
El sábado 11 de diciembre, más de un millar de vallisoletanos/as se echaron a las calles de la ciudad para manifestar su apoyo al proyecto del Centro Social La Molinera ante las amenazas de desalojo tras haber adquirido el crédito de la deuda un fondo de inversión. Con un ambiente enérgico y combativo, la marcha transcurrió por algunas de las principales vías y plazas: Zorrilla, Miguel Íscar, Teresa Gil, Fuente Dorada, Poniente, Isabel la Católica, Puente Mayor… Entre las consignas más coreadas, estuvieron las siguientes: “La Molinera, es de Pucela”; “Que no, que no, que no se desaloja”; “La Moli la defiende, la juventud rebelde”; “Castilla comunera, fondos buitre fuera”; o “10, 100, 1.000 centros sociales”. Dulzaina y tamboril, además de un conjunto de músicos con instrumentos de percusión, pusieron la nota musical a una manifestación colorida y nutrida.
La manifestación fue todo un éxito, desde el punto de vista cualitativo y cuantitativo. También lo fue la campaña previa de concienciación y difusión de la convocatoria, habiéndose conseguido visibilizar la problemática a la que el Centro Social se enfrenta y la importancia de preservar un proyecto así para Valladolid. Ese éxito es fundamentalmente fruto del trabajo y buen hacer de las personas que conforman La Molinera.
Desde Izquierda Castellana queremos trasladar una vez más todo nuestro apoyo al Centro Social La Molinera por su labor en la ciudad y por su compromiso. Juntos/as superaremos las amenazas que se ciernen sobre el movimiento popular.
Izquierda Castellana, 13 de diciembre de 2021
Comunicado leído al final de la manifestación
Compañeras, compañeros,
Es un orgullo inmenso para nosotras no solo haber llenado hoy las calles de Valladolid por esta causa, sino haberlo hecho junto a vosotros. Gracias a los que habéis apoyado, convocado y difundido estamos todos aquí: más de mil personas reivindicando el valor de lo común. Gracias a los que habéis venido desde vuestra casa a las calles, y por supuesto, gracias a los que habéis venido de otras ciudades.
Queremos manifestar nuestra más sincera gratitud a todas las personas, organizaciones, plataformas, colectivos, bandas musicales, artistas, escritores, deportistas… que durante estos tres años y medio habéis formado parte de la Molinera de muy diversas maneras, ya sea participando, aportando, o interesándoos por la situación del proyecto. Este proyecto solo ha sido posible con vosotras y vosotros, que le habéis dado vida, y por supuesto solo será posible en el futuro si seguimos contando con vuestro calor. Nos hubiera gustado leer todos los nombres de las agrupaciones y colectivos que os habéis adherido al manifiesto de apoyo, pero habéis sido tantos que al final éramos demasiados como para leerlo, y no queríamos dejarnos a nadie fuera.
Como todo esto no hubiera sido posible sin vosotros, hoy queremos hacer un reconocimiento a la militancia, queremos ponerla en valor. Nuestro tiempo, nuestro esfuerzo, nuestros recursos económicos, nuestra energía y nuestras ilusiones están puestas al servicio del pueblo. Y son unas ilusiones ambiciosas. Unas ambiciones alejadas de los réditos y beneficios particulares, porque son unas ambiciones revolucionarias, que aspiran a transformar lo que nos rodea para hacerlo más habitable, más digno y más justo para todas. Este es un reconocimiento extensivo a todos los que ponen a disposición de la gente, sobre todo de la gente humilde, todas sus capacidades. Queremos hacer también un reconocimiento a todos los Centros Sociales Okupados o Autogestionados del Estado y a todos los espacios de organización popular con los que compartimos causa y razón de ser, de los que tanto hemos aprendido y que hoy se ven reflejados en nosotros. A todos ellos les mandamos un abrazo.
Aquí, en este lugar, donde se juntan en Canal de Castilla y nuestro Pisuerga; donde en el siglo XIX comenzó a funcionar uno de los focos principales de industrialización de la ciudad; donde las mujeres trabajadoras protagonizaron aquellas dignas revueltas conocidas como motines del pan; aquí, donde varias generaciones de obreros dejaron sus mejores años en la fábrica harinera de La Perla y algunos, según sabemos, se dejaron la vida; aquí, en este edificio, catalogado como Bien de Interés Cultural con categoría de Monumento desde 1991, donde se produjo un pelotazo urbanístico que representa a la perfección cuáles son los fundamentos de la economía especulativa; donde se puso en marcha el único hotel de 5 estrellas de Valladolid y se dejó con una mano delante y otra detrás a los trabajadores/as de la noche a la mañana; aquí, donde la juventud organizada dio un ejemplo contra el pesimismo, demostrando que todo es posible cuando la voluntad, el compromiso y la inteligencia se combinan, haciendo que volviese común al pueblo lo que del pueblo saliera. Aquí y ahora, entorno a la lucha por la posesión y uso de este edificio, se condensa el combate irreconciliable entre dos modelos antagónicos de sociedad: por un lado, el del beneficio particular, el del dinero como eje de la vida, el del individualismo, el de la competencia y el del sálvese quien pueda; por el otro, el de la solidaridad, la defensa de lo público, el empoderamiento colectivo, la apuesta por el bien común. Confrontan pues, dos mundos: el viejo mundo del capitalismo voraz, que no acaba de morir, y el mundo nuevo que llevamos en nuestros corazones, y que tenemos la tarea alumbrar.
Queremos una ciudad que se pueda mirar a sí misma a la cara, una ciudad orgullosa de su herencia comunera, porque fuimos motor de la gran revolución que vieron estas tierras castellanas hace hoy 500 años; una ciudad orgullosa de sus luchas sociales y sus huelgas obreras y estudiantiles; una ciudad orgullosa de su mejor tesoro, sus activistas y militantes: del médico socialista José Garrote Tebar, fusilado por los fascistas; de Natividad Yarza, maestra y primera alcaldesa electa del Estado español; del teórico anarquista Valeriano Orobón; de la comunista Virginia González Polo, primera mujer en dirigir un sindicato; de Millán Santos y los curas obreros; del profesor anarcosindicalista Avelino Mata; de Chato y Doris Benegas, comuneros bregados en mil batallas hasta su último aliento. Trabajamos sin descanso por una ciudad que se desprenda de una vez por todas de esa inmerecida etiqueta de «Fachadolid». Hoy, defender nuestra ciudad -el nombre de nuestra ciudad y la dignidad de sus gentes-, pasa por defender el proyecto social, cultural y político de La Molinera frente a los carroñeros y frente a la economía parasitaria y criminal.
Estos fondos de inversión internacionales compran activos a bajo coste para venderlos al máximo precio posible y obtener beneficios inmediatos, sin importarles las consecuencias sociales o para el patrimonio histórico, cultural o arquitectónico de sus acciones; no les importa el bienestar o el desarrollo del territorio, sino el simple beneficio. Los entramados financieros actúan dentro de los marcos económicos y jurídicos construidos desde el poder institucional, sin encontrar apenas oposición ni organización popular frente a sus operaciones. Representan un verdadero problema para nuestros barrios, ya de por sí castigados por el empobrecimiento, el aumento del coste de la vida, el alza de los alquileres, la privatización de espacios y servicios públicos. A estos fondos se les denomina popularmente buitres. Pero es bueno recordar que los buitres solo se alimentan de cadáveres… y si algo hemos demostrado hoy es nuestra vitalidad.
No plantamos batalla por simple inercia, ni afrontamos la situación con resignación. Tenemos una firme confianza en que esta lucha puede ganarse, que puede conseguirse una victoria histórica para las clases populares de la ciudad, para los sectores de la población más conscientes, organizados y movilizados. De alguna manera, a la vista está, ya estamos ganando. Estamos pasando a la ofensiva, a disputarles el relato; hay que demostrar con hechos que nuestros proyectos son mejores, más éticos y más útiles para las mayorías sociales que los suyos. Defender la Molinera hasta las últimas consecuencias es una responsabilidad enorme que estamos dispuestos a asumir, pero necesitamos compartir esa carga con vosotras. Por nuestra parte, si alguien en algún despacho se piensa que vamos a claudicar, es que no nos conocen. No saben de lo que somos capaces. ¡Aquí no se rinde nadie!
Muchas gracias por arroparnos. Sin duda alguna ¡Venceremos!