“El Futuro es Rural: ¡Defiéndelo!” (Movilización del Mundo Rural 18M)

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La crisis también ataca el mundo rural popular.

En el obligado camino hacia la deshumanización en el que se ha convertido el día a día de nuestra sociedad, el espacio rural, sus gentes, sus entornos, sus bienes y sus culturas, continúan siendo especialmente maltratados por los intereses de las élites políticas y económicas. Utilizan su crisis, el miedo y la coacción como herramientas, y la autoridad del Estado como ejecutor. El capital sigue su lógica de acumulación y acaparamiento. Y nosotras, el mundo rural, estamos en su camino.

Las fórmulas de democracia rural autogestionaria (como las juntas vecinales, concejos abiertos y entidades locales “menores”), se enfrentan a su extinción, absorbidas por la centralidad del Estado, la cual decreta que deben limitarse nuestros derechos por un descuadre general en sus “cuentas”. Destruir las precarias estructuras políticas del mundo rural es desarmarnos frente a la creciente privatización y supresión de servicios básicos, el expolio de los bienes comunales, el fin de la era de la energía barata y abundante (el llamado “cénit del petróleo”) y la destrucción ambiental con nuevos proyectos contaminantes: un mundo rural envenenado y deshumanizado, donde apenas se presenta la opción de emigrar, desertando de nuestras raíces.

La soberanía local se extingue.

La ofensiva re-centralizadora, concretada en el Estado español con la llamada “Ley de racionalización y sostenibilidad de la administración local”, o “Ley Montoro”, y en Portugal con la ley de extinción de freguesias, busca alejar la capacidad de decisión política de los núcleos rurales. Se quiere suprimir las llamadas “entidades locales menores” y “freguesias”, fórmula que daba amparo a instituciones de gobierno popular en concejo abierto con más de mil años de existencia. Las Diputaciones Provinciales pasarían a gestionar los servicios y bienes comunales, pudiendo agruparlos en paquetes fácilmente privatizables.

Además, la reforma puede llegar a afectar a 3 millones y medio de hectáreas de tierras comunales, que en algunos territorios, como León, superan el 32% de la superficie provincial, pasando a ser gestionadas desde instancias mas alejadas. Las juntas vecinales han sido un ejemplo de gestión ciudadana directa durante décadas. Pero quieren hacerlas desaparecer.

Un Mundo Rural sin servicios públicos.

El Estado en manos del capital continúa utilizando la constante y premeditada degradación de la educación y la sanidad como herramienta para una política de genocidio demográfico iniciada durante el franquismo. Esto se traduce en la externalización de servicios, consultorías y asistencias hacia el sector privado, provocando el hacinamiento de alumnos en las aulas y el cierre de colegios, el aumento de las listas de espera, el cierre o la limitación de las urgencias, el repago en los servicios sociales por su privatización, o su desaparición directa en muchos municipios.

Atacan nuestro medio ambiente, nuestra salud, y nuestras formas de vida.

El interés del capital corporativo por los recursos naturales del medio rural siempre ha supuesto mayores perjuicios que beneficios para sus habitantes y el entorno. Nuestra dependencia de la tierra, los bosques y las aguas limpias para desarrollar nuestras actividades, exige que no podamos permitir más expolios y agresiones. A la ya larga lista de irracionalidades cometidas en el campo en nombre del mal llamado progreso (térmicas, cementeras, químicas, urbanismo deforestador, nucleares…), ahora hay que sumarle el interés de las grandes multinacionales por proyectos altamente contaminantes como el fracking o las minas a cielo abierto.

El progreso ha utilizado la amplitud rural para extraer, transformar y amontonar lo que resultaba peligroso. Somos la cloaca del progreso, el último vertedero de los residuos de un sistema que con el fin de maximizar el beneficio económico de unos pocos provoca el sufrimiento de muchos.

Sin trabajo digno: el mercado destroza el campo.

Las economías locales se enfrentan a un desgaste constante; los trabajadores autónomos se ahogan mientras esperan la prometida actividad; y el pequeño comercio desaparece lastrado por la pérdida de capacidad de consumo que suponen el desempleo y la precariedad y por la competencia tramposa de las grandes empresas. Los peones agrarios, dependientes de la temporalidad, precarios por definición, ven cómo se reducen sus jornales pese a la dureza de su labor. Y se da la odiosa situación de que, aunque trabajen, se encuentran en una situación cercana a la pobreza.

La agricultura y la ganadería, sectores fundamentales no sólo para la supervivencia de las zonas rurales sino también para alimentar a los habitantes de las zonas urbanas, ligadas aquellas desde siempre a la tierra, se han convertido en una máquina productiva al servicio del mercado, siguiendo sus reglas: crecer en tamaño y cantidad – sólo los grandes sobreviven, nos dicen – para seguir acumulando. Esta carrera fratricida está empujando a los pequeños productores a desaparecer y a los recursos a agotarse. Ejemplos son la sobreexplotación de acuíferos o la contaminación de la tierra y el agua por los fito-sanitarios y fertilizantes. La industria agro-alimentaria es la palanca utilizada por el mercado para transformar el campo a sus intereses.

En las últimas décadas ha ido disminuyendo el número de explotaciones agropecuarias. Menos explotaciones, pero con mucha más tierra concentrada en muy pocas manos. Se observa también que han aumentado el número de sociedades mercantiles no cooperativas y el porcentaje de tierra que poseen. Estos hechos, junto con el aumento del precio del suelo agrícola, explican la mercantilización de la tierra, promovida por las políticas agrarias actuales que están en la base de la desigualdad en el medio rural. Mientras, crece el número de jornaleros sin empleo y sin tierra.

La sociedad rural desorientada.

Los valores positivos de la cultura rural: la solidaridad, la ayuda mutua, la relación con el medio natural,… están siendo sustituidos por las reglas del capitalismo: la competitividad, la inmediatez, la ambición, la servidumbre,… Nuestra identidad rural se diluye entre el miedo y la codicia, destruyendo y despreciando el legado histórico y cultural, material e inmaterial, que está más amenazado que nunca.

Por suerte, una nueva generación comprometida con el cambio puede y quiere hacerse cargo de recuperar y extender esos valores positivos. Apostar por la vida en el campo es una forma de resistir a las normas del capital. Una nueva sociedad rural quiere emerger integrando la agroecología como su medio de vida. Y la mujer toma la iniciativa, resarciéndose del maltrato que el Estado y el Capitalismo, eminentemente patriarcales, impusieron sobre la organización social rural.

Un Estado represor.

Nos dan igual las excusas que utilicen: este Estado ha fracasado en su supuesta obligación de velar por el bien común. Ahora todas sus mentiras se hacen evidentes: siempre fue SU Estado, el de los poderosos, su herramienta para garantizar sus intereses y privilegios.

La ciudadanía tiene el deber de forzar la marcha de quienes han fracasado, para poder cambiar las reglas del juego. Todos ellos deben marcharse. Afirmamos con rotundidad que esto no es una democracia. Al poder nuestras quejas no les importan: tienen su propio plan y además nos criminalizan, amenazan y reprimen. Por eso, ya no queremos pedirles nada.

Necesitamos unirnos en la lucha

Los conflictos concretos de algunos territorios y los ataques generales a toda una sociedad deben tener una respuesta común. Ahora más que nunca es necesaria conciencia y solidaridad entre aldeas, parroquias, pueblos, comarcas y ciudades enclavadas en el campo. Debemos generar un marco donde todas las luchas se conviertan en una sola voz, caminando, sin miedo, hacia la re-ruralización y la re-agrarización. El mundo rural es fundamental para la supervivencia y sostenibilidad de las sociedades. Ésta es nuestra fuerza. No somos el problema. Somos parte fundamental de la solución. El futuro es rural.

¿Qué podemos hacer?

Debemos tomar conciencia de cuál es la situación a la que nuestras vidas se enfrentan. Y, a partir de ahí, sin ninguna duda, es necesario estar unidos, que, a diferencia de estar juntos, conlleva un grado superior de compromiso y solidaridad. Debemos conquistar la autonomía en nuestras decisiones. Es la movilización hombro con hombro la que ayuda a crear esa alternativa. Las movilizaciones unitarias y todas las actividades que las rodean son fundamentales: no para pedir al poder, esa vía se ha descostrado falsa e inútil, sino para generar conciencia colectiva, para sentirnos acompañados, para aprender, y sobre todo para sentir la fuerza que tenemos para imponer un cambio, este es el primer paso.

¿Cómo podemos hacerlo?

Entendemos que es necesaria una movilización permanente, global y al mismo tiempo descentralizada y autogestionaria. Hay que romper con la idea de centralidad, y dificultar el control estatal por la misma multiplicidad de la movilización.

Las iniciativas deben surgir autónomamente desde todo tipo de colectivos de base, asociaciones o personas individuales, en cada pueblo, parroquia o aldea, y necesitan también del apoyo decidido de las personas que viven en las ciudades, pues el futuro rural es también garantía de su propio futuro.

Esta alianza por el mundo rural hace un llamamiento a toda la ciudadanía ibérica a organizar y participar de esta movilización general del mundo rural, organízate y sal a la calle.

El próximo 18 de Mayo a las 12:00h en todas las plazas y calles de nuestros pueblos.

Fuente: Movilización del Mundo Rural

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