
Cataluña no es Escocia, y sobre todo, el Estado español no es el Reino Unido
En una operación político-mediática bien orquestada, en un escenario cuidadosamente seleccionado y con la intervención de los mejores actores de los que dispone “la Compañía”, pudimos asistir ayer al estreno de la segunda parte del Procés. Nunca segundas partes fueron buenas.
Decía Marx aquello de que la historia a veces se repite, pero que estas repeticiones con frecuencia tienen la forma de farsa; y en eso andamos.
El marco no podía ser más sugerente: la sede de la Patronal Catalana (Foment del Treball), es decir, el templo de la burguesía catalana; y no de la pequeña burguesía, sino de la gran burguesía catalana. En ese “Sancta-Sanctorum” del capitalismo catalán se realizaba un homenaje al editor de la Vanguardia, el Conde de Godó. Allí coincidieron amistosamente para homenajear al prototipo del oligarca catalán incardinado con fluidez en el bloque dominante español, el señor Pedro Sánchez, Presidente del Gobierno del Estado, y el señor Pere Aragonès, Presidente del Gobierno Autonómico Catalán, que aprovecharon tal circunstancia para informar solemnemente de algo en lo que ya venían trabajando desde hace muchos meses, pero que necesitaba una puesta en escena de alto nivel: declarar urbi et orbi que ambos Gobiernos discurren por caminos paralelos y, si nada lo impide, confluyentes.
Para completar el escenario, una voz en off precisa el relato, aunque en esta ocasión esa voz fuera por escrito: “proclamar que Cataluña quiere ser Escocia”. Se ve que la teoría queer, con todo su sustrato de irracionalidad, ha infiltrado el pensamiento político de un sector del soberanismo catalán:
“(…) Y hoy seguimos creyendo que la mejor vía para hacerlo, como siempre hemos defendido, es la vía escocesa. La vía del pacto y el acuerdo, la vía del referéndum acordado. Es la opción que genera más garantías y reconocimiento internacional inmediato. Porque sabemos que otras vías no son viables ni deseables en la medida en que, de hecho, nos alejan del objetivo a alcanzar.” – Carta Oriol Junqueras
Pues bien, la farsa no solo ha estado bien diseñada desde el punto de vista escénico, sino que ha tenido un efecto político significativo en lo inmediato. La convocatoria de Colón, auspiciada por Rosa Díez y Fernando Savater (esos dos patriotas que no hacen otra cosa que sacrificar cada minuto de su vida por el bien de la nación española y su pueblo) ha quedado muy tocada; y no de un ala, sino de las dos. De hecho, algún significativo miembro del PP ya ha comunicado que no asistirá a la referida concentración. Los de Vox, sin duda, redoblarán sus esfuerzos para nutrirla, pero se convertirá en una concentración de lo que al inicio de la Transición se denominaba como “el búnker”. En este asunto Pedro Sánchez puede estar tranquilo, al menos de momento, con la calle.
¿Tiene alguna viabilidad el camino anunciado?
El punto principal de esta cuestión es el siguiente: ¿Tiene alguna posibilidad de éxito la vía puesta en escena el lunes 7 de junio en la Sede de Foment de Treball y aplaudida por los sectores medianamente inteligentes del Régimen del 78? Es obvio que no. La vía que pasó a denominarse “unilateral” tuvo una impresionante participación popular e implicación de las instituciones catalanas como tales, alcanzando su máxima expresión en el Referéndum del 1 de octubre de 2017. Ese proceso fue abruptamente interrumpido por la represión del Estado español, cosa que era previsible. Las fuerzas soberanistas catalanas en general no tenían una idea aproximada de la correlación de fuerzas y, sobre todo, hasta dónde el Estado estaba dispuesto a utilizar sus recursos represivos, pero aquel episodio fue una página gloriosa de la historia de Cataluña en la lucha por su libertad. Se trataba de impulsar un proceso para construir aquella correlación de fuerzas que permitiera materializar los objetivos de República y Soberanía. Pero lo que se ha anunciado el lunes día 7 nada tiene que ver con esto: simplemente se profundiza en los errores anteriores de apreciación de la realidad. Y como históricamente es habitual, la claudicación política va asociada a la idiocia intelectual.
Ni Cataluña es Escocia, ni el Estado español es el el Reino Unido
Ni Cataluña es Escocia, ni el Estado español es el el Reino Unido; nada tienen que ver ni histórica ni geográficamente, ni tampoco en cuanto a su cultura y organización política. El Régimen del 78 nunca va a permitir, gobierne quien gobierne, un proceso de autodeterminación de Cataluña; por tanto, apostar por esa vía es hacerlo por una vía muerta, y además, sin honor.
El Reino Unido, que se constituye formalmente mediante el Acta de Unión de 1707, lo hace mediante un proceso de incorporación del Reino de Inglaterra y del Reino de Escocia a una estructura institucional común. Esta incorporación no negó la existencia de un gran conjunto de elementos de identidad de Escocia: desde el sistema educativo al derecho civil, pasando por las selecciones deportivas nacionales propias (con plena capacidad de participar en cualquier competición internacional) o el mantenimiento de la identidad de sus propias tropas militares.
Escocia pudo convocar un referéndum en el año 2014 sobre su independencia porque la legislación británica permite que tal decisión se pueda tomar en el Parlamento de Westminster. La Constitución Española de 1978 no permite nada parecido; incluso aunque hubiera una mayoría en el Parlamento Español que acordara un referéndum similar para Cataluña, este sería “totalmente ilegal”, tal como lo fue el del 1 de Octubre de 2017, porque la Constitución Española no permite tal cuestión, y además de forma radical:
Artículo 2.
La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas.
Artículo 8.
Las Fuerzas Armadas, constituidas por el Ejército de Tierra, la Armada y el Ejército del Aire, tienen como misión garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional.
La experiencia nos enseña que los Altos Tribunales españoles intervendrían sin duda alguna en el asunto, y que los responsables de las Fuerzas Armadas en sus diferentes variantes no tendrían la menor duda en acudir a la llamada de esas instancias para defender la legalidad vigente.
No es bueno engañar al pueblo; durante un tiempo puede tener utilidad hacer política de esa forma perversa, pero ese tiempo es limitado. No hay otro camino para conseguir Soberanía y repúblicas que la derrota del Régimen del 78. Puede sonar fuerte, pero los autoengaños conducen a la derrota y a la frustración.
Izquierda Castellana, 8 de junio de 2021