El presidente de Òmnium Cultural pronostica que no tendrá un juicio justo y se mantiene firme: «Sé que esto tiene un precio alto, pero también me enorgullece enormemente. La prioridad no es salir rápido sino salir con dignidad»
«Estamos ante una causa general contra el soberanismo, pero también contra la libertad, contra cualquier tipo de disidencia, y esto afecta al conjunto de los españoles», defiende Cuixart
«El relato para acusarnos de rebelión sería insostenible si no fuera por los medios de comunicación que lo alimentan», afirma
El presidente de Òmnium Cultural, Jordi Cuixart (Santa Perpètua de Mogoda, 1975) lleva 11 meses en la cárcel. Junto a Jordi Sànchez protagonizó hace justo un año una imagen que dio la vuelta a medio mundo. Ambos, frente a la Conselleria de Economía, se convirtieron en el altavoz de miles de personas que se manifestaron para protestar por la primera gran operación policial desplegada para intentar impedir el referéndum del 1-O. Hubo un antes y un después de ese 20 de septiembre para mucha gente pero sobre todo para Cuixart y Sànchez, cuya actuación en esa jornada es uno de los principales argumentos para acusarles de rebelión.
Un año después, Cuixart atiende por primera vez de forma presencial a un medio en la cárcel. Tras el cristal asegura que duerme tranquilo y que este tiempo en prisión le ha permitido conocerse de verdad. Lee mucho, desde Gramsci a Angela Davis o Henry David Thoreau; escribe, practica la meditación y desde que está en Lledoners se ha aficionado a la cerámica en torno.
Como ya defendía cuando estaba en libertad, insiste en que la causa del soberanismo tiene que ser la causa de los demócratas del Estado porque, en su opinión, se trata de defender derechos y libertades.
¿Si pudiese volver atrás y regresar al 20 de septiembre de hace un año actuaría de otro modo?
No. Hicimos lo que debíamos y lo volvería a hacer tantas veces como haga falta. No hay nada de lo que arrepentirse. Manifestarse pacíficamente no puede ser nunca un delito. Aquello también sirvió para poder denunciar que en el Estado español y en pleno siglo XXI se coarta la libertad de expresión de la ciudadanía, así como el ejercicio de derechos fundamentales.
Seré juzgado por haberme manifestado cívica y pacíficamente, y por haber llamado a la movilización popular. El despropósito es monumental y muestra la debilidad del Estado y, al mismo tiempo, la fortaleza de las convicciones democráticas de una parte importante de la sociedad catalana. Tengo pleno derecho de defender el derecho a la autodeterminación de Catalunya.
¿Cómo recuerda ese día?
Fue un día de muchas emociones y complicidades. Recuerdo perfectamente la rueda de prensa que hicimos al mediodía delante del Ayuntamiento de Barcelona, junto con los principales sindicatos del país, las grandes entidades sociales, deportivas, juveniles, partidos y con la alcaldesa Ada Colau en primera línea. Nadie daba crédito a la operación de Estado contra las instituciones de autogobierno. CCOO y UGT habían cortado la Via Laietana y se estaba produciendo un intento de registro sin orden judicial en la sede de la CUP, un acto ilegal por parte de la Policía Nacional con el objetivo de que hubiera incidentes violentos. No fue así, sino todo lo contrario; otro ejemplo de determinación y civismo.
Ya por la tarde miles de ciudadanos salieron pacíficamente a protestar por las calles de Barcelona. El 20-S fue un día histórico, lleno de autoestima colectiva y de catalanismo democrático en el sentido más transversal del término.
Una de las imágenes del 20-S es la de usted y Jordi Sànchez subidos al coche de la Guardia Civil. ¿Cree que está en la cárcel por eso?
Creo que el coche ha sido el pretexto. Si no hubiese sido por eso hubiesen buscado otro motivo. Me parece deshonesto que en las televisiones de fuera de Catalunya no se haya subtitulado lo que decíamos.
Usted siempre se ha declarado pacifista, pero a ojos de muchos ciudadanos es un golpista y van a juzgarlo como tal. ¿Cómo se vive con esa contradicción?
Le confieso que al principio lo pasas mal. Te sientes víctima de una injusticia mayúscula y te sientes indefenso, pero rápidamente te das cuenta que forma parte de la estrategia del Estado y que lo importante es la trayectoria personal y colectiva.
Ellos dicen que somos los violentos pero mandan 8.000 policías a pegarte y a herir a 1.000 votantes pacíficos; ellos dicen que somos los golpistas pero persiguen urnas y nos encarcelan por llamar a la población a manifestarse, ellos tienen ejércitos y armas, nosotros solo tenemos, entre comillas, la fuerza de la gente para cambiar el estado de las cosas. El contraste con la impunidad de la violencia fascista es tan evidente como preocupante.
Usted lo niega pero mucha gente cree que encabezó una rebelión.
El relato que se ha construido para acusarnos de rebelión sería insostenible si no fuera por la potencia de los medios de comunicación que lo alimentan. Parte de la estrategia de los poderes del Estado pasa por generar miedo e intentar enfrentarnos con los pueblos de España. Por nuestra parte todos los esfuerzos serán pocos para desmontar toda esta estrategia irresponsable.
Lo que se ha contado en algunos medios de comunicación de ámbito estatal sobre qué pasó el 20-S y qué hice, por ejemplo, yo mismo, es de una obscenidad informativa clamorosa. Ninguna cadena estatal ha querido emitir el documental del 20-S producido por Mediapro. Pero también sería muy injusto no reconocer que hay otros medios de comunicación que han actuado, a pesar de las presiones que puedo imaginar que hayan recibido, con una rigurosidad y profesionalidad total. A ellos, también, un gran reconocimiento y en ellos, parte de nuestras esperanzas.
Déjeme añadirle una cosa. Mi madre es murciana y en mi casa, como muchos hogares de Catalunya, hablamos en castellano y catalán con total normalidad. ¿Cómo se nos puede acusar de fracturar la sociedad catalana y querer atacar parte de una identidad que también es la nuestra?
No hay república pero hay gente en la cárcel y otros viviendo en el extranjero. ¿Qué podría haber hecho el independentismo para que el escenario actual fuese otro?
Yo prefiero hablar del conjunto del soberanismo. Seguro que hay cosas que se podrían haber hecho diferente, pero en general tenemos que estar muy orgullosos colectivamente de lo que hicimos el 1 de octubre. Un ejercicio de desobediencia civil sin precedentes en la historia reciente del Estado. Como dice muy bien Suso del Toro, «lo que desnuda realmente al Estado de la transición es el reto democrático de Catalunya».
Salieron de sus casas cientos de miles de personas que pese a las amenazas del Estado y la violencia policial optaron por defender las libertades fundamentales de manera activa, un verdadero ejercicio de autodeterminación individual y colectivo. Hemos desenmascarado una realidad y es que tenemos delante un Estado que tambalea de arriba abajo ante las urnas.
No ser independentista ya no te salva de nada. Willy Toledo, con quien me solidarizo una vez más, ha sido detenido por criticar a la iglesia católica. ¿Cómo es posible? Estamos ante una causa general contra el soberanismo, pero también contra la libertad, contra cualquier tipo de disidencia, y esto afecta y afectará gravemente al conjunto de la ciudadanía española y su calidad democrática. Hoy la causa de Catalunya tiene que ser la causa de los demócratas del Estado.
Ha lamentado en alguna ocasión que el independentismo se desgastase en broncas estériles y sigue apelando a la unidad. Viendo las tensiones en el Parlament y el Congreso no parece que los partidos independentistas hayan aprendido la lección.
El hecho de que en el seno del soberanismo se discuta por cuestiones a menudo muy insignificantes causa desasosiego entre la población y también a mí mismo. Tenemos que mejorar en sentido de estado, empatía, generosidad y amplitud de miras. En Òmnium Cultural y desde la modestia, pero con todo nuestro tesón, trabajamos para crear espacios de consenso y oportunidades para el acuerdo entre el conjunto del catalanismo.
También hay que ser consciente de la guerra sucia y del acoso y derribo a los partidos soberanistas de los últimos años. La ‘operación Cataluña’ y las cloacas del Estado, herederas directas de la dictadura franquista, han intentado, como reconoció Sáenz de Santamaría, «descabezar la cúpula de los partidos independentistas y de las entidades soberanistas». Y no lo han logrado, pero no podemos negar los efectos colaterales del intento: un president en el exilio, el presidente de ERC, y el presidente del grupo de Junts per Catalunya y la presidenta del Parlament en prisión, una líder de la CUP y la secretaria general de ERC, en un exilio durísimo también a nivel personal. Sin olvidar a los otros consellers y conselleras, o yo mismo, que soy el presidente de la principal entidad cultural del país, fundada en 1961 y con más de 125.000 socios.
Es probable que esas tensiones en el independentismo se mantengan en los próximos meses.
Uno de los principales objetivos de la represión es crear división y por esto el aprendizaje tiene que ser rápido: unidad de todo el soberanismo, que en ningún caso quiere decir uniformidad; fortalecimiento de los grandes consensos de país, y radicalidad democrática hasta las últimas consecuencias. En el Parlament reside la soberanía y hay que tener en cuenta también a Catalunya en Comú y al PSC.
Observando lo que está pasando con partidos, ¿cree que los votantes independentistas seguirán apoyando este proyecto?
El ataque ha sido brutal y han intentado arrasar con todo y aun así, cientos de miles de personas se volvieron a manifestar por la Diada bajo un grito transversal y plural de libertad. Me siento optimista en este sentido.
Aunque existe, durante toda la historia de España, la larga tradición de castigo y reprimenda contra los representantes de las instituciones catalanas y su sociedad civil, des de Ferrer i Guardia, Layret, el ‘noi del sucre’, o Salvador Puig Antich, por poner unos ejemplos, me resisto a creer que nunca encontraremos una solución. Como dice López-Burniol, «en lugar de península ibérica deberíamos llamarle la península inevitable».
La presidenta de la ANC ha dicho a los partidos que no pueden pasar de decir que en Catalunya se pasaría de la ley a la ley y que habría estructuras de Estado a reclamar que la independencia la tiene que hacer la gente. ¿Está de acuerdo?
Esto es una cuestión de responsabilidad colectiva. Cada uno tiene que cumplir con su función. Los partidos tienen la obligación de hacer efectivos sus compromisos y el mandato de la gente; y la gente, como siempre, no fallará. Òmnium no tiene hoja de ruta política y no entraremos nunca en el regate corto de la política, pero tenemos muy claro que no podemos renunciar a nada, siempre que sea por vías pacíficas y democráticas, a nada. Y que al mismo tiempo es imprescindible fortalecer la legitimidad de las decisiones que se toman en Catalunya.
Todo aquello que sea positivo para la ciudadanía de Catalunya también será bueno para los presos políticos. A la inversa no lo tengo tan claro y me temo más bien lo contrario. Por lo tanto, es imprescindible actuar pensando en el país y sin permitir que el proceso judicial condicione para nada ni a la ciudadanía, ni las entidades, ni los partidos políticos o las instituciones. No podemos caer en el miedo o la autocensura.
El PSOE ya ha dicho que no aceptará un referéndum de autodeterminación y el independentismo rechaza que la solución sea otro Estatut. ¿Cuál es la salida a este conflicto?
Parece muy evidente que la solución no puede ser un nuevo Estatut, que ya vimos como terminó el tema, pero en cualquier caso es indispensable que el señor Pedro Sánchez concrete su propuesta, porque a día de hoy la situación no ha mejorado ni un ápice: tenemos nueve presos políticos y varios políticos, activistas sociales y cantantes exiliados en Europa.
De momento, el Gobierno del PSOE dice tener la intención de encontrar una solución política al conflicto, un punto de partida distinto al del PP, pero los hechos no le acompañan; es el momento de iniciar este diálogo sincero y sin condiciones previas. Hay una serie de leyes de carácter social, como la de pobreza energética o la de emergencia habitacional, aprobadas por el Parlament, que se encuentran recurridas en el Constitucional: desbloquearlas es un trámite. Por parte de la sociedad catalana la concreción es total; alrededor del 80% de los catalanes defienden que el referéndum de autodeterminación es la solución al conflicto.
Cada día vemos que los restos del franquismo siguen ahí, o la impunidad borbónica para seguir haciendo negocios de estado con dictaduras que matan población civil. Es una tragedia humanitaria y democrática. Y encima se persigue a quienes afirman que los borbones son unos ladrones. Mando un abrazo a Valtònyc.
¿Cuando vio a Albert Rivera quitando lazos amarillos qué pensó?
Sentí tristeza por lo que representaba aquella acción. Creo que hay muchos votantes de su partido que desaprueban aquellas imágenes y lo que llevaban implícito de llamamiento al enfrentamiento en las calles. Estoy convencido de que no hay camino para la fractura social en nuestra sociedad. No olvidemos que su intento para fracturar el modelo de escuela catalana fracasó.
Los lazos amarillos también son un símbolo de empatía por una situación totalmente injusta. Con esta polémica intentan esconder aquello que realmente les molesta: reconocer que en España hay presos políticos por poner urnas o llamar a la movilización popular. Cosas que la justicia europea no considera ni falta leve.
Desde Òmnium seguiremos trabajando en pro de una sociedad más cohesionada socialmente, con igualdad de oportunidades para todos sus conciudadanos, independientemente de su origen, lengua o clase social. Empezando por la escuela y la cultura como verdaderos motores de transformación social y cómo no, para que podamos decidir, de una vez por todas, como queremos vivir en una república de todos y para todos.
Defender la libertad de expresión en Catalunya es hacerlo también en Murcia o en Madrid. El éxito de la campaña de Cristina Fallarás en Twitter llamando a colgar lazos amarillos demuestra que en España hay mucha gente dispuesta a defender la libertad de expresión sin matices. Esto también me llena de esperanza.
¿Confía en la justicia española?
En la justicia ordinaria, en muchos casos sí, hay miles de jueces y fiscales decentes, pero no confío ni en el Tribunal Supremo, ni la Audiencia Nacional, ni en la división de poderes del Estado. El prestigioso informe GRECO del Consejo de Europa ha denunciado en reiteradas ocasiones y de manera muy enérgica que los órganos de gobierno de la justicia española están alarmantemente politizados. El juicio oral es una oportunidad única también para denunciar este grave atentado a la independencia de poderes en el Estado.
Este procedimiento ha transgredido sistemáticamente derechos fundamentales. Por ejemplo mi derecho a ser juzgado por el Tribunal competente, y que esta situación vulnera mi derecho constitucional a la segunda instancia judicial. Esto solo ya sería motivo de nulidad en muchos tribunales europeos.
Como ciudadano de a pie mis derechos han sido atropellados de una manera escandalosa y tanto yo como Jordi Sánchez estamos totalmente desprotegidos. Pero también lo han sido para cientos de represaliados, como Adri o Tamara o cientos de alcaldes, así como muchos otros activistas del movimiento social.
¿Cree que tendrá un juicio justo?
No, porque no estamos teniendo un procedimiento judicial justo. Defendemos que este es un tema de derechos y las preguntas a Josep Borrell en su entrevista en la BBC son otro ejemplo. Si no se retransmite el juicio por televisión será otra prueba de este despropósito.
El president Torra dice que no aceptará que usted y el resto de presos sean condenados. ¿Qué le gustaría que hiciese el Govern para demostrar que no aceptan la sentencia ?
Si las sentencias son condenatorias, que todo apunta que así será, habrá otro antes y después en Catalunya y España como lo hubo el 1-O y el 3-O. Y los protagonistas volverán a ser los catalanes, el auténtico motor de transformación de la sociedad, la verdadera palanca democrática de cambio. El president Torra ha dicho bien claro que cualquier decisión se discutirá antes en sede parlamentaria, me parece muy coherente.
En Òmnium lo tenemos muy claro: no aceptaremos ningún tipo de condena porque no hemos cometido ningún delito. Tengo asumido que mi futuro ya no me pertenece y que humildemente represento, en parte, la voluntad de la población civil que salió a defender la democracia el 1 de octubre. Sé que esto tiene un precio alto, pero también me enorgullece enormemente. La prioridad no es salir rápido sino salir con dignidad.
Seguramente el mejor acto de amor que podré hacer a mis hijos durante toda la vida es mantenerme firme en mis convicciones ideológicas. El día que salga de la cárcel seguiré luchando democrática y pacíficamente para que Catalunya sea lo que quieran los ciudadanos de este país en beneficio del progreso del conjunto de la sociedad y en el marco de un mundo más sensible y solidario. La desobediencia civil ha sido un instrumento imprescindible en la conquista y consolidación de los derechos y libertades a lo largo de la historia.
¿Consideraría legítimo que la Generalitat abriese las puertas de la cárcel para liberarlos?
Creo que no estamos en este escenario para nada. A Òmnium no nos corresponde decirle al Parlament qué debe o no debe debatir pero insisto que aquello que apruebe el Parlamento de Catalunya será legítimo, siempre.
¿En algún momento pensó que podría acabar en la cárcel?
Sí, lo tenía muy presente desde el día que el president Puigdemont hizo la convocatoria de referéndum. En Òmnium tenemos muy claro nuestro papel en todo esto y no nos dejamos vencer ni por el miedo ni las amenazas. Votar es democracia. También lo habíamos hablado con mi compañera Txell, con mis hermanas o mis amigos más cercanos, así como con los líderes de las principales entidades sindicales y sociales del país. El apoyo de todo el entorno ha sido crucial des del primer momento.
Fíjese también que contemplábamos esta posibilidad aun sabiendo que nuestros actos no suponían delito alguno, pero existía la posibilidad que los poderes del Estado, de nuevo, no “quisieran ni pudieran” como dijo Rajoy, entender qué está pasando en Catalunya.
Cuando llegó aquí a Lledoners explicó que aunque esté en la cárcel quiere vivir con total felicidad. ¿Se puede?
Sí, se puede. La existencia de prisiones como concepto es de por sí un fracaso absoluto de la humanidad, ni qué decir tiene privar a alguien de no poder ver crecer a su hijo o estar con su familia y amigos. Dicho esto, la condición de preso político me ha permitido consolidar un estadio de felicidad permanente que no tenía en la calle.
A principios de año me di cuenta en Soto del Real que el tiempo lineal no existe y que al fin y al cabo lo importante es tener plena conciencia del momento presente en cada uno de nuestros actos, no como un medio para llegar a alguna parte sino como un fin en sí mismo.
Es más sencillo –que no simple– de lo que parece. La felicidad solo depende del dominio de ti mismo, de cómo afrontas cada momento presente. Durante todo este tiempo me he visto obligado a vencer miedos y prejuicios que creía imposibles de superar. Cuando vives en coherencia con tus actos y tienes la conciencia tranquila, el resto pierde toda importancia. Voy muy ligero de equipaje.
¿En qué le ha cambiado todo este tiempo en la cárcel?
La meditación se ha convertido en mi principal alimento y estoy agradecido de lo mucho que estoy aprendiendo y, cómo no, de los compañeros que voy conociendo. También de uno que me di cuenta que desconocía bastante, un tal Jordi Cuixart. Recuerdo la mañana que fuimos a la Audiencia Nacional por última vez; me despedí de mi hijo que tenía seis meses y de mi compañera, a quien le dije que debíamos tener paciencia, que algún día todo volvería a ser como antes; ella me respondió que nunca más nada volvería a ser como antes. Tenía razón.