitalismo. Hace pocos días aparecía la información de cómo “los emprendedores”, en este caso alemanes, aprovechaban la situación de desamparo de las mujeres ucranianas en Polonia para hacer “un trabajo de captación para el negocio de la prostitución”.

Como es habitual, la información que se da sobre la guerra no se rige por criterios de veracidad, pero además se ha imposibilitado el contraste de las diferentes versiones de los hechos. Se ha cortado radical y abruptamente la posibilidad de acceder a medios de comunicación rusos por parte de los Gobiernos de Europa Occidental; es decir, han sido censurados en su totalidad. Según nos cuentan, es porque estos medios no emiten información objetiva y hacen propaganda -de lo que no nos cabe duda-, pero si ese fuera realmente el criterio tendrían que cerrar prácticamente todos los medios de comunicación.

La gente tiene derecho a contrastar la información, y en base a ese contraste, conformar su propia opinión. Eso es precisamente lo que tratan de impedir, para que de ese modo solo llegue la «propaganda de guerra» que cada bando emite.

Las guerras son una tragedia para las clases populares, pero son un gran negocio para las minorías capitalistas. Esta también lo es, muy especialmente para el capitalismo angloamericano. Por citar algunos ejemplos, las empresas armamentísticas estadounidenses Lockheed Martin, General Dynamics y Raytheon han visto subir sus acciones en bolsa un 21%, 16% y 9% respectivamente, mientras que la británica BAE Systems se incrementó en un 19%. Por su parte, la multinacional francesa Thales Group, que fabrica los cohetes anticarro Javelin, ha visto cómo el valor de sus acciones ascendía un 36% desde el inicio de la guerra.

Por otro lado, el valor del euro en relación con el dólar, aunque tiene una importante volatilidad por las medidas que se toman desde el BCE para protegerlo, se ha devaluado de forma significativa (6,79% en lo que va de año, y con respecto a la libra esterlina, un 1,73%). Esto es un claro indicador de que el capitalismo angloamericano es el que sale más beneficiado de la guerra y sus perspectivas de ampliación. Hay que señalar que un encarecimiento del dólar con respecto al euro supone un incremento lineal similar a las ya importantísimas subidas que afectan a las materias primas como el petróleo, gas, cereales, etc. porque el dólar es la moneda principal de pago en los mercados occidentales.

Si a esto añadimos que la inflación se está acercando a los dos dígitos, no es difícil concluir el panorama absolutamente dramático que se nos presenta a las clases populares, así como a sectores de la pequeña y mediana empresa. Ante la subida y escasez casi total del aceite de girasol, que se importa fundamentalmente de Ucrania y Rusia, los fabricantes de productos alimentarios que llevan este ingrediente (la mayoría) han solicitado al Gobierno poder usar el aceite de palma o coco, con un brutal impacto en la salud humana; y, además, pretenden que el etiquetado de tales alimentos no incorpore ese cambio (justificándolo en base a la excepcionalidad de la situación).

Pedro Sánchez intenta tapar una mentira con una mayor que la anterior, siempre tan reacio a asumir responsabilidades propias como a endosárselas al primero que se le ponga a mano. Ahora pretende responsabilizar de todos los males de la economía a Putin.

Refugiados en una estación ucraniana

Rechazamos la política de guerra en Ucrania de Putin, pero las responsabilidades en ese conflicto bélico son compartidas, muy especialmente con la OTAN, que tiene un papel protagónico en la génesis de las condiciones para la guerra actual, con su impulso absolutamente irresponsable a dicha Alianza militar y guerrerista hacia el Este de Europa con la clara intención de cercar política y militarmente a Rusia. Esta guerra, si no lo impedimos, irá escalando hacia un conflicto global, según los planes y necesidades del imperialismo. Este se está preparando aceleradamente en el plano militar (el Congreso de los EEUU, con el apoyo de demócratas y republicanos, aprobó 5.900 millones de euros para armar a Ucrania, que habría que sumar a todas las cantidades previas aportadas por ellos mismos y por los países europeos), pero también en el político: el discurso del próximo presidente de Corea del Sur no puede ser más elocuente.

Esta guerra tiene paralelismos más que significativos con la Gran Guerra (1914-1918), la primera guerra global del imperialismo, que supuso la claudicación ante el militarismo de una buena parte de la socialdemocracia internacional. Esta generó también el marco para el desarrollo de la primera revolución socialista de la historia, la Revolución Soviética de 1917, de la que por cierto Putin abjura radicalmente, culpándola además de los problemas nacionales existentes en la actualidad en ese ámbito geográfico, mientras adopta la perspectiva del “chovinismo gran-ruso” a la que Lenin ya criticaba con la mayor intensidad.

Esta gran guerra que se está gestando, condicionada por la brutal crisis del capitalismo, sería la tercera de este ciclo iniciado hace más de cien años. La fase decrépita y criminal del capitalismo, el imperialismo, como señalaba Lenin en su reconocida obra, solo puede traer guerra y sufrimiento a la humanidad.

Después de la II Guerra Mundial hubo varias décadas de relativa paz y estabilidad (sin que dejasen nunca de producirse conflictos regionales), a lo que contribuyó en buena medida la propia existencia de la URSS, así como la incorporación al mundo del socialismo de otros países de primera magnitud, como China. La caída de la URSS dio inicio a un intento fallido de control global por parte del imperialismo angloamericano, que, por un tiempo, debido a la extrema debilidad de las instituciones rusas, parecía factible. La recomposición de esa institucionalidad en Rusia, no alrededor de un proyecto socialista, sino alrededor de un proyecto capitalista de Estado, con una clara voluntad de recuperar el papel geoestratégico acorde con su potencialidad, ha puesto fin a ese “cuento de la lechera” del capitalismo occidental.

Nuestra posición es, por tanto, la de que hay que detener la guerra. En esta, como en la mayor parte de los casos, no hay “buenos y malos”, simplemente no hay buenos. Esa concepción maniquea, tan propia de la subcultura del bloque dominante español, no se corresponde con la realidad. Aquí lo que existe son intereses confrontados que hay que reconducir al terreno de la política y la diplomacia, por el bien de la humanidad y la civilización. Pero si no conseguimos tal cosa, estamos convencidos/as de que tal y como ocurrió en el marco de la Iª. Guerra Mundial, se generarán las condiciones objetivas y subjetivas a un fuerte impulso revolucionario en Europa Occidental.

Izquierda Castellana, a 11 de marzo de 2022

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