
A la autodenominada izquierda institucional/constitucional los sondeos electorales le daban, y por cierto le siguen dando, malos resultados, y por tanto era imprescindible introducir elementos que potencialmente pudieran romper esa tendencia. Primero lo intentaron con la presentación de Pablo Iglesias para encabezar la candidatura de Unidas Podemos en Madrid. La estrategia fue un fracaso en lo fundamental, y la candidatura de Podemos, a pesar de esa incorporación, parece que solo aseguraba superar el listón del 5% necesario para obtener representación parlamentaria en la Comunidad de Madrid, pero con unos resultados muy por detrás de Más Madrid, siendo el candidato ex-vicepresidente el cabeza de lista peor valorado.
El episodio del envío de cartas postales con amenazas de muerte (balas incluidas) al Ministro del Interior, Grande Marlaska, a la Directora General de la Guardia Civil, María Gámez, así como al propio Pablo Iglesias, se está convirtiendo en el «gran argumento» para intentar darle la vuelta a la campaña electoral; y «mágicamente», después del envío de las más que famosas cartas, las elecciones en Madrid se han convertido de repente en el escenario en el que «hay que elegir entre fascismo y democracia». A Marlaska, Ministro del Interior que ha amparado torturas policiales en su época de juez de la Audiencia Nacional y era el responsable inmediato hasta hace cuatro días del Delegado del Gobierno en Madrid, el Sr. Franco (el mismo que autorizaba las manifestaciones fascistas y prohibía las convocadas por el movimiento popular madrileño, el que prohibió las manifestaciones del 8 de marzo, el que amparó la brutalidad policial en Vallekas y en general en los barrios de Madrid, etc.) nos lo sitúan nada menos que en el campo del antifascismo: cosas veredes, que non crederes.
Esta nueva pirueta mediática creemos que les va a servir de poco, pero nos vemos en la obligación moral y política de denunciarla.
Cuando la convocatoria de la movilización en contra del acto/provocación en Vallekas de Vox, Podemos encabezó, por cierto, sin éxito alguno, un movimiento para reventar dicha movilización bajo el argumentario de que con esa acción se les daba visibilidad. Ese argumentario también lo intentaron extender al conjunto de los movimientos sociales de Madrid, igualmente con poco éxito. Ahora nos dicen que tampoco hay que debatir con Vox y el fascismo en general.
¿Cómo cree esa gente que se confronta con el fascismo? No haciendo nada más que votar a la izquierda institucional.
Nuestra visión de las cosas es muy distinta. Al fascismo en general y a Vox en particular hay que combatirlo por todos los medios posibles, desde luego en la calle, pero también en el debate. Al fascismo hay que combatirlo con la mano izquierda y con la mano derecha, eso sí, dirigidas por la cabeza y sintiéndolo de verdad en el corazón. Es decir, hay que hacerlo con inteligencia y convicción.
Cuando se hace una instrumentalización electoral del antifascismo se están cometiendo graves errores. El primero es la grosera banalización de la lucha antifascista; el segundo, considerar que esas maniobras van a tener un importante efecto electoral. En la actual coyuntura, y con los severos problemas que afectan a la mayoría social, estos no cambiarán en lo fundamental por unos cuantos juegos de prestidigitación. Si no se han cumplido ninguna de las promesas realizadas por el Gobierno de Progreso, incluso aquellas más fáciles de llevar a cabo, como la derogación de la Ley Mordaza o de las reformas laborales, es evidente que un sector significativo de la izquierda social y política se va abstener, y, por supuesto, lo hará con toda la legitimidad.
Nos apena que el PC de Madrid, que está teniendo una trayectoria de coherencia y apoyo al movimiento popular, se vea arrastrado por esa estrategia suicida de Podemos, pero con un sistema electoral de listas cerradas es difícil resolver esa cuestión. Si las listas fueran abiertas, sin duda llamaríamos a votar a Vanessa Lillo, pero desgraciadamente esa no es la situación.
No sabemos si la información sobre las cartas amenazantes, balas incluidas, es plenamente rigurosa o no; y es que además no nos parece que ello sea de gran importancia en este momento político. Sí sabemos que es rigurosamente cierto que hace muy pocos días un joven vallekano fue apaleado/torturado por las fuerzas policiales una vez detenido y después de prestar declaración en los juzgados de Plaza Castilla. Este hecho, lejos de ser algo aislado, es un modus operandi bastante habitual de los aparatos policiales bajo la responsabilidad del «antifascista Sr. Marlaska».
En el año 1959, en la noche del 15 al 16 de octubre, François Mitterrand denuncia ante la policía un atentado contra su persona, un ametrallamiento sobre su coche. El vehículo del por entonces senador francés efectivamente presentaba siete impactos de bala, cuya ráfaga fue escuchada por numerosos vecinos. Se abre una causa por intento de asesinato, y la noticia tiene una impresionante repercusión mediática y circunstancialmente política. El 22 de octubre Robert Pesquet, autor de los disparos, confiesa que fue el propio Mitterrand el que le encargó el atentado. Este asunto fue conocido como el Affaire de l’Observatoire. Desde luego, los receptores formales de las amenazas de muerte acompañadas con bala no son de una catadura moral y política superior a la de Mitterrand; de todas formas, sería bueno que se esclareciera quién está detrás de esos remitentes que firman como Guardia Civil y Policía Nacional.
Una última reflexión: ¿Por qué el conjunto de los medios de comunicación «progres» se ha alineado de forma absoluta con los posicionamientos de Pablo Iglesias? En nuestra opinión hay una razón clara: saben muy bien que este señor y su fuerza política son el principal ariete que tienen para tratar de evitar que se levante un auténtico movimiento rupturista, democrático y republicano en Madrid. En un editorial anterior hablábamos del Partido Kadete, también llamado el Partido de la Libertad Popular o Partido Democrático Constitucional, formado en los últimos años del Régimen zarista como una herramienta que pretendía generar ilusiones reformistas entre sectores de la pequeña y mediana burguesía; eran, de hecho, los peores enemigos ideológicos del proceso revolucionario. El Partido bolchevique, con Lenin a su cabeza, así lo consideraba y denunciaba. Podemos es una especie de Kadete menor, por supuesto con menos talento e inteligencia que aquellos, aunque con similares pretensiones. El avance del movimiento popular, tal como ocurrió con el Partido Kadete en Rusia, les borrará del mapa político.
Izquierda Castellana, 26 de abril de 2021