En el inicio del ciclo político que ahora está llegando a su fin, hacia el segundo quinquenio de los años setenta del pasado siglo, se puso en marcha el proceso de implementación por parte del bloque dominante español y sus aliados internacionales de la llamada reforma política, del franquismo por supuesto, que condujo al régimen que hoy padecemos en toda su crudeza. Asistimos entonces a un sinnúmero de operaciones político-mediáticas, que tenían como objetivo -por supuesto habitualmente no explícito- fracturar el avance del movimiento popular hacia una ruptura real con el franquismo, que obviamente y tal como podemos comprobar en la actualidad, era algo mucho más amplio y estructurado que la figura del Dictador.
Esas maniobras político-mediáticas eran otra línea de trabajo del Poder constituído por la oligarquía española tras la guerra fascista contra los Pueblos y ciudadanos del Estado español, complementarios de la represión pura y dura que se ejercía por aquel entonces y que se sigue ejerciendo. Tales maniobras eran una necesidad para la supervivencia de lo esencial del Régimen español en un momento en el que la desaparición de Franco exigía un cierto grado de adaptación, adaptación que en algunos casos necesitó cambios estructurales, pero que en su mayoría fueron puramente cosméticos.
Una de las operaciones más brillantes del Sistema en ese terreno, con la imprescindible colaboración de sus aliados internacionales, especialmente la socialdemocracia alemana y francesa, fue la operación Isidoro – Felipe Gónzalez – PSOE.
En el primer quinquenio de los setenta el PSOE era inexistente en los movimientos populares; en las reuniones que se hacían en la clandestinidad para organizar movilizaciones o jornadas de lucha el PSOE no solía estar presente, no por desacuerdos previos, simplemente porque no tenían gente para asistir; y cuando podían hacerlo su posición era esencialmente irrelevante. En relativamente poco tiempo, dos o tres años, se convirtieron en una potente maquinaria electoral y de poder institucional que durante varias décadas les permitió aparecer ante la mayoría de la opinión pública como la principal opción de la izquierda en el conjunto del Estado.
Obviamente ese proceso fue posible no sólo porque hubiera un buen guión y un buen diseño para articular la social-democracia española, absolutamente imprescindible para garantizar el éxito de la “Operación transición democrática”, sino porque había un sector social amplio que se identificaba sociológicamente con esa alternativa, alternativa que además supo recoger en buena medida el patrimonio histórico de las siglas del PSOE, una vez resuelto su litigio con el PSOE del exilio.
El Grupo PRISA jugó un papel esencial en el impulso de ese proyecto, no sólo a través de su promoción sino haciendo todo lo posible por liquidar ideológica y políticamente a los movimientos populares rupturistas.
Como decíamos al principio de este artículo hemos llegado al final de ese ciclo iniciado en los años setenta, final que por supuesto puede durar unos cuantos años y resolverse de maneras diferentes e incluso contrapuestas. En estas circunstancias el Sistema agudiza su ingenio y articula maniobras para tratar de impedir de nuevo que los procesos rupturistas encarnados por los procesos soberanistas y destituyentes-constituyentes ya en marcha consigan finalmente sus objetivos.
Para ello utilizan líneas de trabajo que vistas superficialmente pueden parecer incluso progresistas, pero que analizadas en profundidad no es difícil concluir en lo que realmente son, actividades de entretenimiento y desorientación del movimiento popular.
El Régimen tiene varias líneas de trabajo. Hay una línea principal, la que se encarga de gestionar el Gobierno español, que consiste simplemente en llevar adelante, dentro del encaje institucional, al menos de momento, una autentica ofensiva contra las clases trabajadoras y Pueblos del Estado. Esta cuestión es bien conocida por lo que no vamos a insistir en ella.
Hay una línea secundaria, encabezada por la dirección del PSOE, también dentro del encaje constitucional, que pretende vendernos la ilusión de la recuperación de los derechos perdidos, además de una cierta adaptación, federal dicen, de la Constitución del 78 dentro de los cauces previstos por ella misma, para intentar abordar una solución a la española de la cuestión de la plurinacionalidad del Estado.
Pero el Régimen, sabe que en la actualidad hay sectores sociales amplísimos que no comparten ni las alternativas del PP ni las del PSOE. IU simplemente no presenta alternativa alguna, salvo la de ir al rebufo del PSOE. Necesitan por tanto sacar conejos de la chistera para intentar engatusar a los sectores que se mueven en ese amplio magma social que se inclina por la necesidad de un proceso de ruptura con el régimen, en el cual coexisten diversos grados de maduración política e ideológica. Aunque globalmente progresa más que adecuadamente, sobreviven entre ellos sin embargo algunos que creen/desean que ese proceso de ruptura puede ocurrir de una forma cuasi mágica, digamos de la noche a la mañana, simplemente consiguiendo que las diversas tertulias de los medios -progres- se pongan de acuerdo en ello o simplemente por introducir un voto en la urna sin más complicaciones.
La promoción de esa idea-proyecto necesita dos cuestiones: la supervivencia del pensamiento mágico en lo social, que como es obvio tiene menos de marxista que las encíclicas de Benedicto XVI, y los vendedores de crecepelos, dominadores del arte de la verborrea y poseídos por un especial narcisismo; es decir dotados de características que tienen menos que ver con las cualidades de un militante revolucionario que las que adornaban a Sor Teresa de Calcuta.
Como la lectora o lector habrá comprendido nos estamos refiriendo ahora entre otras operaciones mediáticas a la de la candidatura Podemos. Esta operación tendrá probablemente recorrido e impacto cortos, por las características de la propia coyuntura de final de ciclo, pero es un aviso de cómo desde las terminales mediáticas de la “izquierda” del Sistema, especialmente desde la Sexta, se va a maniobrar de forma cada vez más intensa para deteriorar y neutralizar al movimiento popular cada vez más organizado, cada vez más convencido de que no hay otra opción que la revolución democrática y por la justicia social. Es decir la construcción de auténtico Poder Popular. Ojo con “La Sexta Columna”.
En cualquier caso en este momento histórico, como decíamos, esas maniobras explícitas e implícitas tienen muy estrecho margen de maniobra. Como ocurre con los organismos biológicos vivos que fabrican anticuerpos contra las infecciones, que les permiten resistir mucho mejor nuevos contactos con los gérmenes infecciosos, el cuerpo social ha producido a lo largo de estas décadas abundantes mecanismos de resistencia, entre ellos, anticuerpos con capacidad de identificar a los agentes antirevolucionarios. En cualquier caso no hay mejor medicina que la de reforzar la estrategia de la movilización popular, de la organización, de la intensificación del contenido rupturista y de la construcción de Poder Popular.
Izquierda Castellana.