Fukushima. Tres años de mentiras e ineptitud del gobierno japonés.

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Energía nuclear

El 11 de marzo de 2011 un tsunami golpeaba las costas de Japón causando más de 19.000 víctimas y daños económicos multimillonarios. Lo peor de aquél desastre vino de la mano de la energía nuclear, al destruirse el sistema de refrigeración de la central nuclear Fukushima I.

 

A tres años vista, el accidente nuclear más grave tras la catástrofe de  Chernobil ha quedado en poco más que un recuerdo. El silencio informativo en torno a lo que ocurrió después de la fusión del núcleo y la expulsión a la atmósfera terrestre de toneladas de material radiactivo ha sido casi absoluto.

La ineptitud del ejecutivo japonés ha sido sustituida por leyes que condenan hasta a diez años de prisión a las personas y medios que revelen “secretos de Estado”, una norma dictada ex profeso para impedir la investigación en torno a lo que ocurre en el departamento de Fukushima y las terribles secuelas que el accidente ha dejado y dejará en las generaciones futuras.

Centrales nucleares tan inseguras como Fukushima I salpican todo el planeta, configurando una red que pone en grave riesgo la seguridad de la población mundial. Los elevados beneficios económicos y las fuertes presiones del lobby nuclear siguen haciendo que los Estados miren hacia otro lado cuando se habla de seguridad nuclear, como en el caso español, donde se sigue prorrogando la vida útil de centrales de primera generación que deberían llevar lustros clausuradas.

 

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