Burgos, 18 de julio de 1936. Los que trataron de hacer frente al alzamiento

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Se cumple al 80 aniversario del inicio de la Guerra Civil Española, un conflicto social, político y bélico que sacudió durante tres años nuestro país y que supuso la antesala del enfrentamiento global que pocos años más tarde desembocaría en la II Guerra Mundial. Burgos jugó un papel neurálgico en la contienda civil al convertirse en la Capital de la Cruzada, sede de la primera junta militar y gobierno de aquellos militares que se alzaron durante el 17 y 18 de julio de 1936.

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Fuente de la imagen: Archivo Municipal de Burgos

¿Cómo se vivieron aquellas jornadas en Burgos? ¿Hubo fuerzas que estuvieron dispuestas a parar el denominado alzamiento militar en la ciudad levítica castellana? ¿Cómo se desarrolló la cruenta represión frente a los que se resistieron al golpe militar? Un artículo de Modesto Agustí donde se condesan los sucesos vividos durante aquellas jornadas en Burgos que dejaron marcada a fuego una huella de cuyo estigma aún hoy es difícil sustraerse.

El 17 de julio de 1936, una parte del Ejército se levanta en el protectorado español de Marruecos contra el gobierno de la II República. En Burgos, con varias horas de adelanto respecto a algunas ciudades de la península, se proclama el Estado de Guerra y el general Mola asume el control de la situación. La población asiste atónita a los acontecimientos entre el júbilo no disimulado de las fuerzas conservadoras partidarias del golpe y el temor de los militantes obreros de las centrales socialista y anarcosindicalista que venían presintiendo la asonada militar desde hacía tiempo.  En medio de la vorágine que convulsionaba el país, las autoridades republicanas trataron en todo momento de ofrecer una situación de normalidad, situación de la que tampoco se vio exenta Burgos, en la antesala del inicio de una cruenta represión que buscó la eliminación física de todos los posibles opositores del nuevo statu quo que se instauró en la ciudad.

Entre los varios testimonios que nos acercan a cómo se vivieron aquellas jornadas de julio de 1936 en Burgos, destaca el de Antonio Ruiz Vilaplana que por aquel entonces ejercía de secretario de juzgado de instrucción de Burgos. Vilaplana, abogado de profesión, había llegado a la ciudad castellana un año antes proveniente de Madrid y será testigo directo de numerosos sucesos que han quedado plasmados en su libro Doy Fe. Un año de actuación en la España Nacionalista.

Doy Fe

A su llegada a burgos, el abogado nos describe una ciudad que prácticamente desconocía la instauración en abril de 1931 de la II República. Una ciudad donde, nada más poner sus pies en ella, se le recomienda que realice la visita de cortesía al obispo y evite ciertas lecturas en público para no desatar desavenencias. Un ambiente hermético y tradicional que, sin embargo, no estaba exento de una intensa agitación social con importantes conflictos obreros como el de la huelga de la construcción que, en aquellos días de julio, se desarrollaba en Burgos con especial virulencia. La reciente publicación de El Anarquismo en Burgos nos permite conocer los contrastes evidentes de una ciudad dominada abiertamente por las fuerzas reaccionarias, en la que, sin embargo, se desarrolló casi paralelamente un importante movimiento obrero donde los sectores libertarios jugaron también un papel destacado.

El 17 de julio por la mañana, cuando apenas comenzaba a divulgarse la noticia del levantamiento de una parte del ejército en África, la presencia del secretario del juzgado de instrucción es requerida en la sede del Gobierno Civil, actual palacio de la Diputación. Entre los muros del vetusto edificio  se celebra una reunión de autoridades donde el general Dávila, que en ese momento se encontraba en la reserva, el teniente coronel Gavilán y el comandante Pastrana, parecen asumir la dirección de todos los acontecimientos estableciendo un comité militar. Dicho organismo actuará siguiendo el bando de guerra proclamado por el general Mola que pasará a asumir toda la autoridad en este territorio. Vilaplana es testigo también del ambiente enrarecido que se respiraba entre la población de Burgos, nada más salir de la reunión en el Gobierno Civil se da de bruces con una espectral procesión compuesta por señoras enlutadas vestidas con escapularios que, desde la catedral hasta el cercano Arco de Santa María, portaban una bandera monárquica en “una nota aquelarresca (que) por su negrura y tono sombrío contrastaba con el hiriente y deslumbrador colorido de la bandera bicolor desplegada”. En medio de manifestaciones de este tipo, el son guerrero de los militares no dejaba de escucharse mientras se iba extiendo el bando de guerra proclamado por el general Mola.

El propio secretario del juzgado nos narra cómo se produjo la primera víctima de la represión en Burgos. El mismo día después del alzamiento, Virgilio Carretón, trabajador carretero de 52 años, es abatido de un disparo en las inmediaciones del edificio de Correros por elementos de los denominados Legionarios de Albiñana, milicia fascista al servicio del Partido Nacionalista Español fundado por el Doctor José María Albiñana. Esta será la primera víctima de la cruenta represión que inmediatamente después se abatirá sobre la ciudad de Burgos y su provincia.

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Imagen del palacio de Capitania General de Burgos durante el desarrollo de la Guerra Civil

Pero los acontecimientos no dejan de sucederse a ritmo frenético. El general Domingo Batet, jefe de la VI División Orgánica de Burgos, rechazó la oferta de ponerse al frente de la guarnición sublevada y fue detenido por sus subordinados, el teniente coronel José Aizpuru Martín-Pinillos y el comandante Antonio Algar Quintana, siendo posteriormente condenado en un consejo de guerra. Días antes, el general de origen catalán, que se había destacado en octubre de 1934 por haber sofocado los sucesos revolucionarios en Barcelona, se había entrevistado el 16 de julio con el general Mola a quien llego a pedir que le diese su palabra de honor de que no participaría en la sublevación. El escritor burgalés Óscar Esquivias en su novela Inquietud en el paraíso, ambientada en el Burgos del inicio de la guerra civil, nos narra cómo pudo ser la tensa conversación que se produjo entre ambos generales.

Así mismo, Mauro Torres, historiador miembro de la Coordinadora Provincial para la Recuperación de la Memoria Histórica de Burgos, y militante de CNT, ha investigado acerca del intento de resistencia de soldados de bajo rango que se dio en los cuarteles de Burgos aquel 18 de julio de 1936. Al parecer, estos militares se encontraban en contacto con los grupos obreros que desde hacía tiempo vigilaban los movimientos que se desarrollaban en los cuarteles con la intención de detener en el golpe, como así se produjo en ciudades como Barcelona o Madrid, situación que fue del todo imposible en Burgos. Pero no sólo entre la baja oficialidad hubo militares que se opusieron al alzamiento, según datos aportados por el historiador, de los 248 militares que fueron ejecutados por actividades contrarias al alzamiento, 77 de ellos eran oficiales. Entre algunos nombres destacan los de Emilio Torrente Vázquez, comandante del Estado Mayor, Francisco Camps Gordon, capitán de Carabineros o Enrique Marín Valenzuela, capitán de la Guardia Civil.

De la misma manera, grupos de militantes obreros alertados por la inminencia del golpe, se personaron ante el Gobernador Civil, que se mantuvo fiel al gobierno republicano, para exigir el reparto de armas con las que impedir el alzamiento. En el cuartel de la Guardia Civil, situado en la calle del Morco, les fueron entregadas algunas de ellas, la mayor parte viejas e inservibles antiguallas de las guerras coloniales, más por calmar los ánimos que por sincera voluntad de oponerse a los militares alzados. A pesar de ello, el coronel de la Guardia Civil Luís Villana Ramos, fue ejecutado bajo la acusación de haber hecho entrega de armas a diferentes miembros de organizaciones sindicales y políticas contrarias al alzamiento.

Tras el 18 de julio de 1936 las principales sedes de los partidos políticos que componían el denominado Frente Popular, la sede de la CNT burgalesa,  asi como el Ateneo Popular, situado en la calle Fernán González, fueron clausuradas, y sus más destacados militantes fueron detenidos. Se puso en marcha una intensa represión que, en palabras del historiador Mauro Torres, “fue una hecatombe que no dejo títere con cabeza” que trató de borrar del mapa literalmente toda posible oposición al alzamiento.

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Exhumación de la fosa común del Monte de Estepar

Las numerosas fosas comunes, como la de La Pedraja o la del Monte de Estepar, son el testimonio vivo de aquellas personas que pagaron con su vida su oposición a un golpe orquestado desde hacía meses y que para unos significó el fin de las esperanzas surgidas tras el 14 de abril de 1931, y para otros tantos erradicó a sangre y fuego la esperanza por una justicia social que iba más allá de estructuras estatales

Modesto Agustí

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