
La Asociación de Asistencia a Víctimas de Agresiones Sexuales y Malos Tratos ) se ha concentrado como viene desde hace años los días 25 de cada mes. La concentración en esta ocasión estaba enfocada a denunciar la violencia sexual en niños y adolescentes que, a su juicio, sigue invisibilizado para la sociedad.
La concentración se ha desarrollado a las 20 horas en la plaza de Fuente Dorada de acuerdo con la liturgia habitual: lectura de las últimas víctimas, colocación en el suelo su nombre junto a un par de zapatos rojos, seguido de un minuto de silencio y lectura de comunicado y de otras noticias aparecidas en los medios de comunicación.
El manifiesto leído hoy ha sido el siguiente:
«Los abusos sexuales a menores se dan, en el 70 por ciento de los casos, por parte de alguien cercano al menor o de su entorno familiar, en uno de cada cuatro es el padre biológico, pero también se detecta en colegios, institutos e instituciones.Se dan en todos los ambientes sociales, económicos y culturales y durante la infancia los llegan a sufrir una de cada cinco niñas y uno de cada siete niños. El mayor número de casos se registra en los adolescentes, concretamente en la franja de 13 a 15 años. Una de cada tres víctimas de agresiones y abusos sexuales fue un menor.
Uno de cada cinco menores es abusado antes de los 18 años. Es muchísimo. No hay delito menos conocido socialmente que la violencia sexual. Si no hubiera tanta impunidad, habría menos violadores en todas sus variantes. De las mujeres que han sido violadas siendo niñas, casi ninguna lo ha hecho público y casi ninguna lo ha denunciado. Es decir, que los hombres que las han violado, ni han sido denunciados, ni su víctima ha hablado de ello, porque el sistema les ampara en una sociedad que promueve la cultura de la violación y brinda impunidad a los violadores.
No obstante los casos que se detectan son la punta del iceberg de esta lacra social porque los abusos en la infancia suelen mantenerse ocultos y además existen enormes dificultades para detectarlo. Los menores suelen ocultarlo por miedo, amenazas o simplemente por pensar que nadie les va a creer por el hecho de ser niños, lo que ocurre con demasiada frecuencia, lo que les hace sentir culpables.
En estos casos no podemos olvidar a las madres y adultos protectores, su mundo se desmorona y tienen que empezar a construirse otro. Cuando son capaces de denunciar se encuentran casi siempre solas porque no hay un programa dentro del Estado que acompañe a estos menores, ni a sus familias, hay un vacío legal, donde las madres tienen que sostenerse a sí mismas y a sus hijos.
Se estima que de cada 100 abusos, solo uno recibe condena, en demasiadas ocasiones, como ocurrió con los alumnos del colegio de los Maristas de Sants-Les Corts de Barcelona, los delitos han prescrito, porque la ley contempla plazos difíciles de mantener ya que las personas abusadas deben romper con barreras como la estigmatización, la acusación a un familiar cercano, y la propia dificultad de revivir un relato que les resulta demasiado doloroso cuando no quieren recordar porque lo que intentan es sobrevivir.
La violencia sexual en niños y adolescentes, contrariamente a lo que ha sucedido con las agresiones machistas, no se ha visibilizado y aún se oculta porque afecta a la esfera más íntima de las personas y también por el miedo al escándalo y al rechazo familiar y social.
Todos tenemos un caso en la familia o entre nuestras amistades, y en la medida en que acabemos con el tabú de que de eso no se habla, vamos a lograr una mejor respuesta institucional. Darle voz a estos menores y sostener a las familias que estén pasando por esa situación, es tarea de todos; el proceso es largo y difícil, pero con el apoyo social e institucional se puede cambiar el futuro».
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