El capítulo de la anexión imperialista de Libia, parece que llega al final de la actual etapa.
La correlación militar-política hacía muy improbable otra alternativa, era cuestión de más o menos tiempo, pero sobre todo de más bombas, aún a costa de machacar a la población civil. Y en cuestión de bombas, el imperialismo tiene aún una correlación de fuerzas favorable.
Libia, llevó adelante un giro radical en su política exterior, en parte también en su política interna, a raíz de la invasión occidental de Irak, intentando escapar de un destino similar al de aquel Estado.
Irak, por cierto, es poseedor de grandes reservas de recursos energéticos y de agua, al igual que Libia.
Ese giro en su política exterior estuvo condicionado por la situación internacional, pero también por las propias presiones de un sector del Régimen Gadafista, muy favorable a los intereses occidentales.
Ese giro le llevó a abrazar a sus tradicionales enemigos, pero los cambios de actitud propios no hacen variar la sustancia del carácter del enemigo. Ocasionalmente pueden condicionar matices en sus “tempos” de actuación, pero nada más.
Aprovechando el contexto de las movilizaciones populares en algunos países árabes han impuesto una situación neocolonial en Libia, como antes lo habían hecho en Irak, bajo otros pretextos.
Las concesiones estratégicas no solo no fortalecen las posiciones propias sino que las debilitan. Lo que está ocurriendo en Libia es un claro ejemplo.
Quizás mejor hubiera hecho el Régimen Libio en observar la evolución de Irán y no la de Irak.
IzCa, 22 de agosto de 2011.