Para comprender la realidad hay que estudiarla con rigor
La tendencia a la simplificación de las cosas, a la superficialidad en el tratamiento de estas, avanza rápidamente, pero más rápidamente avanzan los problemas estructurales del sistema capitalista a nivel internacional, de tal manera que ese impulso a la estupidez y el embrutecimiento colectivo, inducido sistemáticamente desde el poder, llega tarde o se queda en evidencia muy pronto. Diversos ejemplos de ello hemos tenido en los doce meses que llevamos de discurrir de la pandemia del Covid-19.
Vivimos tiempos de aceleración de la historia, de crisis cada día más profunda en lo social, cultural, económico y político del sistema capitalista. Tendríamos que echar la vista a los inicios del siglo XX para encontrar una situación con ciertas similitudes: pandemia, en aquel caso de gripe; crisis brutal del capitalismo, con una agudización de las contradicciones que condujo a la Primera Guerra Mundial; crisis política que llevó a la desaparición de estructuras imperiales que hasta el momento parecían inamovibles (Imperio Ruso-zarista; imperio Otomano; Imperio Austrohúngaro…).
La división entre las fracciones del capitalismo internacional que desembocó en la Gran Guerra condicionó una grave situación en la II Internacional, que llevó a que la mayoría de sus organizaciones apoyaran una guerra en la que las clases trabajadores iban a ser simplemente carne de cañón. El Partido Socialdemócrata Ruso, posteriormente el Partido Comunista, se opuso radicalmente a la guerra y se dedicó con todas sus energías a impulsar la destrucción del zarismo mediante la organización de la Revolución. Fueron los únicos que tuvieron éxito.
Los sucesos de los últimos días en EEUU y especialmente en Washington han resultado irresistibles para que diversas fuerzas que se consideran de izquierdas se hayan visto obligadas a tomar partido por el establishment yanqui, como si este fuera una opción favorable a los intereses de las clases populares. Trump, por supuesto, es un protofascista y tal cosa la venimos denunciando en nuestros editoriales desde 2015; pero Biden, y todo lo que representa, es la expresión del imperialismo decadente, podrido y militarista. No hay que elegir entre dos males, como no había que elegir entre un bando u otro en la I Guerra Mundial. Hay que elegir, en nuestro caso, en el camino de la derrota de este Régimen reaccionario y corrupto que nos mata colectiva e individualmente día a día, y que es además el eslabón débil del capitalismo en Europa Occidental.
Es vergonzosa la manipulación en medios y redes de lo que está ocurriendo en Estados Unidos hasta deformar totalmente la naturaleza de los hechos. No hay una disputa entre «buenos y malos», hay una disputa entre dos bandos de indeseables. Por cierto, la Guardia Nacional y otras estructuras armadas federales han intervenido con contundencia para acabar con la ocupación del Capitolio:
https://www.cnbc.com/video/2021/01/06/virginia-gov-northam-is-sending-the-national-guard-state-troopers-to-dc.html
El llamado Trumpismo tiene una base social muy real cuyo origen está en los denominados «white trash» («basura blanca») que solían trabajar en las plantaciones de algodón en condiciones absolutamente precarias, y que son en general descendientes de la población irlandesa y escocesa emigrada a los EEUU. Este es un sector social del que ya hablaba F. Engels en su libro «Temas militares» en los capítulos referidos a la Guerra de Secesión norteamericana, base social que se ha ensanchado muy significativamente y radicalizado políticamente con las sucesivas crisis económicas y la creciente desindustrialización de los EEUU.
Esa amplia fracción social va a seguir interviniendo de forma importante en la política interior yanqui, con Trump o sin él, porque la realidad que está detrás del movimiento es ciertamente existente, cada día más, y no se va a resolver en absoluto con la llegada de Biden al poder. Por el contrario, seguramente esa intervención será aún más contundente.
Es coherente con la estupidez de las fuerzas políticas en este país que la derechona en el Estado español esté aprovechando la coyuntura para intentar desacreditar a toro pasado los «Rodea el Congreso», asimilándolos con lo ocurrido en el Capitolio de Washington. Sería mejor que lo compararan con el levantamiento militar fascista del 18 de julio de 1936, o a la toma del Congreso de los Diputados el 23-F de 1981 por sectores de la Guardia Civil y del Ejército. En su momento, la Audiencia Nacional ya se pronunció sobre el tema de los «Rodea el Congreso» favorablemente a la Coordinadora 25-S, de la que varias personas por cierto fueron juzgadas y absueltas, entre ellas Doris Benegas.
En cualquier caso, queremos reafirmar que la lucha social es el factor principal de cambio en la historia de la humanidad; sin ella, esta no hubiera avanzado lo más mínimo. Tenemos la obligación de desarrollarla al máximo porque es el camino principal -sino el único- para conseguir un futuro digno para nuestro pueblo y nuestras gentes.
Izquierda Castellana, 7 de enero de 2021