25N: EL FEMINISMO ABOLICIONISTA ES EL ÚNICO CAMINO PARA NUESTRA LIBERACIÓN

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25N – DÍA INTERNACIONAL CONTRA LA VIOLENCIA MACHISTA

EL FEMINISMO ABOLICIONISTA ES EL ÚNICO CAMINO PARA NUESTRA LIBERACIÓN

El nacer niñas, el ser mujeres, nuestro sexo determina que suframos diferentes formas de violencia a lo largo de nuestra vida. Violencia sexual, reproductiva, menor acceso a la educación, matrimonios infantiles, mutilaciones genitales… La cúspide de esta pirámide de violencia y opresión la ocupa el feminicidio: ser asesinadas por el mero hecho de ser mujeres. Vidas de mujeres, que fueron extirpadas porque un hombre creyó que eran de su propiedad.

En el Estado español, en lo que llevamos de año, 70 mujeres han sido asesinadas. Desde el 2003, son 1.698 las mujeres asesinadas. Desde el fin del Estado de Alarma, se ha producido una escalada de horror en la violencia machista, una verdadera pandemia: la enfermedad del machismo, inoculada en la sociedad desde el principio de los tiempos y contra la que no encontramos una vacuna efectiva. La vida de cualquier mujer vale menos que la de cualquier hombre. Somos ciudadanas de segunda. El asesinato de una mujer a manos de un hombre rara vez es portada de los medios de comunicación. Una breve reseña, unas pocas palabras. Una noticia que deja de serlo, antes incluso de que nuevamente un hombre la arrebate la vida a otra mujer.

Estas violencias son necesarias para que el sistema patriarcal siga funcionando, pero a su vez son un detonante para que en las últimas décadas la lucha feminista haya cobrado fuerza. La reacción del sistema patriarcal no se ha hecho esperar: se ha rearmado y produce una jugada maestra, utilizando el propio discurso de rebelión de las oprimidas para justificar y afianzar las herramientas de los opresores. Así surgen teorías que se autoproclaman feministas y no solo defienden algunas de esas violencias, como la violación pagada -la prostitución- o la explotación reproductiva, sino que también niegan la condición biológica de las mujeres como origen de nuestra opresión.

En esta era posmoderna, en la que algunos defienden que las leyes estatales e internacionales reconozcan derechos individuales basados en identidades sentidas, y no en realidades, a las mujeres nos siguen matando. Nos matan por nacer niñas, nos asesinan por ser mujeres. Nos ejecutan hombres que sienten que nuestras vidas son su propiedad, y como tal pueden disponer de ella a su antojo. El asesinato de mujeres es una pieza más del mecanismo de sometimiento cuyo engranaje principal está incrustado en la sexualidad y la reproducción, de ahí que todas las mujeres hayamos sufrido alguna vez violencia sexual; que exista una violación moral y legalmente aceptada, que es la prostitución, junto con su escaparate audiovisual que es la pornografía; que se explote a mujeres para que gesten bebés para terceros; o que la pobreza siga teniendo nombre de mujer.

Ser mujer no es un sentimiento, ser mujer es una realidad de violencia y opresión. Somos las víctimas de una estructura de desigualdad, en función de nuestro sexo. No existirá igualdad, ni democracia, ni Derechos Humanos, mientras la vida de la mitad de la población no tenga valor. Cuando una mujer es asesinada, por serlo, el Patriarcado nos está violentado a todas. Nos está mandando un mensaje de odio hacia todas nosotras. Nuestra vida les pertenece, nuestros cuerpos son para su uso y disfrute.

Nos matan, nos asesinan. Lo seguirán haciendo mientras la estructura de violencia y desigualdad que es el Patriarcado no haya sido derribada desde sus cimientos. Seguirá ocurriendo, con la complicidad de los Gobiernos y de parte de la sociedad que considera que la violencia machista no es asunto suyo. Los que niegan nuestra realidad biológica y material, intentan borrar nuestra propia existencia y son también colaboradores necesarios de la violencia que sufrimos las mujeres.

La violencia contra la mujer es, con diferencia, unos de los mayores problemas de criminalidad del Estado español. Nunca habíamos estado en cifras tan altas. Los delitos contra las mujeres siguen creciendo, y no solo en número. Todos los días, cada 4 horas, hay una denuncia por violación en el Estado español. Según datos del Ministerio del Interior, entre enero y septiembre se han denunciado un 30% más de agresiones sexuales respecto al 2020 y un 9,2% con respecto al 2019; todos los días hay agresiones que no se denuncian. En un “estado democrático” esto es inadmisible. La realidad es que la violencia machista sigue en los márgenes de la política y en la periferia de la agenda mediática, reducida a suceso tras suceso que se pierde como una gota de agua en el océano. Seguimos sin señalar esta violencia como un atentado contra los derechos humanos y no hemos asumido como sociedad que es un problema estructural, cuyas causas se encuentran en la desigualdad y el patriarcado depredador.

Ante la falta de educación sexual, la industria pornográfica “educa” a los jóvenes y promueve la cultura de la violación; el deseo sexual de la población adolescente se construye, en gran medida, sobre el consumo de pornografía. Una cultura que ha permitido que el porno violador y violento entre en la vida de los adolescentes, sin más barreras que el acceso a un móvil e internet. Mientras se veta la educación afectiva sexual en las escuelas, nuestros jóvenes están recibiendo una educación que deshumaniza absolutamente a las mujeres, cuyo cuerpo pasa a ser un objeto al que machacar. La pornografía se erige como una de las causas del aumento de las agresiones sexuales, de la existencia de las manadas, del aumento de la violencia en las agresiones.

Confundir la presencia de mujeres con el feminismo es un grave error. Pensar que por ser mujeres somos capaces de hacer otra política es una trampa del patriarcado; esperar de las mujeres un comportamiento extraordinario en política es tan perjudicial como los discursos que mantienen a las mujeres en posiciones de inferioridad o dominación. La paridad no es otra cosa que aspirar a que el sexo de las mujeres no opere en su contra. Que haya mujeres en política es una cuestión básica de calidad democrática, pero eso no garantiza que haya feminismo en la política, y si no, podemos mirar al tipo de políticas desarrolladas por Thatcher o Merkel. El feminismo en política es hacer de la lucha contra la violencia machista, contra las agresiones sexuales, de la desigualdad laboral, de la abolición de la prostitución, de los vientres de alquiler, de la pornografía, de las teorías queer y la abolición de la autoderminación del género una prioridad en la agenda política. El feminismo es la garantía de los derechos sexuales y reproductivos de todas las mujeres. El feminismo en política es tener presente, en todo momento, que la igualdad, seguridad, libertad y dignidad de las mujeres no es un asunto ni negociable ni secundario.

Pretender hacer pasar a «las Cinco de Valencia» como feminismo en política es una burla contra todas las mujeres y contra el movimiento feminista. No podemos olvidar que Mónica Oltra es una defensora de la explotación reproductiva, gran defensora de los vientres de alquiler; que Ada Colau es defensora de la explotación sexual; que Yolanda Díaz y Mónica García son defensoras de la Ley de autodeterminación de género; y que Fátima Hamed es una integrista islámica. Hacer política feminista no es un eslogan: si creen que ser mujer es un sentimiento; si no quieren sancionar a proxenetas y puteros; si quieren regular el alquiler de vientres, etc. no están haciendo política para las mujeres, ni son feministas ni defienden la agenda feminista. Por sus hechos las conoceremos, no por sus palabras. Ninguna ha hecho propuestas creíbles, concretas, factibles; todo ha sido un ritual casi místico, con efluvios religiosos que recuerdan a aquellas señoronas de la derechona franquista.

Otro frente abierto: la protección ante la violencia machista está en peligro. Modificar la LO 1/2004, con riesgo de convertirla en un batiburrillo, en lugar de suplir sus carencias, introduciendo la identidad de género en su articulado, choca frontalmente con el espíritu de la ley que establece que la violencia machista se inflige a la mujer por su sexo. Evitar que desvirtúen el espíritu de la L.O. 1/2004 de 28 de diciembre de medidas de protección integral contra la violencia hacia la mujer se une a la larga lista de reclamaciones de la Agenda Feminista. No tenemos un Gobierno feminista, tenemos un Gobierno decididamente contrario a los derechos de las mujeres, que no duda en eliminar todas aquellas herramientas educativas y jurídicas que son instrumentos esenciales para alcanzar siquiera algo tan mínimo como la igualdad formal entre los sexos; y un Ministerio de Igualdad al servicio de la teoría queer que ha declarado la guerra a más de la mitad de la población negándose a cumplir su deber de proponer medidas específicas y estructurales para avanzar en la emancipación de las mujeres.

La lucha feminista no se va a poder parar ni frenar tan fácilmente. Cada vez más y más mujeres se están sumando a esta marea que se ha venido a llamar feminismo abolicionista, un feminismo liberador de la mujer, un feminismo que tiene un único sujeto político, las mujeres. Solo nos queda parafrasear a Flora Tristán: «Mujeres del mundo uníos». Precisamente con el lema «La fuerza de las mujeres es el futuro de todas», feministas abolicionistas de todo el Estado español nos unimos el pasado 23 de octubre en una gran manifestación en Madrid; con ello se dio un importante paso, que no se quedará ahí, porque de lo contrario la distopía que estamos viviendo nos engullirá en un capitalismo posthumanista muy peligroso.

Mujeres Castellanas, 25 de noviembre de 2021

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