En un día de frío y lluvia, más propio del mes de marzo, la luz y el calor lo pusieron todas las personas que llenaron y desbordaron el Centro Cultural “La Consolación” de Villamayor de los Montes. Si la hija de Romualdo, Alejandra, estuviera aún viva, a buen seguro que hubiera disfrutado con la compañía de todas las personas allí presentes, con la dignidad y el orgullo de saber que nunca había estado sola ante el odioso silencio que pretendió el desprecio y el olvido.
Gracias a la tenacidad y el amor de su nieta, Sol Benito, el abuelo, conocido como “el sillero” por ser éste su oficio, será recordado para siempre en su tierra, a pesar de que sus restos aún no han sido encontrados, como los de tantos otros…
El camino hasta aquí no fue fácil, puesto que las autoridades municipales no estaban en principio por la labor de que este homenaje tuviera lugar. El fascismo sigue tan presente en las arterias de la derecha española que todo vale para intentar seguir ocultando la gran fosa común en la que los reaccionarios convirtieron al país. Por ello, y por ninguna otra razón, la frágil y desarmada ley de memoria histórica es infringida permanentemente sin ninguna responsabilidad penal ni política. Y por ello, una humilde gestora de un pequeño ayuntamiento se permitió el desaprensivo lujo de intentar impedir este bello homenaje. Hasta que fueron retratados públicamente en algunos medios.
La estrategia mediática funcionó y los cómplices del silencio cedieron en el pulso: el encuentro con Romualdo se celebraría y su huella quedaría en su pueblo para siempre.
Aún así, el veneno de la dictadura fue tan bien inoculado y fue tan mendaz el disfraz de los “nuevos demócratas” y tantos los cobardes que miraron para otro lado, que en pleno 2017 podemos encontrarnos con indecentes e inhumanos esperpentos que se niegan a ofrecer el pan y la sal a aquellos que solo buscan verdad, justicia y reparación. No se puede explicar de otra manera la conducta de los dueños del bar de Villamayor al negarse, con una antelación de diez días, a cocinar unas humildes tortillas para el posterior agradecimiento de la Coordinadora a los asistentes. Ésta fue la única nota discordante en esta bella melodía: con su pan negro se lo coman…
La Coordinadora por la Recuperación de la Memoria Histórica de Burgos ha vuelto a colocar otro maravilloso hito en la provincia para recordar a los que, como Romualdo, albergaron esperanzas de igualdad y sueños de libertad en su corazón: una escultura de una silla inacabada con una enea diseñada por Juan Vallejo y ubicada muy cerca de la casa donde habitó Romualdo Domingo con su hija Alejandra.
Pero antes de su inauguración, la Coordinadora tenía preparado un sentido, vívido y emotivo homenaje en el que se intercalaron palabras, imágenes y música y que convirtieron la nave de La Consolación en un espacio mágico dónde se percibía intensamente una sensación de fraternidad, un sentimiento colectivo de formar parte de algo tan antiguo como la humanidad.
El hilo conductor del relato se lo debemos a un inspiradísimo Marcos Erro, que convirtió los testimonios recogidos en sus conversaciones con Sol Benito en supuestas cartas de Romualdo y su hija. La idea no pudo ser más acertada, pues eran tan veraces los sentimientos y las situaciones descritas en ellas, que resultaba imposible contener las lágrimas mientras el cuerpo se estremecía.
Y, por supuesto, entre carta y carta, las voces de Maria Ángeles Pérez Manrique, con sus canciones tradicionales, y de Rosa Izquierdo y Elisa Bárcena, tocando fibra, nos golpearon el corazón y nos devolvieron a la inocencia, a esa dulce sensación de la nostalgia compartida. También se hicieron presentes las poesías del ex-preso Ricardo Metola, recitadas por él mismo, ya que no se quiso perder la celebración, con el peso y la fuerza de quien vivió y sufrió el crimen y la inhumanidad de la dictadura.
Tras acabar el acto, la lluvia golpeaba incesantemente. Pero si algún tipo de trascendencia pretendía contagiar de melancolía la inauguración de la silla del sillero, no lo consiguió. Todo el mundo se trasladó hasta allí, paraguas en mano, para escuchar las agradecidas y emotivas palabras de Sol que, a pesar de no encontrar al padre de su madre Alejandra, se sentía feliz y orgullosa. Poco antes de volver al centro cultural, se soltaron globos con los nombres de los asesinados por los falangistas, con el apoyo incondicional de las autoridades eclesiásticas, en 1936: Gregorio Usón, Avelino Gil Díez, Antonio Lara Díez, Zacarías Díez Ontañón, Vicente Díez Valverde, Manuel Julián Lara, Benjamín González y Félix Azofra García.
Ya en el centro cultural se compartió un aperitivo que finalizó con el “Canto a la libertad” de Labordeta: “que sea como un viento que arranque los matojos surgiendo la verdad, y limpie los caminos de siglos de destrozos contra la Libertad“.
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