
En la actualidad -y por desgracia- Rusia no es un estado socialista. Pero la Rusia de Putin no es la Rusia de Yeltsin, como desearían los jefes económicos, políticos y militares del imperialismo occidental. Es necesario aclarar esta cuestión en primer lugar.
La Rusia de Putin juega un papel de contrapeso a las grandes y medianas potencias capitalistas occidentales; tiene sus propios y bien definidos objetivos geoestratégicos y, en ese contexto y por diversas razones históricas, culturales y por supuesto también económicas, tiene un estatus independiente al servicio de su propio proyecto nacional/estatal, lo que genera muchas tensiones y contradicciones con el capitalismo occidental.
El capitalismo occidental, con los EEUU a la cabeza, se había habituado a ser el gallo del corral, sin discusión alguna acerca de ese estatus. En última instancia, los EEUU eran quienes mandaban y los demás, con más o menos entusiasmo, obedecían. La recuperación por parte de Rusia del estatus de gran potencia (que no de Estado socialista) les ha complicado las cosas y ha descabalgado sus líneas de trabajo. En Siria se expresó esta cuestión en toda su crudeza. Rusia tiene intereses estratégicos en ese país mediterráneo y no iba a permitir que en él tuviese lugar un proceso similar a los ocurridos en Irak y Libia.
Rusia en el plano internacional ha jugado y juega un papel propio importante, que no solo no es coincidente con el del capitalismo occidental, sino que por diversas razones coincide, al menos parcialmente, con los intereses de países del ámbito prosocialista, como Cuba, Nicaragua, Venezuela y muy particularmente China. En esta última cuestión está la madre del cordero. El imperialismo occidental, incluida la UE, está en la tarea de liquidar el ascenso de China en todos los frentes y con todos los medios que haga falta, tal como sucedió en el siglo XIX; para ello necesitan reconducir a Rusia al estatus que tenía en la época de Yeltsin, con una gobernanza plenamente entregada al capitalismo occidental, sin soberanía ni estatus propio en el concierto internacional.
Confían en que una guerra de desgaste en Ucrania y/o zonas limítrofes puede ser el camino para conseguir tal cuestión, sobre la base del intento de arruinar la economía rusa, con el previsible malestar social consiguiente; a partir de ahí, el aliento de algún tipo de golpe de Estado podría imponer una gobernanza títere. No es tarea nada fácil, pero están operando en esa dirección. El único hilo conductor de la política que plantean hacia el conflicto en Ucrania pasa por alargar este conflicto militar mediante inversiones multimillonarias a favor de Ucrania, bien mediante la compra de armas directamente o mediante la transferencia de divisas. La entrada de Ucrania en la UE que viene solicitando insistentemente desde hace unos días su presidente Zelenski también es muy sintomática. Es obvio que la UE está cada vez más estrechamente vinculada a la OTAN.
No parece que el conflicto en Ucrania, que acumula ya muchos años de recorrido y muertes (14.000 personas han fallecido en Donbass desde 2014), haya generado ninguna actitud de misericordia entre los medios de comunicación occidentales. Aquí no se trata de cuestiones humanitarias, sino de hacer la propaganda más útil para el sostenimiento e incremento de un proceso bélico.
La UE está planteando inversiones millonarias para el rearme de Ucrania. Eso es simplemente financiar la guerra y todo lo que ella trae consigo. Por exponer solo algunos datos: Alemania aumentará en un 2% el porcentaje de su PIB para gastos militares. Dedicará una partida extraordinaria de 100.000 millones de euros para modernizar su ejército y enviarán inmediatamente a Ucrania 1.000 misiles antitanque y 500 misiles tierra-aire Stinger. EEUU ha destinado 1.000 millones de dólares para el rearme de Ucrania y la UE ha desbloqueado 400 millones de euros para la compra de armamento para ese país. Bélgica ha enviado 2.000 ametralladoras; 3.800 toneladas de combustible y 3.000 rifles automáticos.
Desde IzCa estamos en contra de la intervención del Gobierno español en el conflicto de Ucrania, pero con la misma intensidad nos oponemos a la financiación de esa guerra por parte de la UE.
La inflación en el mes de febrero en España ha sido de un 7,4%, la más alta en 33 años. Cada vez más millones de personas viven en la precariedad. Las pensiones no suben en relación con el IPC. Los salarios tampoco. La sanidad y la educación pública se privatizan o se liquidan mientras dicen que no hay recursos para ellas. Ese dinero que se va a destinar a la guerra, el gran negocio del Capital, tiene que dedicarse a la recuperación de las condiciones de vida de las clases trabajadoras y de los servicios públicos.
Es muy ilustrativa la información aparecida en La Vanguardia el 28 de febrero, de la que también se hizo eco TVE el domingo 27, de que se va a poner en libertad a todos aquellos presos (comunes) que estén dispuestos a ir al frente. Ya nos podemos imaginar qué presos se acogerán a tal posibilidad: violadores, criminales… esta es la política del Gobierno de Ucrania, es decir dar a sus tropas licencia para matar, violar, torturar…
Izquierda Castellana, 28 de febrero de 2022