8M YESCA: Feminismo de clase

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Nos encontramos un año más en 8 de Marzo, Día de la Mujer Trabajadora, reivindicando el abolicionismo como parte intrínseca del feminismo; sin él, el feminismo , corriente política con unos objetivos y una agenda ya establecida , carece de estrategia lógica para lograr su objetivo. Es importante seguirlos para poder acabar con nuestra opresión.

Como mujeres jóvenes y obreras, analizamos la complicada situación en la que nos encontramos : a las problemáticas alrededor de la precariedad juvenil, el desempleo , la brecha salarial y la temporalidad que de por si generan un escenario propicio para disparar el riesgo de exclusión social y feminización de la pobreza, se suman aquellas que se nos presentan a raíz de nuestro sexo. En la actualidad estamos viendo cómo la sexualidad y todas las prácticas abusivas relacionadas con ella están siendo aceptadas progresivamente en el ideario colectivo. A este cambio le acompaña la comprensión de la sexualidad como política , siendo inherente a la opresión de las mujeres y al patriarcado . Así , el capital y el neoliberalismo se hacen hueco en ella , convirtiéndola en un producto de compra-venta y pura mercantilización.

¿QUÉ REINVIDICAMOS?

Reivindicamos la abolición del género como herramienta patriarcal que relega a la mujer a un segundo plano imponiendo roles sexistas a través de la educación. Estas normas o roles son externas al individuo, y representan un sistema binario de jerarquía con dos posiciones: lo masculino por encima de lo femenino. Desde nuestro nacimiento pasamos a formar parte de una de estas dos clases según nuestro sexo; las mujeres pasamos a ser educadas en la sumisión, pasividad y debilidad. Los hombres, en cambio, son criados para ser activos, dominantes, fuertes y agresivos.

Reivindicamos la abolición del sistema prostitucional que explota sexualmente y mercantiliza los cuerpos de las mujeres bajo el paraguas terminológico y neoliberal de la “libre elección”. El Estado Español es el tercer país del mundo en el consumo de prostitución, y, como resaltamos hace dos años, las provincias que conforman Castilla cuentan con las cifras más altas en cuanto a prostíbulos de todo el Estado.

Otro ejemplo de explotación y comercialización es la mal llamada “gestación subrogada”, conocida comúnmente como vientres de alquiler, que se nos

presenta como una desvinculación de la maternidad y de los cuerpos de las mujeres y es otro medio a través del cual se asegura la subordinación patriarcal. Es una carta blanca para perpetuar la situación precaria de miles de mujeres en el mundo, teniendo que vender nuestra capacidad reproductiva para poder sobrevivir.

Esto nos lleva a hablar de la industria pornográfica, otro de los pilares que sustentan el patriarcado y su violencia mediante un contenido humillante que, al mismo tiempo que deshumaniza a las mujeres, sirve como escuela de violencia sexual hacia nosotras. Los vídeos más consumidos dentro del porno incluyen violencia explícita hacia mujeres; esto y el auge de agresiones sexuales tales como las violaciones grupales no es casualidad. Además, la edad de consumo de pornografía es cada vez más baja, aprendiendo los hombres a ejercer esta violencia antes incluso de la pubertad.

En nuevas plataformas como OnlyFans se siguen reproduciendo las mismas dinámicas. Se explota sexualmente a las mujeres, cada vez de menor edad, como negocio. Lejos de ser elementos empoderantes, estas prácticas son totalmente cosificadoras y se aprovechan de nuestra vulnerabilidad, siendo una vía de entrada a la pornografía y al sistema prostitucional.

La normalización de la violencia sexual está llevando, además, al aumento de prácticas como la sumisión química, que consiste en introducir sustancias psicoactivas en las bebidas, generalmente en ambientes de ocio, para anular la voluntad o modificar la conducta de la víctima. Esto acaba en numerosas ocasiones en agresiones sexuales, y es un tipo más de violencia machista.

A estas situaciones de violencia se les suma cómo se nos sigue condenando al desamparo institucional, impidiéndonos, por ejemplo, abortar en numerosos de nuestros pueblos y ciudades y teniendo por tanto que desplazarnos a otros hospitales o a clínicas privadas. Esto no es más que la obstaculización del ejercicio de uno de nuestros derechos fundamentales y de nuestras decisiones como mujeres.

Ante la concepción de nuestras vidas y nuestros cuerpos como objetos que explotar libremente, nos levantamos abogando por un feminismo de clase, abolicionista de género, del sistema prostitucional, de los vientres de alquiler y de cualquier forma de pornografía o comercialización de nuestra sexualidad.

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